Semanario El Pionero

Expresión de Mexicali y su Valle

El presidente embaucador

Haciendo un homenaje involuntario a MacLuhan, López Obrador se ha convertido en el medio y el mensaje

Por Héctor Tajonar *

Segunda y última parte

Durante los últimos tres meses, la violencia del crimen organizado se ha dirigido también contra la población civil, lo cual es considerado como terrorismo por Amnistía Internacional y por las leyes mexicanas. Once personas inocentes fueron asesinadas por grupos armados en Ciudad Juárez el 11 de agosto y un mes antes quince en Reynosa. En los estados de Jalisco, Guanajuato y Baja California la delincuencia organizada creó un estado de caos y terror al quemar vehículos particulares en las calles e incendiar farmacias y tiendas de conveniencia. En su Informe, el mandatario calificó a la cobertura periodística de la brutalidad criminal como “campaña amarillista” y dijo estar “absolutamente convencido (de que) estamos reduciendo la incidencia delictiva”. Hipocresía absoluta.

El fracaso de la estrategia de seguridad del presidente embaucador es patente e injustificable. Existe amplia evidencia en México y el mundo de que la militarización no resuelve sino agrava el problema. De acuerdo con la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, “la creciente militarización supone un debilitamiento de la institucionalidad democrática”. Militarizar la seguridad pública no sólo aumenta la violación de los derechos humanos sino da lugar a lo que he llamado el triángulo de la narcorrupción, formado por la presunta complicidad entre los capos del crimen organizado con la élite militar y el Poder Ejecutivo.

El gobierno de la 4T ha hecho caso omiso del que acaso sea el mayor desafío para la seguridad y la justicia en México. Dos datos lo ilustran de manera contundente: El 94.8% de los delitos denunciados quedan impunes, y una de cada cuatro detenciones en el país es ilegal (México Evalúa, 5/X/21). Avergüenza, pero no extraña, que el sistema de justicia penal de México esté catalogado entre los peores diez del mundo de acuerdo con la investigación de World Justice Project, la institución internacional de mayor rigor y prestigio en la materia (Informe 2020, p. 29). ¿Se ignora esta deplorable realidad en Palacio Nacional? ¿Qué se hace para remediarla?

Existe otro tipo de crimen que se comete en México con total impunidad: el crimen contra la educación. Bajo la 4T, la educación enfrenta una situación trágica, sin precedente; el mandatario la ocultó en su Informe.

Este es un resumen en cifras de la catástrofe educativa: Durante los cuatro primeros años de la actual administración la deserción escolar en educación básica y media superior alcanzó una cifra inédita: un millón 698 mil alumnos abandonaron la escuela, principalmente a causa de la pandemia. El rezago educativo es gigantesco: 30 millones de personas de 15 años o más no han terminado la educación básica. Una de cada tres personas en edad escolar, entre 3 y 29 años, no estudia. Antes del Covid, el 40% de los estudiantes de 15 años no comprendía lo que leía y el 60% no podía hacer operaciones aritméticas indispensables como una multiplicación de dos dígitos. El gobierno se ha negado a investigar el impacto negativo sobre el aprendizaje causado por la pandemia. (Entrevista a Eduardo Backkhoff y Carlos Mancera, Aristegui Noticias, 14/VIII/22)

En lugar de abocarse a resolver la crisis de aprendizaje y la caída de la matrícula, la Secretaría de Educación Pública (SEP) decidió desaparecer el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y elaboró un nuevo proyecto de planes de estudio para la educación básica llamado Marco curricular 2022, cuyo propósito es imponer un “cambio radical de paradigma”.

De acuerdo con Marx Arriaga, responsable del proyecto, se pretende eliminar por completo el modelo educativo vigente al que califica de “neoliberal, meritocrático, conductista, punitivo, patriarcal, racista, competencial, eurocéntrico, colonial, inhumano y clasista.” La catarata de epítetos revela claramente la intoxicación ideológica que invade al personaje, misma que pretende inocular a 18 millones de niños mexicanos. El acto de barbarie educativa no sólo es avalado por el presidente López Obrador sino promovido por él como parte de su alucinada “revolución de las conciencias”.

El nuevo marco curricular no define con claridad lo que se va a enseñar ni el método pedagógico que tendrán que aplicar los maestros para transmitir ese conocimiento. Tampoco se sabrá lo que aprendió el alumno ni su grado de comprensión del aprendizaje. No existe un plan de estudios bien estructurando ni libros de texto que lo sustenten. Pero, eso sí, se busca “desdisciplinar el currículum” y promover una “interculturalidad crítica”. Los señores Marx y Andrés se han propuesto borrar por completo la tradición educativa de México representada por Justo Sierra, José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet; así como el legado humanista, científico y pedagógico de la cultura occidental. Nada menos. Ellos buscan implantar un modelo educativo “decolonial” (sic). Ante todo, destruir.

La 4T ha condenado a 33.6 millones de estudiantes a la mediocridad educativa y a permanecer estancados en la pobreza y la desigualdad social. La oportunidad de que la educación sea un factor de movilidad social que ofrezca a niños y jóvenes la posibilidad de tener un futuro promisorio para su crecimiento personal y profesional en el contexto de la sociedad del conocimiento, ha sido cancelada por este gobierno. Ello representará un freno para el desarrollo del país.

La prioridad presidencial es el clientelismo, la calidad de la educación es irrelevante. Lo único que le importa es cooptar a las dirigencias sindicales a fin de controlar el potencial desestabilizador mostrado por sectores radicales de la CNTE y, sobre todo, asegurar el apoyo del magisterio en las elecciones de 2023 y 2024. Para eso sí están capacitadas la nueva secretaria de Educación y su antecesora. Quien dude de la idoneidad de “Lety” para el cargo que le asignó su amigo y jefe de dos décadas, no puede perderse el fragmento de la entrevista exclusiva que la flamante secretaria concedió a Televisa; circula en redes sociales. Es un testimonio conciso e irrebatible del respeto que tiene el presidente López Obrador por la educación, los alumnos, los maestros y los padres de familia de México.

El presidente embaucador ha llevado la mendacidad, el cinismo y la demagogia a extremos inéditos incluso en la época dorada del presidencialismo autoritario. El fracaso de su gobierno en prácticamente todos los ámbitos de la política pública es patente a pesar de la opacidad y la simulación practicadas por López Obrador con destreza sin igual.

El mandatario cuatroteísta es hombre de certezas inamovibles. A pesar de la evidencia de los hechos, está convencido de la bondad, viabilidad, y permanencia de su proyecto: “Creo con racionalidad, mística y optimismo, que triunfará la Cuarta Transformación de México.” Su poderío le produce un placer extático: “Estoy feliz porque la revolución de las conciencias ha reducido al mínimo el analfabetismo político.” Alucinar es embaucar; también ofuscarse y confundir la ficción con la realidad.

Ya lo advirtió en una mañanera: “Lo mejor es lo peor que se va a poner”. Prevalecerá la vesania del poder. Continuará la destrucción y la arbitrariedad. El autoritarismo presidencial se radicalizará. El embaucador no está dispuesto a que nada ni nadie frene sus propósitos. Uno de ellos, acaso el más importante, es nunca separarse del más grande, el único amor de su vida: el Poder.

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