Por Antonio Magaña.
Si no cambia su agenda, el presidente López Obrador, visitará el fin de semana la planta fotovoltaica de Puerto Peñasco.
Llegará acompañado de Manuel Barlett Díaz, a quien, en 1988, se le cayó y calló el sistema.
Van a supervisar la primera etapa de la planta que, antes del verano, empezará a general 150 MW de 900.
A diferencia de la planta imaginaria de Bonilla, la de Peñasco, sí será la más grande de Latinoamérica y la séptima más grande del mundo.
Un dato curioso: cuando se dio a conocer que su amigazo, Jaime Bonilla, celebró un contrato, leonino entre los leoninos, para construir una “planta fotovoltaica”, López Obrador, dejó de mencionar en sus mañaneras los “contratos leoninos de las empresas eléctricas del periodo neoliberal”.
Siendo “tan amigo de López Obrador”, como lo presume cada vez que puede, ¿Por qué nadie le informó a Bonilla del proyecto de Peñasco?
Un proyecto de 644 millones de dólares, autorizado por la Secretaría de Energía y la CFE, construido por SESELEC, una empresa con más de 40 años de experiencia, a diferencia de la contratada por Bonilla, “sin experiencia”.
¿Por qué lo dejaron que se embrocara con el proyecto inviable que les causó un serio quebranto a las finanzas estatales?
La semana pasada publicamos que, el PECADO ORIGINAL de la fotovoltaica de Bonilla, fue el Decreto 88, mediante el cual, los diputados de la pasada legislatura le autorizaron, en menos que canta un gallo, celebrar el contrato con Next Energy, el Fideicomiso y demás tarugadas.
Pues bien, un amigo distante, nos mandó decir lo siguiente:
“Los pecados que relatas ni son, ni pueden ser ORIGINALES. La contraparte del MAL es el BIEN. No conocen ni uno ni otro. Simplemente son rateros que, utilizan su poder para lo que saben hacer: ¡JODER!”.
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