Semanario El Pionero

Expresión de Mexicali y su Valle

Reflexiones…

Una columna sobre temas sociales

Por Reynaldo Magaña*

A partir de hoy estaremos alternando la columna FORO AGRARIO MÉXICO, dedicada preponderantemente a la exposición y análisis de tópicos agrarios, con la que hoy inicia y que denominaremos REFLEXIONES. Lo anterior por ser abundantes los temas que discurren en la vida diaria y que trascienden socialmente.

Lo más destacado desde luego, es el desempeño de la administración pública, la que afecta directamente a los ciudadanos.

Los mexicanos han estado expuestos durante muchos años al engaño y manipulación de políticos. 

El PRI en su constitución, con sus dos nombres anteriores, aglutinó a los caudillos posrevolucionarios y a los grupos y partidos locales que hacían difícil la conducción del país, lo que le generó congruencia al triunfo de la revolución. 

Finalmente, ese acuerdo se consolidó, además de asegurar que la presidencia estuviera siempre a cargo de un civil y las fuerzas militares leales a ese liderazgo institucional. A partir de entonces, la época dorada produjo la creación de grandes obras públicas y sólidas instituciones, aunque también la normalización de la corrupción y el fraude electoral. 

El avance de la democracia fue verdaderamente difícil, con partidos de oposición débiles, excepto el PAN que durante muchos años fue un sólido contendiente del gobierno, aunque sin triunfos efectivos, pero si perseverante en su propósito. 

Finalmente, la escisión vino dentro del propio PRI-Gobierno, con Cuauhtémoc Cárdenas como corriente crítica y enseguida formando un partido con gente de dentro y fuera del propio PRI, hasta crear el Frente Cardenista. 

En paralelo la presión internacional y la dinámica globalizadora de la economía obligaron a México a abrir las puertas a la democracia, con Ruffo Appel en Baja California en 1989 y Carlos Salinas en la presidencia del país. 

Además de la presión internacional, Salinas necesitaba reivindicarse y justificarse ante todos por su cuestionado triunfo electoral frente a Cuauhtémoc Cárdenas, quien ganó las elecciones y el sistema no le reconoció la victoria. 

Ese entorno obligó a cambiar las reglas electorales y cada vez más permitir acceso de la oposición a cargos de elección popular. La convicción generalizada de los ciudadanos de vivir en un país corrupto, convertida esa práctica en algo común, generó el caldo de cultivo que finalmente permitió el arribo de Vicente Fox a la presidencia de la república. 

Durante doce años los electores le dieron la oportunidad a un partido distinto al que gobernó durante setenta años, con la promesa de cambiar las cosas. La administración de las finanzas públicas y la administración en general fueron correctas, pero las prácticas corruptas no se acabaron y los votantes regresaron con el PRI de Peña Nieto, una figura fresca que prometía consolidar la esperanza de México. 

En materia macroeconómica, con las reformas estructurales el gobierno asentó correctamente las bases de un país moderno y eficiente, sin embargo, la corrupción no solamente continuó, sino que fue escandalosamente ejecutada. 

El propio Peña persiguió y encarceló a algunos, pero fueron muchos más los delincuentes en los cargos públicos, sobre todo los gobernadores, que han ido cayendo uno a uno. 

En ese contexto, durante los últimos tres sexenios López Obrador, actual presidente de México, denunció y luchó tenazmente por acabar con la corrupción, logrando un contundente triunfo en dos mil dieciocho. 

Al amparo de la enorme figura del candidato presidencial, todos los candidatos a diferentes posiciones electorales resultaron triunfadores, excepto Guanajuato. Al año siguiente la estela del triunfo de López Obrador alcanzó a cubrir a todos los que participaron electoralmente, obteniendo triunfos inobjetables, siendo el caso de Baja California, que repitió contundentemente.

Sin embargo, a pesar de la historia vivida, los políticos no entienden de los errores pasados, siguen cayendo en las mismas prácticas y las mismas promesas de democracia, empero en los hechos hacen todo lo contrario. Todos los partidos, ninguno se excluye de ello.

 La prueba de fuego se vivirá en dos mil veinticuatro. Nadie tiene asegurado nada; los mayores enemigos de los partidos, están con sus propios militantes y seguidores, precisamente por ser incongruentes al establecer reglas para la selección de sus candidatos y violarlas burdamente.

*El autor es especialista en derecho tributario internacional y promotor de economía solidaria

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