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Todas las almas, o cómo cobra valor lo cotidiano

Por Norma L. Vázquez Alanís

“Ninguno somos todo el tiempo el mismo más que -si acaso- en virtud de la memoria y el nombre”. Esta aseveración es la esencia del tema sobre el que reflexiona el escritor español Javier Marías en su novela “Todas las almas” (Editorial Biblioteca Debolsillo, Random House, primera edición en este formato 2009, 226 páginas).
A través de la filosofía analítica (corriente de tradición anglosajona), el autor desarrolla una trama que transcurre más en el pensamiento de su narrador que en las acciones que llevan a cabo, y en la cual el tiempo es tema dominante.
Así, el personaje-narrador, sin nombre, divaga en torno a la temporalidad o intemporalidad, el ser uno en una época y dejar de serlo en otra, el ir mutándose en personas diferentes conforme transcurre el tiempo y las circunstancias cambian… porque, cavila: “no somos los mismos hoy en el presente que los que fuimos en el pasado y seremos en el futuro, aunque seamos la misma persona”. Ya desde el inicio del texto el narrador trata de advertir que aquel que cuenta lo que vio y le ocurrió, no es aquel que lo vio y al que le ocurrió.
El relato se sitúa en Oxford, Inglaterra, en cuya universidad el protagonista es profesor invitado por dos años y donde vive situaciones que lo hacen meditar respecto a las relaciones extramaritales y las cenas de catedráticos que terminaban siempre en borracheras, pleitos y desfiguros; también evocar las librerías de viejo que recorría durante las vacaciones cuando todos se dedicaban a sus familias; la de él no estaba ahí.
El ‘caballero español’, como se conocía al personaje en la Ciudad Universitaria de Oxford, se comparaba con los limosneros que iban errantes de un lado a otro de la ‘city’, lo único que lo distinguía de ellos era su toga negra de catedrático y el hecho de que él contemplaba los escaparates de las librerías de viejo. Había una donde “sabía dar siempre con lo que buscaba, hasta el punto de tener muchas veces la sensación de que eran los libros los que lo buscaban y lo hallaban”.
Una de las características esenciales de la literatura de Marías es que suele hablar de esos detalles cotidianos que siempre han estado ahí a la vista, esperando ser descubiertos y sólo después de que alguien un día tuvo a bien mirarlos cobran inesperada importancia, gracias a lo cual la vida puede ser vista de un modo menos superfluo, más analítico y quizá hasta literario; de manera tal que una sola frase puede decirle al lector tanto sobre algo que, siéndole tan familiar, le haya resultado insulso y aun inexistente a lo largo de mucho tiempo.
Porque sólo existe lo que se sabe y conoce, nunca lo que permanece en la sombra de lo ignorado, de lo desconocido y como algunas cosas solo acuden al raciocinio durante la escritura, Javier Marías considera que el pensamiento literario no es una manera de conocimiento, sino de reconocimiento; “es una forma de saber que se sabe lo que no se sabía que se sabía”.
‘Todas las almas’ es un libro que ofrece al lector la posibilidad de enterarse del estilo de vida que lleva un grupo de personas de la alta cultura académica inglesa, que piensa en las mismas cosas que el resto de los mortales: en el sexo y en su interrelación con los demás, al margen de la erudición que poseen.
En esta obra -que podría catalogarse en el género de novela psicológica- los engranajes de la ficción están ocultos bajo el serpenteante manto de las palabras, que se suceden como intimas reflexiones; es una historia narrada con la misma cadencia caótica con la que se suceden los hechos en la vida.
En su estilo característico pausado e introspectivo, prolífico en frases largas, series de proposiciones y del uso común de la conjunción disyuntiva ‘o’ -que le da al discurso la credibilidad en lo expuesto por el narrador, al reconocer en sus dudas las del lector, Javier Marías ofrece una historia enigmática desarrollada en una cronología intencionadamente confusa, con personajes atractivos y bien logrados.
La trama principal es la relación del protagonista con Clare Bayes, una catedrática inglesa, casada, indescifrable y distante, entremezclada a la crónica de su amistad con un profesor homosexual y otro muy mayor ya retirado. El ambiente es el de un College cuya planta docente tiene en realidad pocas obligaciones, más bien son personajes decorativos que ataviados con sus impresionantes togas negras cruzan el campus universitario, con el propósito esencial de saciar a los numerosos turistas en busca de imágenes típicas de Oxford.
En esta novela el escritor español insiste en distintas maneras de ‘mirar’, relacionadas con la focalización de los individuos participantes en la trama, pues a su juicio habría una forma de ver a los otros y a sí mismo.
El protagonista-narrador de ‘Todas las almas’ utiliza tres recursos para penetrar en el mundo y personajes que lo rodean, a fin de posibilitar un conocimiento que sólo así sería posible: la mirada, la escucha intencionada y la conjetura.
Considerando que la realidad está formada por los sujetos que observan y actúan sobre ella, la mirada implica una realidad observable sobre la cual interviene la imaginación de quien relata, porque al construirla por encima de toda lógica, penetra en la consciencia de los personajes y proporciona al lector datos sobre ellos.