Tierra de valientes
Por Francisco Ruiz*
De un tiempo para acá, lo atípico ha adquirido gran presencia en nuestra cotidianidad. Se han roto muchos moldes en la política, en la democracia y en la sociedad en general. Eso habla de la pluralidad que ha alcanzado un gran país llamado México.
Los tabúes prácticamente se han esfumado, dando paso al libre pensamiento y, en consecuencia, a la libertad de decisión y expresión que garantizan los derechos fundamentales del ser humano. Sin embargo, la tolerancia no se da en macetas. Como dijo Mario Moreno “Cantinflas” en la película “Su excelencia” (México, 1967): “Estamos pasando un momento crucial en que la humanidad se enfrenta a la misma humanidad. Estamos viviendo un momento histórico en que el Hombre científica e intelectualmente es un gigante, pero moralmente es un pigmeo”.
Es cierto que no estamos aquí para debatir entre lo moralmente correcto o incorrecto, pues no tenemos la autoridad ni esa intención; sin embargo, sí podemos darnos la oportunidad de ponderar la realidad en la cual vivimos.
Así, en ese mismo discurso, el “Mimo de México” lo explica: “hablo de procedimientos y no de ideas ni de doctrinas. Para mí todas las ideas son respetables…aunque no esté de acuerdo con ellas…Todos creemos que nuestra manera de ser, nuestra manera de vivir, nuestra manera de pensar y hasta nuestro modito de andar son los mejores; y el chaleco tratamos de imponérselo (sic) a los demás y si no los aceptan decimos que son unos tales y unos cuales y al ratito andamos de la greña…Tan fácil que sería la existencia si tan sólo respetásemos el modo de vivir de cada quién”.
Luego, el discurso continúa con un tono propositivo: “debemos de luchar por derribar la barda que nos separa, la barda de la incomprensión, la barda de la mutua desconfianza, la barda del odio…Pero no la barda de las ideas, ¡eso no! ¡Nunca! El día que pensemos igual y actuemos igual dejaremos de ser hombres para convertirnos en máquinas, en autómatas”.
Cuanta razón tuvo el autor de esas líneas, las cuales fueron escritas hace más de 50 años, en la plenitud del inflexible presidencialismo mexicano. Entre la huelga de los médicos y el movimiento de los estudiantes. En plena Guerra Fría. Una época en la que prevaleció la rigidez ideológica; la cual, a su vez, detonó cambios trascendentales en la vida de los mexicanos, teniendo como base enormes sacrificios: derechos, libertades y la propia vida. Por eso, estoy convencido de que México es tierra de valientes.
Desde aquel periodo, en nuestro país se sentaron las bases que nos permiten gozar del sistema de vida actual. Si bien es cierto que no es perfecto, sí es perfectible. De ahí que causas identificadas con “grupos minoritarios” han alcanzado gran relevancia en la agenda pública local, nacional e internacional. Desde la defensa y promoción de los derechos humanos hasta la protección de los animales y garantizar el cuidado del medio ambiente.
“Debemos de pugnar para que el Hombre piense en la paz, pero no solamente impulsado por su instinto de conservación, sino fundamentalmente por el deber que tiene de superarse y de hacer del mundo una morada de paz y tranquilidad cada vez más digna de la especie humana y de sus altos destinos. Pero esta aspiración no será posible si no hay abundancia para todos, bienestar común, felicidad colectiva y justicia social…Si no fuéramos tan ciegos, tan obcecados, tan orgullosos”, sentencia Cantinflas en aquella pieza de oratoria que, a pesar del transcurrir del tiempo, sigue estando muy vigente.
Post scriptum: «La ambición jamás se detiene, ni siquiera en la cima de la grandeza», Napoleón I (Bonaparte).
* El autor es escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).
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