Por Carlos Loret de Mola A.
La madrugada del 9 agosto de 2013, Rafael Caro Quintero salió por su propio pie del penal de Puente Grande, en México, con todos sus papeles en regla después de pasar 28 años en prisión. Para Estados Unidos fue una afrenta: quería su extradición para juzgarlo por el asesinato del agente de la Administración de Control de Drogas? (DEA, por su sigla en inglés) Enrique “Kiki” Camarena, en 1985.
Que las cortes mexicanas liberaran a Caro Quintero no sólo enojó al gobierno estadounidense, también despertó las críticas de quien era en ese momento el principal líder opositor mexicano, el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO). “La liberación del narcotraficante Rafael Caro Quintero fue ordenada al Poder Judicial por los integrantes de la cúpula del poder, es decir, por los jefes del priista (y entonces presidente) Enrique Peña Nieto, porque no deja de ser un títere”, dijo el 11 de agosto de 2013.
Cuando se volvió presidente, en 2018, cambió dramáticamente su visión sobre la libertad de Caro Quintero. Dado que su política de seguridad se ha enmarcado en la frase de “abrazos, no balazos” ante los delincuentes, su gobierno dejó de detener a cabezas del crimen organizado. “No se ha detenido a capos porque no es nuestra función principal”, dijo en 2019. Y en 2021, para AMLO “el narcotraficante Rafael Caro Quintero” se convirtió súbitamente en “el señor Caro Quintero”.
En abril de ese año, cuando le preguntaron sobre el capo lo consideró una víctima: “El caso del señor Caro Quintero, (estuvo) 27 años sin sentencia. ¿Qué hacía el Poder Judicial? ¿Cómo va a estar una persona detenida sin una sentencia? ¿Qué pasaba? (…) Por eso el amparo (de Caro Quintero) y la libertad. Y una vez que sale, a buscarlo de nuevo porque viene la exigencia de Estados Unidos de que no se debió liberar, pero legalmente procedió el amparo”.
AMLO justificaba así el no haber podido capturar al líder del Cártel de Caborca, al que buscaba desde 2020 según The Washington Post. El diario reportó que ese año, a cambio de retirar los cargos contra el exsecretario de Defensa mexicano detenido en California, el general Salvador Cienfuegos, el gobierno de Donald Trump pidió a la administración López Obrador que capturara a Caro Quintero.
El pago se cristalizó años después: el viernes 15 de julio, tres días después de que el presidente mexicano estuviera en la Casa Blanca con el presidente Joe Biden, el gobierno anunció la captura. Un helicóptero de la Marina, tras participar en el operativo, se vino abajo y murieron 14 elementos. No quedan claras las causas de la caída: la Marina insiste en que fue accidental, pero el presidente señaló que se está haciendo una investigación.
Tampoco queda claro qué papel jugó cada gobierno en la captura. En el pasado, algunas de las capturas sonadas de los narcotraficantes más buscados —como las dos de Joaquín “El Chapo” Guzmán— se dieron en una estrecha colaboración de la DEA con las Fuerzas Armadas mexicanas. A grandes rasgos, la DEA proporcionaba la ubicación del objetivo y la Marina incursionaba por él. Y los dos gobiernos cantaban una victoria conjunta.
Esta vez, la directora de la DEA, Anne Milgram, publicó que la detención de Caro Quintero había sucedido gracias al “increíble equipo de la DEA en México, que trabajó en colaboración con las autoridades mexicanas”. El fiscal general, Merrick J. Garland, se expresó en el mismo sentido: “La detención de hoy es la culminación de un trabajo incansable de la DEA y los socios mexicanos para llevar a Caro Quintero ante la justicia”. Pero el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, redujo el papel de su gobierno en la captura: “Para aclarar, ningún personal de Estados Unidos participó en la operación táctica que resultó en el arresto de Caro Quintero: la aprehensión fue realizada exclusivamente por el gobierno mexicano”. AMLO dijo también que ese gobierno no tuvo nada que ver: “En el caso de la participación de la DEA, como lo señaló el embajador de Estados Unidos, no tuvieron injerencia directa. Se pide información en algunos casos. En este, no”.
AMLO ha dicho públicamente que su gobierno ha cortado los lazos la DEA y ha defendido el cierre de una unidad de inteligencia de esa dependencia que ayudó en la captura de Guzmán. Lo ha presumido como una señal más de independencia ante el país vecino. Pero las versiones encontradas sobre la captura de Caro Quintero, los vaivenes en las declaraciones del presidente mexicano sobre el líder criminal y que la detención haya sucedido justo tras una visita a la Casa Blanca, despiertan sospechas.
En 2013, tras la liberación de Caro Quintero, las autoridades mexicanas no se ponían de acuerdo sobre si su vida criminal estaba aún activa o si vivía como un capo jubilado. Para la DEA no había duda: el “narco de narcos” seguía en el negocio y lo querían en la cárcel. El gobierno de Barack Obama se lo pidió al de Peña Nieto, el de Trump al de López Obrador y la captura sucedió tras la visita a Biden en la Casa Blanca.
“No es justo, señores, que la justicia mexicana se someta a los designios que pretende imponer Estados Unidos”, escribió Caro Quintero, de puño y letra, en una carta que envió en 2013 al entonces presidente Peña Nieto, cuando se supo que Estados Unidos había pedido recapturarlo.
Si AMLO militara en la oposición, seguramente estaría dando vuelo a las contradicciones y coincidencias singulares que conlleva esta captura. Dudaría de la versión oficial y criticaría el desaseo con el que se ha manejado el caso. Sería implacable. Ahora le toca enfrentarlo desde Palacio Nacional. Y ya sabremos si esa carta de Caro Quintero, donde le pedía al presidente no someterse a Estados Unidos, no fue solamente una profecía que se cumplió en el sexenio de otro mandatario, quien ha señalado que no se doblega ante el poder del vecino.
Opinión de Carlos Loret de Mola A.
Carlos Loret de Mola, periodista mexicano, ha trabajado en televisión, radio y prensa, donde ha encabezado noticieros líderes en audiencia. Twitter
*Publicada en Julio 18, 2022 en https://www.washingtonpost.com/es/post-opinion
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