Por Norma L. Vázquez Alanís
En una escala de su viaje México-Londres-Buenos Aires para ocupar un cargo diplomático, el escritor mexicano Federico Gamboa se fue a París porque quería conocer a Emilio Zola, el autor de la famosa novela ‘Naná’ (1880). Así lo comentó en su charla sobre el personaje, el abogado José Manuel Villalpando en el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM).
Y dijo que, al cabo de tres semanas de tocar Gamboa la puerta, dejar su tarjeta y haber insistido y pedido al ama de llaves decirle que lo quería ver un joven mexicano porque lo consideraba un gran maestro, al fin Zola lo recibió.
Llegó a la cita “muy nervioso, muy preocupado”, con su libro ‘Del natural: esbozos contemporáneos’ (1889) para regalárselo. Y Zola le dijo: “¡Ah, en español! Yo no leo español”, y Gamboa se quedó petrificado, el escritor francés le regaló un libro suyo con dedicatoria y lo despidió. La entrevista duró tres minutos y regresó a Londres frustrado, tomó su barco y se fue a la Argentina. Ahí inició su vida de diplomático.
Aprendió tanto, que se convirtió en un modelo de diplomático mexicano -indicó Villalpando-, así que el presidente Porfirio Díaz lo llamó para hacerle un encargo: lo nombró ministro de México en todas las naciones centroamericanas, con sede en Guatemala, pero concurrente en Managua, San Salvador y San José. Díaz pretendía hacer un protectorado sobre América Central, con el argumento de ayudar a la región para que se desarrollara, creciera y se pacificara porque esos países se la pasaban peleando entre ellos; el ejecutor de esa política iba a ser Federico Gamboa.
En ese periodo fue protagonista de un episodio que lo convirtió en un hombre políticamente muy importante. “Su amigo el presidente de Nicaragua, José Santos Zelaya -sigue el relato de Villalpando-, pensó hacer una jugarreta para desafiar a Estados Unidos, que en ese momento dominaba al país a través de la famosa United Fruit que cultivaba plátanos; decidió expropiar esas tierras, lo que provocó un golpe de Estado interno preparado por EU y los marines desembarcaron e invadieron Nicaragua”. (Otras fuentes dicen que dimitió en 1909).
Iban a detener a Zelaya, quien alcanzó a refugiarse en el consulado de México, donde un empleado avisó a Gamboa porque estaba en Guatemala; éste telegrafió al presidente Díaz, quien le ordenó trasladarlo a México y envió un barco de guerra al mando de uno de sus oficiales consentidos, Horacio Rodríguez Malpica. La nave zarpó de Salina Cruz con rumbo a Puerto Cabello en Nicaragua.
Gamboa logró sacar a Zelaya del consulado de México en Managua, bandera mexicana en mano, pero en Puerto Cabello hubo un incidente porque había una compañía de marines estadounidenses que quisieron obligar a los mexicanos a que pisaran su bandera, pero Bernardo Ruiz Malpica y Federico Gamboa detuvieron a la tropa, con mucho respeto y reverencia recogieron la bandera y la entregaron a un oficial estadounidense; esta acción le dio importancia política.
“Santa”, su novela más famosa
En ese momento también era ya un escritor muy importante. Fue cuando publicó su más famosa novela, ‘Santa’, que tiene como escenario el rumbo de Chimalistac, Ciudad de México, donde se encuentra el CEHM y fue la charla de Villalpando. “Gamboa no vivió ahí, Santa tampoco existió, pero lo que sabemos -aseguró Villalpando- es que el escritor frecuentaba mucho los lupanares de la zona roja de San Ángel; en el pueblito de Chimalistac vivían las muchachas de la vida galante que atendían a los hombres ricos de San Ángel”.
Los años 1908 y 1909 fueron los de más gloria para Federico Gamboa. Su libro se vendía mucho: desde que lo publicó en 1903 hasta que murió, se imprimieron más de 60 mil ejemplares que en aquel tiempo era una gran cantidad y se convirtió en el primer “best seller” mexicano. Ya de muy avanzada edad, les decía a sus alumnos de la Escuela Libre de Derecho: “yo tan católico que soy, y vivo de una mujer pública, Santa”.
Este fue el primer libro estelar de la literatura mexicana -opinó el conferencista- y la historia fue llevada al cine. Y fue tal el éxito de esa novela, que a la plaza por donde se accede al CEHM le pusieron el nombre de Federico Gamboa y la calle de Santa y el callejón de Hipo fueron bautizadas en vida del autor, quien develó la placa de la plaza.
Catedrático y académico de la lengua
En 1920 los maestros fundadores de la Escuela Libre de Derecho, especialmente don Emilio Rabasa, lo buscaron para que diera clases en esa nueva institución y le dijeron que no había nadie que supiera más que él en México de política internacional, así que le ofrecieron la cátedra de Derecho Internacional Público. Gamboa aceptó y se quedó 19 años como profesor.
La Academia Mexicana de la Lengua, correspondiente a la Real Academia Española, lo nombró académico y luego presidente, cargo que ocupó hasta el día de su muerte. Su calidad literaria fue reconocida por sus pares pues, si algo amaba Federico Gamboa, era escribir y hacerlo bien.
Hasta el fin de sus días fue un personaje público muy apreciado porque era un hombre sencillo que salía a pasear por las calles, viajaba en transporte público y siempre estaba dispuesto a saludar y platicar con la gente. Un hombre entregado a las letras, así como con una vocación de servicio pues amó a su patria entrañablemente.
Tal vez cuando publicó ‘Santa’, ya se había olvidado del frustrante episodio con Emilio Zola, no obstante que su personaje y Naná, tienen semejanzas. Esto no lo dijo José Manuel Villalpando. Ni que Gamboa fue candidato del Partido Católico a la Presidencia de México en las desoladas elecciones del 26 de octubre de 1913, ganadas por Victoriano Huerta gracias al voto militar.
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