Por Felipe Monroy
Finalmente, después de una ansiada espera, el papa Francisco ha designado a su nuncio apostólico para México en la persona del maltés Joseph Spiteri de 63 años y con una sólida experiencia diplomática en regiones periféricas de las naciones emergentes del globo.
Allí donde ha realizado su servicio como representante pontificio, Spiteri ha recibido elogios de las comunidades cristianas locales y discretos reconocimientos de las autoridades civiles. Además de buscar la unidad y la adhesión al Papa de las organizaciones católicas locales, el nuncio Spiteri ha sabido establecer vínculos entre gobiernos, empresas y sectores ciudadanos para atender los desafíos de cada país; pero también ha denunciado con claridad los problemas de cada localidad, ya sea corrupción política, polarización electoral o violencia generalizada.
Por ejemplo, Spiteri llegó a Sri Lanka en 2009 en los estertores de la sangrienta guerra civil y étnica que libró el gobierno contra los Tigres de Liberación del Eelam Tamil durante décadas. A pesar de los riesgos, el maltés viajó a Colombo como representante de Benedicto XVI con una agenda muy clara de pacificación para reducir las agresiones entre minorías étnicas y religiosas que, por desgracia, han continuado en las comunidades srilankeses e incluso con gestos de ensañamiento contra comunidades católicas.
Spiteri destacó, insistentemente, el papel de la Iglesia católica en el país insular que sostiene obras educativas, sanitarias y culturales de mucho prestigio. Por desgracia, la situación en Sri Lanka no hizo sino empeorar cuando un atentado suicida en la Misa de Pascua de 2019 mató a 269 feligreses y provocó cientos de heridos. La vida política no ha sido más sencilla, las sucesiones presidenciales no han estado libres de violencia; y las apuestas a un salvaje desarrollo económico de la isla han llevado a los srilankeses a graves ciclos de endeudamiento y crisis.
Spiteri fue enviado a Costa de Marfil ya bajo el pontificado de Francisco. En el agobiado país del occidente africano, el nuncio también promovió la obra social de la Iglesia católica en la región y durante cinco años no dejó de ofrecer mensajes para la paz y la cohesión en una nación traspasada por huelgas, motines y disturbios.
Sin embargo, el nuncio Spiteri no calló la compleja realidad política de Costa de Marfil, incluso llegó a pedir a las autoridades civiles a abrir el diálogo político con la oposición (de corte socialista) antes que privilegiar una “mentalidad de clan”. Durante las elecciones presidenciales del 2015, Spiteri llamó a los diversos liderazgos políticos a no exacerbar la polarización y el antagonismo violento. Afirmó ante el proceso electoral: “No podemos considerar a nuestros adversarios como nuestros enemigos que deben ser eliminados”.
En 2018, algunos medios especializados en África Occidental interpretaron el traslado de Spiteri a la nunciatura en el Líbano como un gesto del papa Francisco para proteger a su representante diplomático que ya había recibido varias amenazas de muerte; especialmente después de su discurso ante el presidente Alassane Outtara en los saludos de año nuevo.
Spiteri alentó al presidente Alassane (quien ganó en 2015 con más del 80% de votos) a implementar reformas institucionales junto con la oposición hacia un gobierno que garantizara bienestar, seguridad, reconciliación y cohesión social; también expresó su deseo de ver erradicada la explotación infantil, la corrupción, las malas prácticas de la administración pública, la liberación de presos políticos, el retorno de los exiliados y un diálogo entre todos los actores políticos.
Spiteri llegó con gran expectación al Líbano en 2018 pero de inmediato la crisis económica, la pandemia y la tragedia de la explosión en el Puerto de Beirut en 2020 provocaron graves necesidades entre la población.
El representante del Papa mantuvo gran vinculación con fundaciones e instituciones de caridad internacionales para paliar los efectos de estos males entre la población más necesitada, especialmente para evitar la fuga de la fuerza y talento laboral de los jóvenes. Esta labor sensibilizó al Vaticano y fue muy elogiada por el papa Francisco quien aceptó la invitación a visitar el país de los cedros en junio del 2022, viaje que fue pospuesto por las afectaciones de salud del pontífice.
Justo el propio Francisco echa mano ahora de este nuncio experimentado y periférico para atender una convulsa nación mexicana. Una nación que mantiene altos niveles de polarización política, crimen y desigualdad. Spiteri no acude a México desde las principales capitales globales ni de naciones de poder geopolítico; es un nuncio de países en vías de desarrollo que se enfrentan a sus propios monstruos como la corrupción, la violencia política, la pobreza y la discriminación.
México, desde los ojos del Vaticano, es un país de inmensas riquezas espirituales y culturales, pero todo un desafío en lo que respecta al orden social, la paz y la libertad religiosa. El nuevo nuncio llegará a un país cuya Iglesia enfrenta desafíos en materia de seguridad, sustentabilidad y transmisión de la fe a las nuevas generaciones; hay además graves discursos de polarización política y radicalización ideológica que distraen la atención de graves emergencias humanitarias como la migración, la pobreza, la crisis educativa, la precariedad laboral y la falta de acceso a servicios sanitarios en la mayoría de la población.
Finalmente, es probable que el nuevo nuncio de origen maltés también retome un proceso interrumpido con la salida del último representante del Papa en México: la atención de los casos actuales e históricos de abusos sexual cometidos y tolerados en la Iglesia mexicana. Spiteri es contemporáneo y coterráneo del obispo Charles Scicluna, el mayor experto sobre crímenes sexuales en la Iglesia y métodos de prevención y protección de menores. Hay que recordar que la misión especial de Scicluna y Bertomeu para luchar contra los abusos sexuales y tutelar las prácticas de obispos y superiores religiosos en México fue suspendida en marzo de 2020 por la pandemia. Quizá Spiteri y Scicluna lleguen a un acuerdo para reanudarla.
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