Por Beatriz Pagés
López Obrador no acaba de digerir la rebelión de Norma Piña y Santiago Creel el 5 de febrero. Sigue rumiando despierto y en sueños la decisión de la presidenta de la Corte de quedarse sentada ante su presencia imperial.
Así que, en un arrebato mañanero, con esa risa o gorgojeo sardónico que brota de su alma empantanada le volvió a escupir en la cara: “La señora presidenta de la Corte está ahí por mí”.
Sólo faltó que le dijera a la ministra Norma Piña: “¡Yo soy tu padre!” “Todo lo que tienes es por mí”. Al inquilino de Palacio le salió el macho que lleva adentro. No solo mintió, al decir lo que dijo, sino que menospreció a una mujer que llegó por méritos propios al Máximo Tribunal Constitucional del país.
Desde la óptica de un tirano que ya perdió todo contacto con la realidad la separación de poderes no es resultado de luchas intestinas que libraron por siglos millones de mexicanos sino una conquista que debemos agradecer a un mesiánico.
Santiago Creel como presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados y Norma Piña como ministra presidenta de la Corte han marcado un antes y un después en la relación entre poderes.
Se han convertido en un freno y contrapeso del autoritarismo presidencial. Tal vez desde la dictadura porfirista y la Revolución, México no había vuelto a ser testigo de una embestida tan brutal contra el Poder Ejecutivo y Legislativo como la que hoy se vive.
La verdadera transformación que hoy está experimentando el país no proviene de los bufones de Morena sino de la defensa de la democracia, la Constitución y las instituciones que está encabezando la ciudadanía junto con figuras públicas como Lorenzo Córdova, Norma Piña y Santiago Creel.
Ahora quien tiene la última palabra es la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tendrá que resolver sobre la inconstitucionalidad del “Plan B” de la reforma electoral impulsada por el Ejecutivo Federal. Cada ministro tendrá una llave y podrá decidir, –con su voto–, si abre o cierra la puerta a la dictadura electoral que pretende instaurar López Obrador.
El futuro de la democracia mexicana hoy está en manos de los ministros. La pregunta es: ¿Cuántos de ellos y de ellas son auténticos demócratas? ¿Cuántos están dispuestos a corregir e impedir la peor trasgresión que se haya hecho a la Constitución para destruir al INE y cuantos preferirán consolidar un proyecto político antidemocrático sólo para quedar bien con el presidente?
Los próximos meses van a ser decisivos para la República. La democracia electoral y la estabilidad política del país dependen de que la Corte invalide el “Plan” antes del mes de junio. De no ser así, los próximos procesos electorales serían organizado con un INE intervenido por el gobierno y sin capacidad para garantizar comicios confiables.
En la Cámara de Diputados está por librarse una guerra paralela. Morena por órdenes de su jefe político prepara un asalto a la ley para imponer a cuatro consejeros electorales y a un presidente del INE dispuesto a someterse a las órdenes del dictador de Palacio y a desconocer los resultados electorales del 24 en caso de que no favorezcan al partido del “facho”.
En el Teatro de la República el presidente mandó señales muy claras. Colocó a su lado a los titulares de las Fuerzas Armadas y mandó a la cocina a los titulares de los otros poderes federales para decir que, de ser necesario, el 24 se resolverá por la vía de las armas.
@PagesBeatriz
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