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Lecturas con pátina…

El “Chato” Montes de Oca, un fotógrafo con muchas historias

Por José Antonio Aspiros Villagómez

Por la naturaleza de su trabajo, reporteros y fotógrafos de prensa son testigos privilegiados de los acontecimientos más importantes para la sociedad, a la que informan de ellos y así dejan testimonios que luego serán historia.

Uno de estos periodistas fue Manuel “Chato” Montes de Oca Saulnier (1905-1980), un fotógrafo de prensa mexicano para quien no había imposibles y logró captar escenas importantes aun a riesgo de su vida como alguna vez que estuvo a punto de ser fusilado y otra en que, para captar la imagen del presidente durante un desfile militar, se montó en un barandal del Palacio Nacional y quedó inclinado hacia el vacío, con cámara en mano.

Y también fue un ser humano con una personalidad un tanto extravagante y una vida llena de anécdotas, algunas de las cuales narra su hija Clementina Montes de Oca Osorio en el libro Escándalo, de reciente publicación.

El título de la obra es el mismo que este reportero gráfico puso a la más famosa de sus fotos y que a la vez ilustra la portada: una oportunísima y espectacular instantánea en 1935, durante la refriega entre los Camisas Doradas –un grupo derechista– y el Frente Único del Volante, afiliado al Partido Comunista Mexicano.

De vocación precoz, el “Chato” se inició como fotógrafo a los 13 años y como fotorreportero a los 17 en El Universal Gráfico, en los tiempos que las cámaras eran unos cajones donde se metía la placa –-no existían aún los rollos de película–, se atornillaban a un tripié y había que meter la cabeza bajo un paño negro para enfocar.

Alguna vez le quemó la cabeza a un sacerdote calvo con una chispa de clorato encendida, que le cayó al estallar la mecha de magnesio del flash y lo expulsaron del lugar, donde además se había prohibido la entrada a la prensa. Pero tuvo la satisfacción de ver publicada –en una de las muchas exclusivas que logró durante su carrera– la foto del delegado apostólico Ernesto Philipi, quien tiempo después sería expulsado del país por el gobierno de Álvaro Obregón.

Los vetos a la prensa lo tenían sin cuidado y siempre lograba las fotos para su periódico, como en 1958 cuando hubo una huelga en la Universidad Nacional y, pese al rechazo de los estudiantes, pudo hacer su trabajo.

Entre las anécdotas de Montes de Oca que narra su hija, están haber logrado también en exclusiva imágenes de la expulsión del país de Plutarco Elías Calles por parte de Lázaro Cárdenas, y algunos arrebatos como dejar a Pascual Ortiz Rubio con la mano estirada cuando quiso saludarlo, e insultar a Adolfo Ruiz Cortines porque no quiso repetir un saludo a otro personaje porque el fotógrafo no había captado la escena original.

Trató a esos y a otros presidentes de la República como parte de su trabajo –el libro muestra imágenes donde aparece con Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán–, pero también cubrió la fuente de policía con anécdotas como que hablaba a los muertos y los saludaba de mano en el anfiteatro, o la vez que pateó el cadáver de un personaje importante porque no lo pudo fotografiar, o cuando captó el momento en que un preso intentaba suicidarse y luego lo salvó. “Primero mi foto”.

Cuando Trotski fue asesinado, tomó fotografías en la casa donde fue el atentado y se llevó como “recuerdo” una cachucha del fundador del Ejército Rojo. También se quedó con la bola de cristal de una pitonisa asesinada y embaulada en una casa frente a la Secretaría de Gobernación.

Y cuando en 1953 Ruiz Cortines fue a la frontera norte a inaugurar la Presa Falcón junto con Eisenhower, en la víspera el “Chato” se acercó a la línea limítrofe y varias veces puso un pie en territorio del país vecino para provocar al guardia estadunidense.

En esa ocasión ocurrió el accidente aéreo en que fallecieron los periodistas Carlos Septién García, Miguel Espinoza y Carlos Violante, además de los miembros de la banda de guerra de la Secretaría de la Defensa Nacional (el Himno tuvo que ser cantado a capela), pero a Montes de Oca no le tocó participar en el rescate porque regresó a la capital a entregar su material fotográfico.

Junto con estas y muchas otras anécdotas, en el libro Escándalo, prologado por Ángel Marín, Clementina Montes de Oca narra en forma amena el rescate del acervo fotográfico de su padre -también fotógrafo de El Universal matutino-; las exposiciones donde ha sido presentado, incluido el Palacio de Bellas Artes, y destaca sus cualidades como fueron el ingenio, la audacia, la búsqueda del lado amable de las noticias y su peculiar sentido del humor hasta sus últimos días cuando, además, ya encamado, dijo haber visto junto a él a personas vestidas de negro que le rezaban. También menciona el espíritu parrandero del “Chato”.

En Escándalo se reproducen muchas imágenes históricas, oportunas y hasta sorprendentes del que la autora presenta como “fotógrafo diarista”, como el salto de un beisbolista cuando atrapa la bola, el instante en que se desploman dos fusilados y el fotógrafo vio que a uno de ellos se le escapaba un rayo de luz azul y pensó que era su alma, una serie de escenas sobre la miseria en Iztacalco, y las protestas de 1944 contra la creación del  Instituto Mexicano del Seguro Social.

 Las fotografías de Manuel Montes de Oca “completan un mosaico histórico de una época épica de México; sin réplicas, sin duda, sin distorsiones, su lente captó todos los horizontes y toda clase de personajes”, escribió en su prólogo Ángel Marín.

Post data.- Habíamos resuelto en noviembre dejar la tecla por el resto del año, además de que estuvimos casi un mes sin internet, pero el colega y amigo Alfredo Barba Chávez sí notó esa ausencia, y un estimulante mensaje suyo nos sacó del letargo y aquí están de regreso las Lecturas con pátina; ya volverán los Textos en libertad.

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