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¿Atender las causas?

Por Pascal Beltrán del Río

El viaje debía realizarse como de costumbre. Igual que lo hacían desde hace más de una década, justo al terminar la temporada de lluvias, integrantes de las familias Barrera, Santos, Francisco y Cabrera, habitantes de la comunidad de Chautipan, municipio de Chilpancingo, viajarían hasta la colonia San José, de la capital guerrerense, para adquirir utensilios de cocina y trastes a fin de venderlos en diferentes localidades de la región Centro del estado.

Chautipan es un pueblo de medio millar de habitantes, a 43 kilómetros de Chilpancingo, rumbo a la sierra. Allí es muy fuerte el fervor religioso —con presencia de iglesias evangélicas— y, pese a estar localizada en una zona de alta inseguridad, hasta antes del sábado pasado nunca se había enterrado a alguien que hubiese sido víctima de homicidio.

Un grupo de siete comerciantes, en el que iban cuatro menores de edad, salió de Chautipan a las 7 de la mañana del lunes 21 de octubre. Iban en una camioneta roja Nissan de doble cabina. Pasaron por Chilpancingo para cargar la mercancía y se dirigieron al oriente. Iban a El Epazote, en el municipio de Chilapa. En total recorrieron menos de 120 kilómetros.

A las 11 de la mañana, Pedro Barrera Millán llamó por celular a su hermana Socorro para decirle que habían llegado bien y que volvería a comunicarse por la tarde.  Sin embargo, pasaron las horas y no hubo más noticias del grupo.

La ausencia generó preocupación en Chautipan. Familiares de los desparecidos salieron en su búsqueda al día siguiente. Se reportaron desde Tlanicuilulco, municipio de Quechultenango, a unos nueve kilómetros de El Epazote. De ese segundo grupo tampoco se volvió a saber. Igual sucedió con una tercera partida de habitantes de Chautipan, que desapareció el domingo 27 de octubre. En total, eran 17 las personas ausentes.

En los siguientes días, habitantes del poblado se manifestaron en la capital del estado para exigir información sobre los desparecidos. Fue así que se conoció la noticia a nivel nacional. La autoridad emitió fichas de búsqueda, incompletas.

El lunes 4 comenzó a circular en redes sociales un video en el que el adolescente Ángel Barrera Millán aparecía sometido. El muchacho, evidentemente intimidado por sus captores, decía que los comerciantes habían sido enviados a la zona por Los Jaleacos, grupo criminal que controla el área serrana al poniente de Chilpancingo, para regresar con información y fotos de la región de Chilapa y Quechultenango.

El martes 5, el comandante de la 35 Zona Militar, general Jorge Pedro Nieto Sánchez, informó que el grupo estaba “retenido contra su voluntad” por Los Ardillos, el grupo delincuencial que controla Chilpancingo y los municipios que se encuentran al oriente de la capital estatal, entre ellos el de Chilapa. Y anunció un operativo militar en la zona para dar con ellos y liberarlos.

Al día siguiente, la noche del miércoles 6, una camioneta blanca apareció estacionada en un punto muy visible y conocido de Chilpancingo: el Parador del Marqués, entrada sur de la ciudad. En el vehículo se encontraron 30 bolsas negras con restos humanos, los cuales, se confirmaría poco después, correspondían a 11 de los 17 desparecidos de Chautipan. Eran dos mujeres, cuatro menores de edad y cinco hombres adultos. Apenas un mes antes habían asesinado y decapitado al alcalde chilpancinguense Alejandro Arcos Catalán.

Los 11 cuerpos despedazados mostraban señales de tortura. Todos fueron decapitados. A algunos de los comerciantes los habían desollado. A los menores de edad les habían sacado los ojos. Las partes habían sido revueltas en diferentes bolsas, de modo que armarlos para entregárselos a sus familiares fue como resolver un rompecabezas, según describió una fuente oficial.

¿Qué clase de bestias hacen algo así? ¿Son parte del “pueblo bueno”? ¿Hay alguna causa social, como la pobreza, que pueda explicar este tipo de comportamiento? ¿Esto se atiende con alguna beca? ¿En Guerrero es peligroso hasta vender trastes? Son preguntas que ojalá contesten las autoridades, a las que le gusta presumir que tienen respuestas para todo, aunque no tengan soluciones para nada.