El gobierno francés ayuda a los residentes a enfrentar el aumento desmedido de los costos de gas y electricidad, pero algunas empresas ya están cerrando ante el temor de que se produzcan racionamientos y apagones
Segunda y última parte
Por Liz Alderman *
En vez de bombear grandes cantidades de electricidad al Reino Unido, Italia y otros países europeos que dependen del combustible ruso, Francia se enfrenta a la inquietante posibilidad de iniciar apagones programados en invierno y tener que importar energía o recurrir a centrales de carbón para satisfacer sus necesidades energéticas, escenarios que el gobierno está desesperado por evitar.
La crisis ya está forzando el cierre temporal de las empresas que consumen mucha energía como las siderúrgicas, las químicas y las vidrieras. La semana pasada, los precios de la electricidad al por mayor para el próximo año marcaron un récord, superando los 1000 euros por megavatio-hora. Muchas empresas y minoristas franceses compran su electricidad con contratos de tres años que están a punto de expirar, lo que significa que tendrán que ser renovados a precios máximos.
Duralex International, fabricante de tradicionales copas de vino y agua para los bistros, anunció que, a partir de noviembre, interrumpirá la actividad de sus hornos durante al menos cuatro meses y pondrá a sus 250 empleados en situación de despido para ahorrar energía y dinero.
La empresa dijo que se enfrentaba “desde hace varios meses a unas condiciones financieras de producción muy desfavorables, únicamente vinculadas al precio de la energía”, que se disparó tras la invasión rusa de Ucrania.
“Producir al precio diario de la energía generaría pérdidas insostenibles”, dijo José-Luis Llacuna, presidente de Duralex, en el comunicado, y añadió que no esperaba que la fábrica reiniciara sus actividades hasta el segundo trimestre de 2023.
En Cristal d’Arques, el fabricante francés de elegantes copas de vino de cristal, 1650 de los 5000 empleados de la empresa serán despedidos parcialmente hasta fin de año. Guillaume Rabel-Suquet, director de comunicación, declaró a la televisión francesa que la factura de gas de la empresa se ha cuadruplicado desde finales del año pasado hasta los 75 millones de euros, y podría alcanzar los 260 millones de euros en 2023 si los precios no bajan, haciendo que las operaciones sean “económicamente inviables”.
El gobierno ha intentado compensar parte de la angustia de las empresas, aunque recientemente anunció un fondo especial de 3000 millones de euros para ayudar a las que no puedan pagar sus facturas de energía.
Macron, que se enfrentó a una dura campaña electoral para la presidencia en abril, en la que la contrincante de extrema derecha, Marine Le Pen, ganó terreno al abordar las preocupaciones de las familias francesas sobre el poder adquisitivo, se ha concentrado en proteger a los hogares del aumento de los costos energéticos.
El ministro de Economía y Hacienda, Bruno Le Maire, declaró que el tope del cuatro por ciento para el aumento en los precios de la electricidad doméstica, que comenzó el pasado invierno, se prorrogará hasta finales de año y continuará hasta 2023 para las familias vulnerables. El límite de precios contrasta con el aumento del 80 por ciento de la factura energética que se implementará en el Reino Unido el próximo mes.
Sin este límite, la inflación francesa sería casi tres puntos porcentuales más alta, señaló la agencia francesa de estadísticas Insee mediante un informe publicado la semana pasada.
Se ha instado a los pueblos y ciudades a aumentar el ahorro de energía. Muchos municipios de las afueras de París han empezado a cerrar las piscinas este verano para ahorrar dinero. Otras ciudades están restringiendo el alumbrado público, que puede representar más del 40 por ciento de la factura eléctrica.
La ciudad de Thouars, en el oeste de Francia, lleva apagando las luces de las calles desde las 10 p.m. hasta las 6 a.m. y tiene previsto sustituir los focos por iluminación LED. Estrasburgo, ciudad de tamaño medio situada en la frontera con Alemania, cerrará los museos dos días a la semana en vez de uno.
En el norte de Francia, algunas secundarias de Bretaña bajarán sus termostatos, mientras que la región vecina de Normandía experimentará con el uso de hornos de leña para la calefacción en algunas escuelas como alternativa al gas.
Además, las empresas tienen hasta el mes que viene para presentar sus planes de reducción del 10 por ciento de su consumo eléctrico. “Necesitamos un cambio radical”, explicó Borne. “Todo el mundo debe preguntarse qué puede hacer para consumir menos”.
*Liz Alderman es la corresponsal jefa de negocios para Europa y está radicada en París, donde cubre los desafíos económicos y de desigualdad en ese continente. Previamente, fue editora adjunta de negocios y pasó cinco años como editora comercial de The International Herald Tribune. @LizAldermanNYT
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