La farsa tricolor
Por Francisco Ruiz*
Comenzamos el tercer mes de 2022 y, como bien dice la canción, el tiempo no perdona. Quienes tampoco perdonan son los ciudadanos decepcionados e insatisfechos con el desempeño de quienes dicen representarlos. Baja California es el ejemplo perfecto para ilustrar la frustración de los ciudadanos. No en vano, desde hace años, la participación electoral ha sido “tradicionalmente” de apenas el 30%, en promedio.
Aunque, en esta ocasión, no quiero referirme a la representación popular, sino a la representación ideológica, esa que dicen ofrecer los partidos políticos. Actualmente, en México existen siete fuerzas electorales: Partido Acción Nacional (PAN), Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido de la Revolución Democrática (PRD), Partido del Trabajo (PT), Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Movimiento Ciudadano (MC) y Morena. Mientras, en Baja California se encuentran acreditados los anteriores más el Partido Encuentro Solidario (PES).
De acuerdo con el artículo 41 constitucional, en nuestro país se reconocen a los partidos políticos como entidades de interés público que, principalmente, buscan promover la participación ciudadana; fomentar la paridad de género; contribuir a la integración de la representación política y organización de los ciudadanos, y acceder al ejercicio del poder público mediante el sufragio libre, secreto y directo. Tal precepto también indica que los ciudadanos pueden incorporarse al partido político de su predilección de manera libre e individual, pero prohíbe la afiliación colectiva.
Curiosamente, dentro de dicha definición y objetivos, a nuestros legisladores les faltó señalar que los partidos políticos responden a una ideología, ¿o lo habrán decidido conscientemente? Solo ellos tienen la respuesta. Aunque, sí algo está muy claro es que los partidos políticos deben pregonar con el ejemplo, es decir, si han surgido para participar en una contienda democrática, se sobreentiende que la democracia es la motivación intrínseca de cada instituto partidista.
Sin embargo, y particularmente en el caso ocurrido muy recientemente en Baja California, la democracia interna no prevalece en el -aún existente- partido tricolor, pues, mientras los seudorepresentantes de dicho instituto político ante la autoridad electoral local señalan a otros partidos de supuestas conductas antidemocráticas, ellos mismos validan la penosa y ridícula farsa, perdón, quise decir elección que, con apenas 8 de 500 votos, más la complacencia del CEN, impuso a la actual “dirigencia” estatal del otrora partido invencible. No cabe duda de que ven la paja en el ojo ajeno, pero no ven -o se hacen como que no ven- la viga en el propio.
Lo que el partido más antiguo de México no ha conquistado en las urnas, pretende imponerlo mediante el engaño y presiones en los tribunales. Quienes se comprometieron a servir, se sirvieron y ni la burla perdonaron. El organismo partidista de la cual emergieron decenas de instituciones y cientos de políticas públicas que beneficiaron a la sociedad, por lo menos en Baja California, ya está muerto, aunque se resistan a recibir el certificado.
Así como no se debe confundir la gimnasia con la magnesia, tampoco se debe “confundir” la democracia con la desfachatez, ni la legalidad con el absurdo. Las gestiones ante la sociedad y el ejercicio del poder con decoro quedaron atrás. Hoy, la alternativa de un partido fuerte, competitivo y realmente solidario con la gente, tal vez se ha demorado, pero solo lo suficiente. Al tiempo…
Post scriptum: “Volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien (fragmento del tango “Volver”)”, de Alfredo Le Pera y Carlos Gardel.
* El autor es doctorando en Derecho Electoral y asociado individual del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).
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