Semanario El Pionero

Expresión de Mexicali y su Valle

La esperanza de una semilla

De José de Jesus Jiménez

Para que México salga adelante necesita la participación de todos, apoyando y en su caso vigilando o presionando a nuestros líderes para que cumplan su misión, y al respecto es necesario que todos sembremos cuando menos una semillita. 

La misión principal de un político genuino es trabajar por lograr el mejor bien posible de su comunidad. Si ésta hiciera un análisis exhaustivo en la búsqueda e identificación de sus mejores hombres, considerando en el perfil su trayectoria de comprobada rectitud, fuerza de voluntad inquebrantable, cultura sobresaliente y capacidad técnica y académica sólida, entonces deberían ser los representantes de la comunidad los que fueran con su seleccionado para solicitarle poner a su servicio el alto valor que en él aprecian y convertirlo en liderazgo. 

Le pedirían que enarbole el común esfuerzo con la meta de lograr el bien de todos y el progreso general de la nación. Pero no es así, o al menos no sé dónde así ocurra. 

Hoy los candidatos se involucran buscando el poder mediante maquinaciones demagógicas, levantando siempre el ánimo aduciendo cambios positivos, pero igual también siempre producen frustraciones al revelarse la oquedad de sus ofrecimientos. Son los que empujados por intereses de facciones se lanzan presentando planes, describiendo proyectos y prometiendo, hasta los más altos niveles de juramentos que dicen ser sagrados, la dicha y la realización plena del pueblo.

Acarician la cabeza de un humilde niño asegurando que su inocencia los inspira; ven con ojos lánguidos y compasivos a viejitos jurando que los harán vivir felices en la etapa invernal de su existencia y luego se involucran, con el mayor brillo protagónico posible, en una tradicional lucha política.

Asumen el poder desplegando gobernanzas publicitando como logros magistrales el mediocre cumplimiento de sus obligaciones; apoyan con recursos de doble o triple procedencia a los medios de difusión y a muchos o pocos comunicadores en particular -a criterio de un arbitrio sin sustento- para ofrecer una apropiada imagen, pero en el mejor de los casos dispersan beneficios relativos con alguna que otra obra y acciones caritativas que iluminan con potentes reflectores, y siempre están pendientes de supuestos líderes, entregándoles apoyos -con salpicadura leve a sus más aguerridos seguidores- para convertirlos en comparsas.

En esas circunstancias los gobiernos se limitan a contener o a inhibir el descontento popular, que no logra prender por la debilidad y la ignorancia propiciada por un deficiente sistema educativo, al grado que dejan sin sueldo a maestros esforzados y de notoria vocación.

Apenas hacen llevadera 

la marcha de la sociedad

Al paso del tiempo el saqueo de los políticos ha sido tal que, aun llegando el hombre de Estado ideal, tardará mucho tiempo en la recuperación, y hasta quizá sea necesario reelegirlo para que deje un sistema sólido, con instituciones cuya marcha sea posible con funcionarios de capacidad convencional.Por lo pronto es necesaria una campaña o cruzada nacional para sembrar y afirmar principios valórales que, desde la individualidad ciudadana, activen el efecto multiplicador que se requiere para construir la mejor sociedad posible. Y esto debe ser sobre la base del respeto y la solidaridad humana.

El único camino y el mejor comienzo es hacer realidad, en los hechos, el contenido de los discursos de la asunción al poder: Respetar y hacer respetar la Ley sin consideración ni discriminación alguna, evitando al precio que sea los privilegios y las componendas tan comunes hoy en los círculos elitistas. En éstos pululan individuos de egoísmo acendrado y ambición desalmada, constituyendo un kafkiano y paradójico estado de contradicción: esa realidad choca contra toda ley y toda letra plasmada en el marco legal, elementos concretos que no logran realizar los objetivos del contrato social.

Y en esto lamentablemente participan todos, desde los funcionarios prevaricadores hasta los ciudadanos desolados.

¿Cuándo nos regularizaremos? 

¿Ya empezamos?

Espero que los elevados estímulos del apoyo popular, la fuerza de una extraordinaria inspiración espiritual y la conciencia de una responsabilidad histórica irrepetible y oportuna, lleven a nuestra presidente(a) a implantar el portentoso aparato que prodigue sus premisas, integrándolas y fijándolas en el subconsciente colectivo, incluyendo los espacios más recónditos del suelo nacional. Esa unidad es todo lo que necesitamos; esa uniformidad es la fuente a construir para nuestro bien, nuestra paz y nuestra digna trascendencia. 

Vaya este mensaje como siembra de semilla, esperando un riego generoso con el agua de la reflexión que pretendo provocar en todo ciudadano al que le llegue y que tenga la paciencia de leerlo.

Enrique Salas: No hay políticos genuinos. Hasta eso hemos perdido en la actualidad, pues una sociedad decadente es gobernada por personas decadentes.

Responde Jiménez José Jesus a Enrique Salas: En efecto, todos somos los mismos, con sus excepciones. ¿Cuándo nos gobernará una excepción?