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Monumento a la Bandera, abandonado en Querétaro

Por Norma L. Vázquez Alanís

Muy oportunamente, a propósito del día de la bandera la Academia Nacional de Historia y Geografía (ANHG), patrocinada por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dedicó su última conferencia de febrero pasado al Monumento a la Bandera, en voz del recién nombrado cronista del Centro Histórico de Querétaro, Eduardo Rabell.

Maestro en Historia por la Universidad Autónoma de Querétaro, Rabell refirió que este túmulo erigido en las faldas del Cerro de las Campanas, en la capital queretana, ha sufrido lo mismo el deterioro por descuido de las autoridades, que una remodelación en 2016 que atenta contra su simbología original.

Luego de señalar que los monumentos son memorias físicas ubicadas en tiempo y lugar con motivo, causa y razón, cuyas forma, color y ubicación tienen un significado, refirió que en 1922 se llevó a cabo un Concurso Nacional para erigir un monumento en la cúspide del Cerro de las Campanas; el proyecto ganador fue el del arquitecto Antonio Muñoz titulado «La Epopeya», dedicado al triunfo de la República y cuyo elemento principal era un águila de granito. Sin embargo, no se construyó y fue hasta 1950 cuando se decidió que lo mejor sería levantar un monumento majestuoso a la bandera nacional.

Con el propósito de no saturar el Centro Histórico de Querétaro, los integrantes de la comisión integrada para tal efecto resolvieron que el monumento se construyera en un lugar a las orillas de la urbe y que fuera un sitio en especial por algún acontecimiento digno de rememorarse.

Las miradas convergieron en el Cerro de las Campanas, pues ahí se ratificó el régimen republicano decidido por voluntad nacional, explicó el maestro Rabell, e indicó que el dilema era determinar el punto específico para el monumento a la bandera. Los más enterados y mejores investigadores, encabezados por Enrique Martínez y Martínez, se dieron al escrutinio de cuantas fuentes tuvieron a su alcance e incluso recabaron información de los ancianos para saber la zona exacta donde Maximiliano había entregado su espada.

Luego de analizar los datos conseguidos, y consultados planos de todo tipo y época, los estudiosos concluyeron que Maximiliano entregó su espada el 15 de mayo de 1867 en la esquina que hoy forman las avenidas Hidalgo y Tecnológico; entonces, el ingeniero Antonio Mariné tomó en consideración las propuestas de sus compañeros de profesión, además de revisar los que habían presentado al concurso de 1922, denominados Epopeya, Tizoc, Cipef, Corona de laurel e In hoc signo vinces, para iniciar la construcción del Monumento a la Bandera.

Señaló el ponente que en ese lugar hay una placa con la leyenda: “Aquí, hace cien años, Maximiliano de Habsburgo rindió su espada a Don Mariano Escobedo, general en jefe del Ejército Republicano de Operaciones. Querétaro, 15 de mayo de 1967”.

Simbología del monumento

La simbología del monumento se fundamentó en lo sucedido en el Cerro de las Campanas. Los elementos primordiales fueron salud, fuerza y unión, mientras que la columna negra representó el trabajo y la decisión, explicó el historiador, quien dijo desconocer si el ingeniero Mariné o alguno de sus colegas pertenecían a la Gran Fraternidad Universal, pero erigieron un monumento cargado de simbología, para un lugar histórico y emblemático.

De acuerdo con la interpretación del historiador y cronista, el monumento está trazado de acuerdo con la simbología masona, pues desde la punta del asta al basamento se puede dibujar un compás (símbolo de los límites con los que debe mantenerse cualquier masón respecto a los demás) y la escuadra (símbolo de la virtud) estaría del centro del basamento hacia los lados equidistantes.

Los elementos que tenía el monumento original representaban las aspiraciones, el camino arduo y seguro, la pureza de intenciones, el corazón de la unión, los centinelas, la unión de ambas facciones y el Ejército conservador del lado derecho, en tanto que del izquierdo aparecen: sacra (que sería la bandera), el valor, la identidad nacional, el trabajo, la decisión, los defensores de la patria, el Sitio de Querétaro, el Ejército liberal y los muertos por la lucha fratricida.

El monolito se construyó a través de un comité de acción cívica que se encargó de recaudar, entre miembros distinguidos de la sociedad queretana la cantidad de 21 mil pesos, en tanto que el gobierno estatal erogó la parte que faltaba para completar el total de 49 mil pesos que costaría la obra, la cual se inauguró en 1951.

Relató el maestro Rabell que en 2016 el monumento estaba abandonado, descuidado y destruido porque la Comisión Federal de Electricidad instaló postes en el basamento, de manera que el gobierno decidió restaurarlo, pero destruyeron la base de cantera para construir otra de piedra verde no originaria de Querétaro y lo despojaron de todo el simbolismo conferido por sus creadores; también quitaron el mármol de Carrara para sustituirlo por lápida nacional: Hoy está desolado y con vegetación seca, lo que denota un descuido por parte de las autoridades.

La participación de los académicos

Al responder a las preguntas de los académicos, Rabell sostuvo que sí fue Maximiliano al que fusilaron en el Cerro de las Campanas y existen pruebas; aprovechó para solicitar a la presidenta de la ANHG, maestra Elizabeth Rembis Rubio, una fecha para realizar un conversatorio sobre Maximiliano en el mes de junio para que coincida con el aniversario de su muerte.

Alfredo Gobea consideró necesaria la presencia de un grupo de expertos en los equipos de reconstrucción de monumentos, porque los paisajistas no respetan los símbolos, y en el mismo tenor, el arquitecto Manuel Gamio dijo que es imposible que se pierda en la ignorancia el valor de los símbolos de los monumentos y precisó que Maximiliano no entregó su espada a Mariano Escobedo, sino a Ramón Corona.

Mientras que Humberto Ponce, doctor en Administración Pública, aseguró que si hay algo que debemos defender los mexicanos son los símbolos patrios y la simbología de los monumentos, en tanto que José Roque Quintero, doctor en Antropología Social, quiso saber la relación entre el monumento aludido y las astas monumentales en cada capital o ciudad importante de la república; Rabell explicó que fue Ernesto Zedillo Ponce de León el creador de las astas y banderas monumentales en todo el territorio nacional cuando fue presidente de México.

Por su parte, Luis Ignacio García Iñiguez lamentó que hoy a muchos administradores de la educación les parezca innecesario rendir honores a la bandera y muchos son los niños que no conocen la letra del Himno Nacional; en tanto que la contadora pública July Muñoz de Cote opinó que los padres de familia deben inculcar estos valores a los niños y no dejar esa responsabilidad sólo a los maestros, a lo que la maestra Rembis añadió que la educación cívica debe impartirse en las escuelas, porque si los padres carecen de ella por no estar escolarizados, la escuela debe proporcionarla.

Por su parte, el historiador Armando López Macip reconoció en Eduardo Rabell el sentido de pertenencia a su patria e identidad nacional, y el poeta Sergio Morett recordó que antes en todas las escuelas públicas y privadas cada lunes se rendían honores a la bandera y se entonaba el Himno Nacional; la educación es un deber intrínseco de los gobiernos como instrumento de paz y concordia de los pueblos, dijo e hizo una solicitud para que la ANHG envíe una carta de felicitación al gobierno de Querétaro por el nombramiento de Eduardo Rabell como cronista.

Finalmente, la presidenta Elizabeth Rembis propuso hacer una misiva de protesta dirigida al gobernador del estado por el atropello cometido contra el Monumento a la Bandera durante su restauración de 2016, planteamiento que fue aprobado por la mayoría de los asistentes.

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