¡Creí que me faltaba calcio!
Por Ramón Durón Ruíz (†)
En la obra clásica “Historia de dos ciudades” de Charles Dickens describe su época pero también la nuestra cuando dice:
“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación; todo lo poseíamos, pero no teníamos nada”.
El texto nos dice todo y no nos dice nada, quizás busque traslucir la ausencia de moralidad en las relaciones humanas, la falta de sensibilidad humana en la ciencia, la escasez del carácter en el conocimiento, la carencia de la ética en los negocios, la necesidad de principios en la política y la carencia de trabajo para conseguir riquezas.
En síntesis, el mensaje de la obra pudiese ser que no se pueden tomar decisiones eternas sin que haya consecuencias eternas.
Hay una fábula en cuanto a Euclides, El faraón y la geometría. Se cuenta que el Faraón, asombrado por algunas de las explicaciones y demostraciones de Euclides, tuvo el deseo de aprender geometría y Euclides sin límite alguno empezó a enseñarle.
Al estudiarla por un breve periodo, el faraón hizo llamar a Euclides diciéndole que el proceso era demasiado lento para él. Él era faraón y debería haber un atajo más corto, no deseaba utilizar todo su tiempo aprendiendo geometría y fue entonces cuando Euclides expresó una verdad tan contundente como un axioma matemático: “No hay un atajo real para la geometría”
Igual no existe un atajo real para ser feliz, para triunfar, ni para tener éxito si no hay gran empeño, paz y armonía en tu interior, una visión positiva de futuro y un propósito de vida.
La calificación más alta es el resultado de cada tema, de cada prueba, de cada clase, de cada examen, de cada trabajo. Cada esfuerzo, cada acto perseverante, cada decisión correcta te lleva a cumplir tus propósitos.
Es importante que tu vida tenga rumbo, propósitos, quien lo tiene, tiene la mitad del camino recorrido. Un hombre sin propósito es como un barco sin timón, un desamparado, un don nadie, tener un propósito en la vida le da tanta fuerza, a tu mente, a tu cuerpo, a tus músculos, a tu espíritu, como la brújula da rumbo al navegante.
Quizá la tarea más importante sea hacer florecer tu espíritu, desarrollar tu esencia, darte cuenta de lo que eres a través del autoconocimiento, que no es otra cosa que el camino de la liberación de tus miedos y rencores, lograr una revolución sobre ti mismo.
En el jardín del alma se pueden cultivar otras flores como el humor, la esperanza y el amor. Las flores de tu jardín alegran tu vida. Planta flores, planta humor, esperanza y amor. Verás como en tu alma brilla una perenne primavera. Si aquí descubres algunas flores para tu jardín, córtalas; son tuyas
Así como la naturaleza florece en Primavera, tu esencia también puede florecer llevándote al encuentro de tu luz, al redescubrimiento de lo que eres, sólo tienes que afrontar el sentimiento de partir para valor la alegría del regreso, principiar a moler los granos del trigo para conocer el sabor del pan, en síntesis arriesgarte a perder para tener la oportunidad clara de ganar.
Para conseguir éxito en tus tareas es fundamental planear tu futuro con un propósito, porque “aquél que no sabe a dónde va, jamás encontrará el camino”
Lo anterior me recuerda a Epitafio –el viejo bolero del pueblo– que se encontraba algo confundido por la situación que estaba viviendo en su matrimonio, por lo que decide visitar al afamado doctor Roldan:
–– Doctor, tengo un problema, mi mujer me está engañando y no me crecen los cuernos.
El galeno estupefacto dice:
–– ¡Pero lo de cuernos es un decir, una metáfora, una ficción! realmente los cuernos no crecen.
–– ¡Ay, qué alivio, doctor!… ¡CREÍ QUE ME FALTABA CALCIO!
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