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La carpeta púrpura

Por Armando Ríos Ruiz › tabloiderevista.com

El multimillonario empresario estadounidense Elon Musk, ligado hoy con el gobierno de Trump, manifestó en las redes sociales sus dudas de que México pueda detener a los cárteles de la droga sin la intervención de las fuerzas militares estadounidenses y a juicio de un servidor tiene toda la razón.

A raíz de que el Primer Mandatario de la Unión Americana comenzó a declarar su intención que ya se tradujo en realidad, de considerar terroristas a nuestros narcos para de esa manera iniciar el combate contra ellos, nuestras autoridades, encabezadas por la PresidentA Claudia Sheinbaum se alebrestaron primero y tras una serie de declaraciones fuera de razón, comenzaron a imponer medidas contra esta amenaza, pero sólo con un disfraz de cooperación.

Ordenó a su súper policía, Omar García Harfuch emprender acciones más contundentes, para hacer ver al gigante del norte, que México se olvidó de inmediato de aquellas alharacas de defensa de nuestra soberanía y ya estaba de acuerdo con las decisiones gringas, con detenciones y decomisos de droga.

Se ha hablado últimamente de un cambio en la autoridad sobre los abrazos impuestos por el nefasto Presidente anterior y la verdad es que sólo se trata de una auto prohibición de mencionarlos, por no encender la ira norteamericana. En el fondo, suspendida por el inmenso temor a las amenazas a un narco-Estado implantado hace seis años.

De otra forma, continuarían como política de gobierno.

En estos días se ha dado difusión a las acciones del súper policía, del decomiso de kilos de fentanilo y de la detención de muchos criminales, todos de ínfima categoría.

Con esto, insisto, se pretende hacer creer a Trump que el gobierno mexicano realmente no necesita de la intervención extranjera, pues ya hace lo que el gobierno vecino haría. Por lo tanto, no es necesaria su presencia.

Una inacción total contra nuestros narcos, que duró seis años y un permiso abierto del expresidente, para que se multiplicaran, derivó en el crecimiento desmesurado en todos los rincones de México, en donde hoy se mueven aún despreocupados, porque no han medido bien las consecuencias de las amenazas trumpistas.

En donde nací, en Guerrero, aún se les abraza con mucho cariño.

Soy conocedor de su proliferación sin freno, por mantener contacto con mis paisanos, infectados hasta el tuétano del virus corrosivo, inclusive con matones menores que usurpan el nombre de organizaciones grandes, para exigir cantidades de dinero, a cambio de no asesinarlos y de quemar sus pertenencias.

A partir de la llegada de Trump a la Casa Blanca, aquí regresaron a los tiempos anteriores a AMLO, cuando el mismo gobierno seleccionaba a los grupos que cooperarían y a los que debería perseguir, para hacer ver a los mexicanos que no estaba cruzado de brazos frente al problema.

Aquí, muchos creen que ya cambió la táctica, debido a los seis años de vacaciones de persecución. La realidad es que sólo regresaron al pasado para hacer creer a nuestros coterráneos y principalmente a Estados Unidos, que ya se restableció la voluntad persecutoria, que sin las amenazas podría perdurar años, sin alterar un gramo la actitud delictiva y el trasiego de estupefacientes.

El súper policía se jacta de decomisos y de cinco mil delincuentes detenidos. Ni uno sólo importante. En el gobierno de Calderón fueron asesinados —no sólo detenidos—, más casi 50 mil delincuentes. Ni uno solo importante.

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