Semanario El Pionero

Expresión de Mexicali y su Valle

Contexto de la independencia: de Godoy y Napoleón, a Miguel Hidalgo

Por Norma L. Vázquez Alanís

Segunda y última parte

El historiador y maestro en Arte Alfonso Miranda Márquez, presentó un mural narrativo de la situación en Europa y América previa al movimiento independentista de la Nueva España, durante la conferencia ‘La independencia de México’ con que el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) concluyó un ciclo más de difusión cultural.

Su charla abarcó desde los conflictos en que se vio inmersa la corona española a finales del siglo XVIII, hasta que Miguel Hidalgo pronunció en Nueva España unas frases que, a su juicio, no tenían tintes independentistas.

Miranda Márquez expuso que, una vez que el primer ministro español Manuel Godoy negoció la paz de Basilea en marzo de 1793, Napoleón decidió vender la Luisiana a los estadounidenses. Y en poco tiempo, Godoy arrastró a España a una guerra más, ahora contra Portugal, aliado de Gran Bretaña; la campaña estuvo a cargo del propio Godoy y el resultado fue una victoria, ya que los portugueses tuvieron que cerrar sus puertos a Inglaterra.

Un año después, una nueva contienda puso a temblar a España, que además ahora estaba obligada a pagarle a Gran Bretaña seis millones de libras mensuales a cambio de que la Luisiana se mantuviera neutral para con Nueva España. Sin embargo, este humillante compromiso de nada sirvió porque Inglaterra continuó atacando a los barcos españoles y Carlos IV creía ineludible iniciar una cruzada más contra los ingleses, explicó Miranda Márquez, quien es director cultural del Museo Soumaya.

 Todos estos conflictos bélicos fueron financiadas por los virreinatos de ultramar y la corte española estaba ya cansada de una continua política entreguista a Francia, entonces la debilidad del reino se vio amenazada por una conspiración que pretendía darle el trono al hijo de Carlos IV.

Ante la denuncia pública, se siguió un proceso en el que Fernando, el príncipe de Asturias, resultó culpable, pero Godoy, temeroso de que fuese cierto el rumor de que Napoleón apoyaría al hijo del emperador español, decidió que se le absolviera pues no quería provocar aún mayor inestabilidad y atentar contra sus propios intereses.

El 27 de octubre de 1807 se firmó el tratado de Fontainebleau por el cual España se comprometió a dar paso libre a las tropas francesas, y en pocos días 50 mil soldados entraron en territorio español; a partir de febrero de 1808 comenzó a ocupar sin mayores dificultades varias plazas españolas, en marzo Napoleón nombró a su cuñado Joaquín Murat jefe de los ejércitos franceses y el número de soldados aumentó a cien mil.

Al percibir la gravedad del problema en que ya estaba inmerso, Godoy propició la salida de la familia real a Sevilla, pero el pueblo descubrió la huida del monarca y lo retuvo en Aranjuez. Ante la revuelta (1808), Carlos IV abdicó en favor de Fernando, pronto se arrepintió de la renuncia e incluso escribió una carta a Napoleón donde le pedía ayuda para atacar a su propio hijo. Mientras los invasores franceses ocupaban España, el pueblo apoyaba al príncipe como su rey, y pese a que el soberano había firmado un manifiesto en el que declaraba nula su abdicación, la política española buscaba que Francia reconociera la legitimidad de Fernando VII.

Napoleón fingió que se reconciliaría con Carlos IV, en uno de los procesos políticos napoleónicos más importantes y que tuvo repercusiones cabales para con los virreinatos de ultramar, por lo que Fernando VII buscó la forma de entrevistarse con Napoleón y en cuanto cruzó la frontera se le prohibió regresar a España y fue obligado a abdicar en favor de su padre, quien al poco tiempo desistió del trono en beneficio de Napoleón, el que a su vez lo cedió a su hermano José Bonaparte, de suerte que toda la familia española terminó viviendo a la fuerza en la ciudad francesa de Bayona, refirió el historiador Miranda Márquez.

Los sucesos de 1808 marcaron la caída definitiva del imperio español y, por supuesto, Nueva España no fue ajena a la vorágine, porque además para sostener tantas guerras se seguían sangrando las arcas de las haciendas virreinales y en definitiva había un resentimiento creciente, sobre todo de una elite política y social que veía cómo, a pesar de la bonanza económica, la pobreza seguía en aumento y el flujo de dinero enviado a España continuaba siendo cada vez más cuantioso.

La situación en el virreinato

En el escenario novohispano, dijo el historiador Miranda Márquez, prácticamente todos los sectores estaban ya muy cansados, pues mientras el Estado se enriquecía con las medidas impositivas en aumento, que afectaron principalmente a comerciantes, mineros, comunidades indígenas, artesanos y terratenientes, todo ese dinero terminaba yéndose a España y los territorios novohispanos se descapitalizaron.

Consideró el ponente que para poder entender qué pasaba y por qué era inminente una sublevación en territorios novohispanos, es necesario revisar la actuación de los seis virreyes que gobernaron en Nueva España durante el reinado de Carlos IV; en los albores del siglo XIX hubo intentos de rebelión por parte de indígenas en Nayarit, Durango, Guanajuato, Jalisco y Sonora, pues el descontento de la población iba en aumento, de manera que todos los sectores de la sociedad buscaban liberarse del yugo Borbón.

Este conjunto de situaciones despertó una inquietud en los criollos por asir las cuerdas de su propio destino, los ideales de la Revolución Francesa ya habían sido importados a estas tierras y todos los novohispanos ilustrados eran nacionalistas y estaban conscientes de que, tras los acontecimientos de Bayona, no existía un legítimo soberano español, era un invasor quien ceñía la corona.

Esto llevó a la conspiración de Valladolid, un movimiento clandestino que tenía como fin organizar una Junta Nacional Gubernativa y establecer un gobierno americano, pero diez personas delataron a los conspiradores por lo que hubo muchos detenidos. En esta junta se encontraban Mariano Abasolo, Ignacio Allende, y es muy debatida la participación de Agustín de Iturbide.

El movimiento 

independentista

Uno de los procesos más famosos de la historia de México indudablemente fue la conspiración secreta de Querétaro, entre cuyos miembros predominaban los criollos; comentó el historiador que no está del todo claro si su inicio fue parte de la de Valladolid o si fue realmente un movimiento autónomo, así como tampoco es tan evidente el propósito de las reuniones, aunque al parecer querían crear una junta de gobierno en Nueva España.

Entre sus miembros más importantes se encontraban doña Josefa, esposa del corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez, ambos personajes muy queridos que organizaban academias literarias o tertulias en las que se discutía de política, de teatro y de poesía. También destacaron Ignacio Allende y Juan Aldama.

El cura Miguel Hidalgo y Costilla no fue uno de los primeros conspiradores, Allende lo invitó a participar y el trato con la gente que tenía, así como su gran poder de persuasión, lo convirtieron en líder. Hidalgo, cuya imagen que conocemos no corresponde a la que fue relatada en la época, “era un hombre estrafalario, pues vestía túnica morada con cinturón rojo y el sombrero de ala ancha con plumas”, llegó a viajar a España de donde trajo libros de la ilustración. Estaba a su cargo el curato de Dolores.

El movimiento estaba preparado para el 21 de diciembre de 1810, pero Mariano Galván, trabajador de la oficina de correos de Querétaro, los acusó y el 13 de septiembre unos soldados también los denunciaron ante el intendente de la provincia, Juan Antonio Riaño, quien no conocía la participación de los corregidores y les reveló sus planes; el aviso de doña Josefa alertó a Allende y éste se reunió en Dolores con Aldama e Hidalgo, quien propuso adelantar la lucha armada.

El conferenciante precisó que las palabras que la historia ha recogido de Hidalgo, fueron textualmente: “Caballeros, somos perdidos, aquí no hay más remedio que ir a agarrar gachupines”.

De este hecho se sabe muy poco, aunque en las crónicas del siglo XIX se consignan las frases “Viva Fernando VII, Viva nuestra Señora de Guadalupe y Muera el mal gobierno”, pero si las analizamos, parece difícil saber cuál era el mal gobierno, si el de José Bonaparte o si era la corrupción en el gobierno virreinal y los abusos que habían cometido contra toda la sociedad, pero lo que queda claro es que no tenían tintes independentistas y que nunca pudo haberse proferido nuestro tradicional “Viva México”, concluyó.

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