México, (EFE).- El personal médico del Hospital Juárez de la Ciudad de México tiene la difícil tarea de diagnosticar COVID-19 a pacientes que se hacen la prueba entre una mezcla de sentimientos: de la angustia al estrés sin perder nunca la esperanza de salir negativos y burlar la enfermedad.
“Va a doler”, advierte el epidemiólogo al paciente de unos 45 años que ha llegado para hacerse la prueba para saber si todavía padece este enfermedad. Es el segundo test que se le práctica en espera de saber si ya la libró.
Con cuidado, el sanitario introduce un hisopo vía nasofaríngea pero el rictus de dolor del paciente se refleja por unos instantes.
La toma de la muestra termina y, con ello, se inicia una etapa de incertidumbre.
“¿Positivo o negativo?”, es la pregunta que ronda por la mente del paciente durante algunas horas o tal vez un par de días, según la carga de trabajo del área de pruebas.
“Tratamos de decirle a los pacientes que la prueba es algo secundario y que lo principal es saber su estado clínico, que estén estables”, explicó este miércoles a Efe Antonio Aguilar Rojas, encargado del comando operativo hospitalario en el Hospital Juárez.
La prueba “es necesaria para distinguir el virus de otra patología y sabemos que conocer el resultado produce ansiedad en los pacientes”, añadió el también jefe de la Unidad de Vigilancia Epidemiológico-hospitalaria.
Aunque todos quieren una respuesta pronta y negativa, la otra cara de la moneda se produce cuando la respuesta es positiva y se pasa a engrosar las estadísticas sobre la enfermedad en México, país que suma 154.863 casos positivos y 18.310 fallecidos por COVID-19 desde el comienzo de la pandemia el 28 de febrero.
EL HOSPITAL
En el Hospital Juárez atrás han quedado las jornadas a tope, con miles de visitantes diarios por la atención de 52 especialidades. La pandemia obligó a su reconversión y, como otros hospitales, fue designado para atender solamente el coronavirus.
Ahora los pasillos lucen vacíos, pero no por ello existe menor carga de trabajo. Con médicos, enfermeros y trabajadores en sus puestos, el hospital parece salido de una serie de televisión de emergencias médicas donde todos saben exactamente qué hacer.
Hasta antes de la pandemia, estimaciones de la Secretaría de Salud de México apuntaban que en el Juárez se atendían unos 375.000 pacientes de consulta externa al año, 1.027 en promedio al día.
LA RUTA HACIA LA PRUEBA
El Juárez, como es conocido el hospital de manera popular, forma parte de los 138 hospitales y laboratorios, privados y públicos que pueden hacer la prueba del coronavirus en este país.
No todos los pacientes del nosocomio son candidatos.
La ruta que recorre un posible enfermo hasta la prueba es la siguiente: Cuando llega al hospital se revisa, mediante un cuestionario, si es candidato, y si es así, se le practica un hisopado, una prueba vía faríngea y nasofaríngea de ambas cavidades que posteriormente se introduce a un cultivo.
“La toma de muestra es un exudado nasofaríngeo y es un poco molesta por ser en la nariz. Al tomarse la muestra el paciente siente una especie de estornudo o irritación”, contó a Efe el epidemiólogo Víctor Hugo Gutiérrez.
Sobre el estrés o miedo que las personas tienen a la prueba, Gutiérrez comentó que ello se debe a que es por ser una “enfermedad nueva” y no se sabe mucho de ella.
Las imágenes que han parecido en los medios de comunicación no han ayudado mucho. “Han sido un poco impactantes para las personas, pero todos estamos en cierto riego. Sí, hay miedo y estrés, pero hay que explicarle al paciente”.
En cuanto a los propios trabajadores de la salud, explicó, siempre han estado expuestos a virus y a enfermedades, y ahora deben “retomar el aprendizaje” e “insistir en el conocimiento y la prevención”.
Posteriormente la prueba se procesa en el laboratorio de Biología Molecular del hospital, donde se compara con el estudio de caso inicial y luego se comienza a hacer la extracción del ADN.
El hospital tiene la capacidad de procesar hasta 60 pruebas al día en conjunto con el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (IPN) de México, que se encuentra a unos tres kilómetros de distancia.
MÉXICO Y LAS PRUEBAS
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) señala que México es el país miembro que practica menos pruebas, ya que la estrategia fue centrarse en los casos graves que llegan a los hospitales en lugar de estudiar a toda la población.
El subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud de México, Hugo López-Gatell, dijo recientemente que la aplicación de pruebas “no garantiza éxito en el control de la epidemia”.
Las autoridades apuntaron que, hasta el 5 de junio, México había procesado unas 300.000 pruebas y tenía disponibles unas 230.000 en la Red Nacional de Laboratorios de Salud Pública.
EL ANÁLISIS
Para el maestro en Ciencias de la Salud Juan Carlos Bravata, responsable de pruebas moleculares de distintos patógenos en el hospital, sus jornadas transcurren frente a una cabina de bioseguridad donde procesan las muestras.
Explicó que para la extracción de ácido ribonucleico (ARN) se usa la prueba molecular Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR, por sus siglas en inglés), método recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Esta prueba nos va a permitir identificar genes específicos del virus”, expuso Bravata.
Remarcó que si la muestra permanece a temperatura ambiente durante mucho tiempo, “pierde la estabilidad, por ello debe estar en refrigeración”.
Por eso, luego de ser tomada, se debe trasladar al laboratorio, donde tras su estudio se clasifican como negativas y positivas.
Estas últimas se envían al Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (InDRE), que vigila enfermedades epidemiológicas en México para un estudio a profundidad para saber si el virus no ha sufrido mutaciones.
Luego, el resultado se entrega a los médicos, quienes informan a los pacientes, y a la vez este se suma a las estadísticas diarias reportadas por las autoridades. EFE
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