Por Jorge G. Castañeda
La especulación sobre el fin del reinado del Mayo Zambada seguirá mucho tiempo, si no es que eternamente. Como se sabe, existe una multitud de versiones sobre lo que aconteció ese día en Sinaloa y en el vuelo a Estados Unidos, unas complementarias, otras contradictorias. Ninguna es desinteresada, ni siquiera la de López Obrador, según la cual no supo nada hasta que la embajada norteamericana notificó a su gobierno parte de lo que había sucedido. Para AMLO es muy cómodo subrayar su desconocimiento de todo, sobre todo si es que hubo alguna participación estadounidense en el operativo, sin permiso previo mexicano.
Las demás explicaciones también corresponden a los intereses de los interesados. El Mayo puede intentar utilizar de nuevo la estrategia jurídica de Álvarez Machain en 1990: el hecho de haber sido secuestrado en territorio mexicano por agentes de Estados Unidos invalida el proceso en su contra, debido a la versión norteamericana del “efecto corruptor” (“fruit of the poisonous tree”). Solo que, como bien lo señala Carlos Puig, la Suprema Corte desechó ese recurso y sostuvo que la forma en que fue detenido un acusado no invalida per se la acusación en su contra. Asimismo, las aclaraciones de la Fiscalía de Sinaloa sobre el lugar, el momento y el autor del asesinato de Cuén, y las del gobernador Rocha sobre su viaje a Los Ángeles, no pueden ser aceptadas sin mayor escepticismo. Tiene mucho sentido que Rocha haya viajado a Estados Unidos justamente para disponer de una coartada: la prueba de que no se reunió con el Mayo fue que se encontraba fuera del país.
Y las explicaciones de Washington, ofrecidas allá o en la Ciudad de México a través del embajador Salazar, tampoco carecen de impurezas. El gobierno de Biden jamás aceptaría en público su participación no autorizada en un operativo en suelo mexicano, ni tampoco divulgaría la madeja de relaciones inconfesables que ha sostenido a lo largo de años con uno u otro miembro del Cartel de Sinaloa. Además, la cercanía de Salazar con AMLO garantiza que no revelará nada que lo perjudique, y convencerá a sus jefes en Washington de proceder de manera análoga. Por último, la prensa estadounidense —ya ni hablemos de la mexicana— no resulta del todo confiable en este embrollo. Es víctima de filtraciones, manipulaciones y especulación que si bien no imposibilitan que algunas de sus indagaciones se asemejan a la verdad, tampoco figura como parte desinteresada, y publica algunas —o muchas— falsas noticias.
Todo esto viene a colación porque la sociedad mexicana entonces navega de noche ante lo que está sucediendo en la relación —no quiero hablar de combate— con el crimen organizado. Simplemente no contamos con la información suficiente, ni con fuentes confiables, ni con gobernantes honestos —aquí y allá— que nos permitan formar una idea más o menos razonable y verosímil de lo que ha acontecido en México durante estos últimos seis años. El “affaire Sinaloa”, que incluye el encarcelamiento en Estados Unidos del Mayo y del Chapito, el asesinato de Cuén, la presencia de un agente de la Fiscalía del Estado en el equipo de seguridad de Zambada, la acusación a Rocha de cercanía y complicidad con el Cártel, y todo lo que venga después, sugiere o bien un cambio cualitativo, o bien un descubrimiento de algo que existía desde antes.
Que Julio Scherer haya podido entrevistar al Mayo hace catorce años, sin que el gobierno de Calderón lo pudiera detener; que haya comunicación entre el gobernador de Sinaloa, y un diputado federal electo por Sinaloa, con el Mayo; que el crimen organizado se haya acercado a numerosos candidatos a diputaciones o gubernaturas en las elecciones de 2021 y 2024; que la prensa estadunidense nos ilustre sobre los contactos entre las autoridades de ese país y los narcos en México: todo esto o siempre fue así, o se produjo un salto cualitativo. Salto en el cual el narco ya trata directamente con los primeros niveles políticos del país, con Estados Unidos, con gobernadores en varios estados de la República. Si Rubén Rocha es, como lo afirman personas que saben de todo esto, el interlocutor entre el Cártel de Sinaloa y la Presidencia, y no sólo no paga el precio de ser ventaneado por el Mayo, sino que recibe el apoyo de todas las autoridades nacionales, algo ha pasado en México. Ya es otra cosa.
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