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#ColumnaInvitada…

El covid de Slim

Por José Martínez M.

Carlos Slim hoy cumple 81 años y nos demuestra que tiene más vidas que un gato.

Si alguien piensa que el Covid va a derrotar al magnate, se equivocan. Slim está un paso adelante del bicho.

En un momento me sorprendió el mensaje del heredero de la corona cuando descorrió el telón y anunció que su padre tenía el Covid. Unos días atrás Slim había perdido a su amigo Larry King por culpa del maldito Covid. Slim estaba triste y de luto.

En los últimos meses Slim había estado callado. No decía nada. Aunque aislado en su propio mundo –en medio de una atmósfera de un lujo desafiante– el Ingeniero seguía trabajando al igual que sus hijos.

Ahora el mundo se enteraba que Slim –el hombre que ocupó el pódium de los hombres más ricos de la Tierra– acudía a un hospital de beneficencia pública para atenderse el Covid.

El Slim rompía el silencio al mandar un poderoso mensaje al presidente Obrador. El hombre más rico del país y uno de los más poderosos del mundo, estaba ahí, en un acto de humildad en el Instituto Nacional de Nutrición, un hospital para los pobres donde las cuotas son simbólicas.

Mientras el presidente se refugiaba en los salones lujosos de Palacio rodeado de médicos y de sus principales colaboradores del sector salud, sin haber puesto jamás un pie en un hospital desde que irrumpió la pandemia, el todopoderoso magnate aprovechaba el vacío para reivindicar a las instituciones de salud pública de la que él es uno de sus patronos.

Era una señal para indicar al presidente hacía donde debía conducirse. Por desgracia ni Obrador ni sus colaboradores entendieron el significado de ese mensaje.

Prácticamente la relación entre Slim y el presidente está rota. Sus diferencias afloraron desde hacía muchos años antes. La cancelación del aeropuerto de Texcoco fue el detonante de su enemistad. El tema del aeropuerto derivó incluso en un drama familiar. Provocó el divorció del arquitecto Fernando Romero y Soumaya Slim.

El propio Obrador se encargó de atizar la leña cuando anunció en una de sus mañaneras la “jubilación” del ingeniero Slim.

Con sus altas y sus bajas se ha mantenido la relación política entre ambos personajes.

En diciembre pasado recibí una llamada de uno de los personajes más cercanos a Slim. Charlamos unos minutos, días después me hizo llegar una carta sobre la pésima relación del Ingeniero con el presidente.

En realidad, me duele saber cómo pierde el país por estas estupideces. Las pugnas de poder son evidentes. Aún en la peor desgracia del país y enfermos los dos, cada uno en su mundo, riñen cada cual a su manera.

Slim se siente traicionado. A todas las negociaciones fallidas de su imperio con el gobierno, se suman los manejos poco transparentes del aporte de Slim a la rifa del avión presidencial y la donación de mil millones de pesos para la adquisición de las vacunas.

La atención médica a Slim en un hospital de pobres es parte de esa guerra.

No dudo que Slim haya contraído el bicho y que ahora reciba atención médica especializada. Pudo atenderse en su mansión de Las Lomas y contratar los servicios de los mejores médicos del mundo.

Sé cuán cuidadoso es Slim con su salud. En su casa y su oficina es permanente el uso de humidificadores para mantener relajado y fresco el ambiente. Me consta.

Lo cierto es su precario estado de salud. Sufre hipertensión y es diabético. Por lo tanto está entre la población de alto riesgo.

Hace treinta años Slim se sobrepuso a la muerte. En un hospital de Houston tres veces se les fue a los médicos y sobrevivió por un problema en el corazón. Años atrás en su juventud sufrió un aparatoso accidente en su motocicleta Harley- Davidson y sobrevivió.

Durante mucho tiempo compartí con el Ingeniero temas de salud hasta llegamos a intercambiar tips para combatir la diabetes. De tal suerte que lee compulsivamente todo cuanto cae en sus manos sobre esa enfermedad crónica

Conocí a Slim cuando apenas cumplía sesenta años. Hoy justamente llega a los 81 años. Cuando lo conocí era un hombre fuerte y corpulento. Tenía unos meses de haber enviudado cuando lo comencé a tratar. Ahora lo veo cansado y hasta melancólico. Pero sigue siendo un hombre fuerte que ama la vida y que gasta cientos de millones de dólares en temas de salud, tanto en Estados Unidos como México y el resto de América Latina.

Harvard, el MIT y el Instituto Nacional de Nutrición son un ejemplo de las instituciones que reciben aportaciones de Slim.

Ahora se atiende en Nutrición, un hospital que para él tiene un enorme significado simbólico. Slim fue amigo personal del doctor Salvador Zubirán a quien apoyó incondicionalmente en sus investigaciones. La relación de Slim y Zubirán fue muy estrecha hasta la muerte de este en 1998. La madre de Slim, doña Linda Helú era oriunda de Chihuahua como el doctor Zubirán originario de un pueblo tarahumara (Cusihuiriachi).

Desde su infancia Slim fue amigo de Bill Richardson –el primer gobernador de origen hispano en Estados Unidos– cuya madre también era de origen chihuahuense, doña María Luisa López-Collada Márquez.

Cuando enviudó doña María Luisa, (de don William Blaine Richardson Jr., padre de Bill Richardson) contrajo nupcias con el doctor Salvador Zubirán.  Slim incluso compró la casa de Cuernavaca donde María Luisa y Zubirán vivieron los últimos años de su vida.

De esto charlaba con el ingeniero Slim en muchos de nuestros encuentros hace ya muchos años.

En una de nuestras charlas largamente prolongadas después de una espléndida comida y ya en la sobremesa, Slim me contó su admiración por Zubirán y recordó cómo el doctor Zubirán se opuso firmemente ante el presidente Miguel Alemán cuando éste por sus pistolas decidió que la UNAM le entregara un Doctorado Honoris Causa al presidente Harry S. Truman. A cambio el doctor Zubirán fue víctima de una campaña de calumnias y vituperios ordenada desde lo más alto del poder.

Ahora Slim fue a un hospital de los pobres para atenderse, no tanto porque se sienta un apóstol, sino porque sentía la necesidad de mandar un mensaje al país y de manera marcada al presidente Obrador.

El presidente tenía la obligación de reivindicar a las instituciones de la salud pública, atenderse en uno de esos hospitales y desde ahí dirigir un mensaje a la nación.

A eso fue Slim al hospital de nutrición, no importa que el gobierno de Obrador le haya birlado miles de millones de pesos que el magnate donó para las vacunas.

Fue una señal desesperada de Slim para tratar de buscar un mensaje de reconciliación nacional.