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Maqueta y vista parcial del Templo de Debod.

El Tempo de Debod, una reliquia de los egipcios en Madrid

Por José Antonio Aspiros Villagómez

Visitar Egipto para conocer sus vestigios faraónicos y el nuevo Museo de Arqueología en Guiza, recorrer el río Nilo para recordar novelas de Agatha Christie, ir a la moderna Biblioteca de Alejandría, y con suerte ver los trabajos arqueológicos donde hay la expectativa de encontrar las tumbas de Cleopatra VII Thea Filopator y su amante romano Marco Antonio, así como la de Nefertiti, es uno de los anhelos pendientes de este tecleador.

Mientras se cumple –o no–, hemos llenado nuestra curiosidad e interés con diversas lecturas, colecciones de figuras e imágenes, visitas a museos, exposiciones y comercios especializados, documentales de televisión donde participa el ya célebre egiptólogo Zahi Hawass, y en días pasados un recorrido por los restos del Templo de Debod, en el Parque de la Montaña, de Madrid.

Antes de reseñar brevemente esa visita, dediquemos unas líneas a recordar que, en 2009 y luego en 2022, Hawass, quien fue secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, fue al Museo Británico en Londres para pedir –sin éxito, por supuesto, como en todos los expolios– la devolución a su país de la Piedra de Rosetta, que fue sustraída por la expedición de Napoleón Bonaparte a finales del siglo XVIII.

Esa Piedra milenaria que pasó de Francia a Inglaterra como botín de guerra a principios del XIX –recordará usted–, contiene el Decreto de Menfis en una inscripción en tres tipos de escritura: jeroglífica, demótica y griega, lo que permitió al investigador francés Jean-François Champollion descubrir el significado de los hasta entonces enigmáticos símbolos egipcios.

Volvamos a Madrid. El Templo de Debod llegó ahí por una donación en 1968 del gobierno de Egipto al de España en tiempos de los gobernantes Nasser –el gran líder tercermundista– y Franco respectivamente, en agradecimiento por el apoyo ibero para financiar el rescate de importantes vestigios arqueológicos cuando se construyó la presa de Asuán sobre el Nilo. Y ahora es un lugar muy visitado y de acceso gratuito, donde hay que esperar por horas para entrar, ya que el aforo es limitado.

Aparte del Templo de Debod, Egipto donó los de Dendur, Ellesiya y Taffa a Estados Unidos, Italia y Países Bajos, respectivamente, por sus contribuciones para la causa ya mencionada. El de Debod es el único que se exhibe al aire libre y en 2016 fue cerrado al turismo por problemas en su sistema de climatización.

Reabrió parcialmente sus puertas meses después, sin que el gobierno español atendiera la sugerencia de Egipto de techarlo para evitarle más daños a causa de la intemperie y el vandalismo; solo fueron asignados dos vigilantes en lugar de uno que había (nosotros vimos tres), de manera permanente las 24 horas del día.

 Una vez que se tiene la suerte de entrar al templo –frente al cual están dos portales de piedra, que son restos de los accesos para los antiguos egipcios que iban en procesión a rendir culto a los dioses Amón e Isis–, la primera sorpresa es la capilla del rey Adijalamani (constructor de ese santuario entre 200 y 185 a.C.), cuyas paredes muestran relieves ya sin los colores que tuvieron hace más de dos mil años. Sobre vidrios que a la vez aíslan y protegen los muros de la fuerte tentación de tocarlos para sentir las vibras del pasado egipcio, hay cédulas donde se explican las escenas.

El edificio, de dos niveles, casi no tiene huecos para ventanas (se siente un poco de claustrofobia) y está dividido en capillas y criptas donde hay maquetas, fotografías y fragmentos de objetos de piedra, como un sillar con los títulos “Rey del Alto y Bajo Egipto” e “Hijo de Ra”, o letreros en los muros con leyendas del tipo “La capilla sur pudo estar dedicada al dios Osiris”.

El lugar más importante del templo, era un sagrario donde estaba la estatua del dios Amón de Debod, al que se le rendía culto todos los días, y que fue hecho tardíamente por uno de los faraones Ptolomeos. Lo que podemos ver ahora, es una pequeña recámara con muros hechos de grandes bloques de piedra, algunos de ellos con imágenes en relieve, y al centro un altar parecido a un trono. La parte prosaica, es un sitio dentro del mismo antiguo edificio, donde venden los souvenirs.

Tanto que comentar sobre este templo, que es el mayor de los cuatro que donó Egipto a los países ya mencionados, y tanto también sobre el contexto geopolítico y militar en que tuvo lugar todo el periodo del presidente Gamal Abdel Nasser (1954-1970), incluido el caso de la construcción de la presa de Asuán, es imposible de resumir en un artículo.

Para el tecleador, la visita al Palacio de Debod resultó instructiva y entretenida. Nos motivó a conocer más en libros y sitios web, y nos permitió redondear esa jornada en Madrid con el paseo por el parque donde se encuentra, con diversas estatuas entre ellas una de Sor Juana, y que por su altitud tiene un teleférico y un mirador desde donde se aprecian el Palacio Real y otros edificios.

En sus cercanías está la Plaza de España, donde destaca un monumento a Miguel de Cervantes Saavedra, ese genio de las letras muy presente en varios lugares de Madrid y por supuesto en su natal Alcalá de Henares, como ya comentaremos en otros Textos en Libertad.

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