Semanario El Pionero

Expresión de Mexicali y su Valle

Los caudillismos son económicamente desastrosos

Hay muchas cosas que aún no entendemos sobre el crecimiento económico, pero una cosa sí sabemos: los países que prosperan apuestan a las instituciones, no a los individuos, considera Sergio Luna.

Por Sergio Luna

 (Expansión) – La indignación causada por el artículo décimo tercero transitorio a la reforma del Poder Judicial – la “Ley Zaldívar” – está plenamente justificada. Primero, porque es anticonstitucional. Segundo – en eso me quiero concentrar – por lo que aparentemente busca. 

Dice López Obrador “…se requiere que las leyes que se aprobaron para renovar el Poder Judicial se conviertan en realidad y para eso se necesita una gente honrada como el presidente de la Corte, si no es él, van a quedar como letra muerta las leyes que se aprobaron”. Esto es un despropósito y una aberración.

Hay muchas cosas que aún no entendemos sobre el crecimiento económico, pero una cosa sí sabemos: los países que prosperan apuestan a las instituciones, no a los individuos. Cuando lo pensamos, es cuestión de probabilidades. Es necesaria al menos una generación – 25 años – para que un país pase de emergente a desarrollado.

En México necesitaríamos así escoger administraciones formadas por seres extraordinarios, capaces y bien intencionados por cuatro sexenios consecutivos. ¿Qué tan factible es que nos saquemos la lotería cuatro veces seguidas?

Razón de más argumentarían algunos, para extender mandatos. Si ya encontramos a alguien tan probo como el ministro presidente Zaldívar – López Obrador dixit – ¿para qué cambiarlo? Que no sean dos años más, que allí se quede. Y ya que estamos en eso, ¿por qué no dejar en su lugar a todos quienes son indispensables para garantizar la transformación en marcha?

Como recurso retórico es un pobre argumento. En lo económico es peor. La historia abunda en ejemplos de “caudillismo”, la absoluta necesidad de “prohombres”, “hombres fuertes” y demás calificativos, invariablemente del género masculino, para salvar a la patria. Siempre entregan resultados económicos desastrosos; dentro de los autoritarismos, es el peor.

En alguna ocasión participé en un panel en donde una periodista suspicaz me preguntaba sobre la efectividad del “modelo chino” en lo económico. ¿No existía la posibilidad de que México post 2018 replicara dicho éxito, dado el mal resultado del modelo de democracia liberal de mercado?

El tema es que el de China hoy es un modelo autoritario, pero no caudillista. El éxito económico chino es controversial, pero descansa en una tecnocracia competente, que alimenta la toma de decisiones en la cúspide de la pirámide. ¿Qué ocurre cuando ese lugar lo ocupa un caudillo?

Durante el “gran salto adelante” a Mao y a sus acólitos se les ocurrió que, si además de producir alimentos, los campesinos de las granjas recién colectivizadas producían acero en pequeños hornos en el traspatio de sus casas, China terminaría con el doble – incluso el triple – de la producción original de alimentos, mientras que la de acero pronto rebasaría a occidente.

Naturalmente, nadie se atrevió a denunciar esta idea como un despropósito, pero lo más extraordinario es que, mientras la producción de alimentos se desplomaba, los distritos comenzaron a reportar cifras falsas; lo imperativo era alcanzar la meta impuesta por el “Gran Timonel” (notar el calificativo), aunque sea en el papel. El resultado fue una hambruna que, en los cálculos de Yang Jisheng, significó la muerte de 36 millones de personas.

Puede parecer un ejemplo extremo, pero ilustra de forma contundente los riesgos de confiar en los designios de un caudillo. No estoy seguro si en México nos interese emular a la China del siglo XXI.

En cualquier caso, me alarma que la “Ley Zaldívar” entre otras iniciativas, marquen semejanzas con la China de finales de la década de los 50 del siglo pasado. Son experiencias que invariablemente terminan muy mal y de eso hay muchos otros ejemplos.

Nota del editor: Sergio Luna estudió Economía en la UNAM y la Universidad de Londres. Fue economista en el Banco Nacional de México durante 33 años y continúa en dicha profesión, ahora de manera independiente. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor

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