Por Ricardo Alemán *
Seguramente muchos han escuchado las duras críticas de Ernesto Zedillo al populismo depredador de López Obrador.
Pero también es cierto que pocos recuerdan que el entonces presidente Zedillo es el verdadero creador del populista López Obrador.
¿Por qué?
Porque en 1996 y en el año 2000 se pactaron dos “amasiatos políticos” entre Zedillo y AMLO que hicieron presidente del PRD al tabasqueño y luego, de manera ilegal, lo convirtieron en candidato y jefe de gobierno del DF.
En efecto, esa es la historia negra de un “amorío político” que quisieran olvidar “los fanáticos lopistas” y que pretenden borrar de su pasado tanto el presidente López como el ex presidente Zedillo.
Pero vamos por partes.
Como recuerdan, en días pasados reapareció el ex presidente Zedillo, con una crítica severa a los populismos ineficaces de América Latina.
Dijo que los gobiernos que llegaron al poder por la vía democrática hoy se han convertido en enemigos de la democracia y de las reformas estructurales para apuntalar el desarrollo económico.
Incluso responsabilizó a los populistas por el sufrimiento y muerte en sus pueblos, a causa de la ineficiente respuesta oficial frente a la pandemia.
Pero no es la primera ocasión que el ex presidente advertía del peligro de los populismos. El 10 de diciembre del 2021, en el seminario “La Relación de Estados Unidos e Iberoamérica”, Ernesto Zedillo y Mario Vargas Llosa, alertaron del peligroso retroceso democrático en México y América Latina.
Zedillo lo dijo así: “Si uno ve el mapa de América Latina, concluye que quizá 70% de nuestra población vive en países en donde la democracia que creíamos definitiva está seriamente amenazada por individuos que accedieron al poder por la vía democrática y que de inmediato se abocaron a destruir cualquier elemento democrático. (Fin de la cita)
Vargas Llosa fue directo: “México concitó grandes esperanzas en el Continente cuando el señor Zedillo transformó México y permitió elecciones libres… sin embargo, hoy nada de eso queda. ¿Por qué? Porque los mexicanos votaron mal”. (Fin de la cita)
Lo que pocos recuerdan, sin embargo, es que en 1996, López Obrador siguió los pasos del PAN y provocó un “amasiato político” con el gobierno de Zedillo, en abierta traición a Cuauhtémoc Cárdenas.
Los incrédulos de esa realidad pueden consultar la hemeroteca del diario La Jornada del lunes 3 de junio de 1996, que tituló así la nota principal: “Conspiran contra Zedillo: López O.”.
La nota se refería a una declaración que AMLO formuló en Misantla, Veracruz, el domingo 2 de junio de aquel 1996, en donde dio a conocer la propuesta de un “acuerdo de unidad y apoyo político” al gobierno de Zedillo.
Así lo dijo Obrador: “No queremos alianzas con el presidente Zedillo, deseamos acuerdos donde él se comprometa con el pueblo y con la nación, y nosotros a construir una verdadera transición democrática… queremos acceder al poder, pero no sobre el cadáver de la República”. (Fin de la cita)
Y la respuesta del entonces presidente Zedillo fue una alianza que convirtió a Obrador en jefe del PRD, en medio de severas críticas por lo que muchos llamaron “la gran traición”.
Por ejemplo, en un artículo publicado por el semanario Proceso, número 1023, del 10 de junio de 1996, titulado “Lombardismo en el PRD”, Heberto Castillo denunció: “Los bandazos del candidato a la presidencia del PRD, Andrés Manuel López Obrador”, y enumera las incongruencias de un político que se decía de izquierda y pactaba con el PRI.
Al final, López se convirtió en jefe del PRD gracias al aval de Zedillo y en 1997 su partido ganó el gobierno del DF, con Cuauhtémoc Cárdenas, pero también Tlaxcala, Baja California y Zacatecas; éste último con Ricardo Monreal.
Pero ese sólo fue el primero de los “amoríos” de López con el PRI y, en especial, con el entonces presidente Zedillo.
Aquí vale recordar que en esos años el propio Zedillo era el principal impulsor de la “alternancia de terciopelo” que habían exigido no pocos países del mundo para que México se incorporara al comercio global.
Zedillo había construido el IFE, le había dado independencia al Banco de México y había limpiado el Poder Judicial y cambiado a todos los ministros de la Suprema Corte.
Se propuso la instauración de la democracia en México y, para ello, la alternancia en el poder era obligada. Es decir, el PRI debía ser relevado en las urnas y los partidos opositores debían acceder al poder.
Por eso, uno de los pasos que se decidieron desde la casa presidencial fue precisamente impulsar la candidatura de López Obrador a la jefatura de gobierno del DF, en el año 2000; un gobierno que hasta antes de 1997 siempre había estado en manos del PRI.
¿Pero qué creen?
Sí, que Obrador no cumplía los requisitos legales para ser candidato a jefaturar la capital del país, ya que su residencia y su credencial de electoral correspondían a Tabasco.
Y frente al inconveniente legal, AMLO acudió de nuevo con el presidente.
Y de nueva cuenta el aval de Zedillo a favor de Obrador se transformó en presión política para que el IFE del DF torciera la ley y convirtiera a López en candidato a jefe de gobierno de la capital del país.
Como queda claro, Ernesto Zedillo no sólo apuntaló la llegada de AMLO a la jefatura del PRD, sino la ilegal candidatura del tabasqueño a jefe de gobierno del Distrito Federal.
Curiosamente, por cierto, López Obrador ganó la elección del año 2000, gracias al trabajo político de Rosario Robles, a quien hoy el señor López tiene en prisión de manera ilegal.
De igual manera, desde su fastuoso Palacio, el presidente también reniega de su “amasiato político” con Ernesto Zedillo, un “amorío de poder” sin el cual López Obrador no estaría donde está.
Al tiempo.
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