Semanario El Pionero

Expresión de Mexicali y su Valle

Lo extraordinario de lo cotidiano…

Nuestra cotidianidad 

Por Gladys Villalobos*

En días pasados relate la experiencia vivida al volver a hacer uso del Metro, transporte público de la Ciudad de México, después de casi 30 meses de no hacerlo. De cómo me encontré con un nulo contacto visual porque prevalecía la atención puesta en los celulares. De ahí recordé este texto que escribí hace un par de años. Me gusta. A la fecha, en son de broma, pero convencida de ello, sigo refiriendo la ausencia del uso del fax como el origen de algunos comportamientos característicos de las recientes generaciones.

Reconociendo y recibiendo los beneficios de la tecnología, puedo enumerar algunos de los estragos que observo en los seres humanos, con énfasis en generaciones posteriores a la mía: la paciencia condicionada y/o la tolerancia a la frustración. En la vida actual considero se tiene sobrevalorada la inmediatez

Por ello hablaré del fax, si del fax, “abreviación de facsímil, a veces telefax o tele copia. La transmisión telefónica de material escaneado impreso normalmente a un número de teléfono conectado a una impresora o a otro dispositivo de salida” así lo describe Wikipedia, inventado en sus primeras versiones por Alexander Bain en 1842.

Yo soy de la generación del fax, la que construyo su templanza cada vez que pedía tono para enviar una hoja y a media transmisión se cortaba la llamada; la que era interrogada por aquella persona de otro lado de la línea solo por el afán de sentirse importante cuando lo que yo quería era concluir para irme a comer; la que justo cuando restaban un par de centímetros para que la transmisión de la hoja concluyera, se atoraba el papel. La que en más de una ocasión pulso equivocadamente un número y hablaba a una pastelería, estética o funeraria.

Si eres la generación el fax, tal vez como yo, en tu servicio social o en tu primer empleo, una de tus actividades era enviar los faxes del día. En mi caso, se trataba de comunicados de prensa estatales. Estamos hablando, promedio 3 veces por semana tenia que hacer llegar a aproximadamente 100 números de teléfono una hoja en día de suerte, dos o más cuando la vida me cobraba mis pecados. 

¿El mayor regalo? Marcar un número de teléfono, oír la marcación y al tercer intento escuchar el tan deseado tono de fax. Ya en el fastidio, no tener que hablar con otro humano era una celebración. Salvo que tu jefe inmediato fuese de los que les gustaba confirmaras de recibido, como me paso a mí. Entonces la fiesta se venía abajo.

Hoy el fax es un objeto de museo. Entre el fax, la máquina de escribir, rebobinar la cinta de un casete con una pluma y las horas de fila para cruzar la garita a Estados Unidos influyeron para templar mi carácter ¿Cuánto de lo que hay en nuestra cotidianidad, usos y costumbres se ven reflejados en lo que hoy somos, hacemos y sentimos?

“Lo Extraordinario de lo Cotidiano”, un espacio donde cada día es un motivo. A ti que me lees, valoro tu tiempo.

Foto: @helloimnik Cachanilla de nacimiento, comunicóloga de profesión, amante del cuerpo por vocación. Crecí análoga, me convertí digital. Asesora en Comunicación, Redactora de Contenidos, Fotógrafa. Mi sitio: gladysvillalobos.wordpress.com/