Semanario El Pionero

Expresión de Mexicali y su Valle

El día que conocí a Ricardo Rocha

Por Salvador García Soto

Segunda y última partes

Aquellos reportajes y la matanza de Acteal tiraron a un poderoso secretario de Gobernación, con aspiraciones presidenciales, como lo fue Emilio Chuayffet Chemor, a quien Ernesto Zedillo había sacado del Estado de México para volverlo el brazo político de su gobierno.

Para ese entonces el Rocha periodista y ahora también director de su propio proyecto noticioso “Detrás de la Noticia”, que primero transmitía para Televisa y después se volvería su proyecto periodístico personal y su propia empresa, ya había dejado muy claro que era un gran conductor, entrevistador, impulsor de la cultura y hasta de nuevos artistas con sus dos programas que también hicieron historia en la Televisión: En Vivo, que por primera vez en México hacía televisión nocturna de entretenimiento y variedad durante toda la noche; y Para Gente Grande, con el que demostraría que también desde la TV más comercial se podían hacer programas culturales de calidad y con una audiencia que mantuvo por 14 años.

Yo me había vuelto columnista en 1999, después de especializarme en la fuente política y para cuando volví a ver y convivir con Ricardo Rocha ya no sólo era mi padrino y mi admiración, sino que se había convertido en un maestro y en un amigo entrañable. Me invitaba a comentar en sus noticieros, lo veía con cierta frecuencia y me compartía toda clase de anécdotas al calor de un buen vino Albariño de Galicia, que era su favorito. Un susto terrible de un infarto lo había hecho dejar de tomar, y solo ocasionalmente, se permitía degustar los vinos blancos y de preferencia gallegos.

Pasaron los años y la amistad dio paso a una invitación a que lo acompañara a la que fue su última aventura televisiva y periodística, un proyecto en el que puso todo sus recursos y su amor y compromiso con el periodismo: el Canal del Congreso de la Ciudad de México, 21.2 de TV abierta, al que lo habían invitado desde el congreso capitalino que lo nombró Director General por mayoría de votos y con un proyecto muy singular que él propuso y puso como condición para aceptar el nombramiento: hacer un canal público que tuviera una propuesta propia de producción noticiosa, de entretenimiento y cultura, y no se dedicara solo a transmitir las largas y aburridas sesiones de los diputados capitalinos.

Tuve el honor de inaugurar las transmisiones del Canal del Congreso de la Ciudad de México, como titular del noticiero matutino “La Ciudad y el Mundo”, que conduje y dirigí durante 3 años. El proyecto periodístico de Rocha en el 21.2 había cuajado y el canal marcaba ratings buenos para un canal público. Desde ahí, desde el estudio de Detrás de la Noticia, que Ricardo prestaba y rentaba al canal del Congreso, transmitimos las elecciones del 1 de julio del 2018 y dimos la noticia del triunfo histórico de Andrés Manuel López Obrador, despidiendo la transmisión especial después de las 12 de la noche, cuando terminaba el discurso del triunfo en el Zócalo de la Ciudad de México.

Lo que pasó después, cuando López Obrador y Claudia Sheinbaum tomaron el poder en la Presidencia de la República y en la Jefatura de Gobierno, fue un trato hostil y un incumplimiento de contrato para Ricardo Rocha que, a pesar de haber sido nombrado por la mayoría del Congreso local como director del canal hasta 2022, comenzó a ser objeto de presiones, amenazas y hasta campañas sucias en su contra para obligarlo a que renunciara a la dirección del canal. Fueron meses de tensiones y golpeteos en su contra con filtraciones desde la mayoría del Congreso capitalino que controlaba Morena.

Fue tan duro y tan frustrante para Rocha el haber recibido ese trato, de quienes consideraba “amigos” a los que él había apoyado y dado cobertura cuando el movimiento lopezobradorista era rechazado por la mayoría de los medios, que terminó yendo el 28 de mayo de 2019 a Palacio Nacional, a la conferencia del presidente, para reclamarle al presidente que su nombre hubiera aparecido en una lista de periodistas acusados de corrupción y de haber recibido “pagos millonarios” del gobierno de Peña Nieto, a cambio de opinar bien del gobierno. “Qué curisoso, fíjese usted que los gobiernos anteriores, el panista y el gobierno priista, no me acabaron nunca de aceptar porque me etiquetaban de ‘lopezobradorista’, qué curioso que ahora el lopezobradorismo me quiera etiquetar de peñista ¿no?, mala puntería”, dijo esa mañana Rocha frente a un López Obrador serio.

Ahí acuso la que unos días después sería causa de su salida forzada a la dirección del mencionado canal: una campaña de desprestigio y golpeteo que él y el Canal del Congreso habían sufrido, “a partir del cambio de gobierno”, que incluía retención de salarios, reducción del presupuesto del 80% y falta de pagos a varios servicios que su empresa prestaba al Congreso capitalino. Habló también de una “campaña calumniosa” en su contra y una iniciativa para desaparecer al 21.2, mediante una iniciativa legislativa, que proponía fusionarlo con el Canal 21 de la CDMX. Todavía le pidió a AMLO que dialogara con él, le recordó momentos personales y políticos que vivieron juntos, y terminó recordándole que su nieto se llamaba Andrés, justo por las coincidencias que tenía con él.

Semanas después de aquel diálogo en que el presidente le respondió que “nosotros actuamos de buena fe” y le aseguró que “no existe ninguna intención de perjudicarte porque sabemos que eres un periodista profesional, que en los tiempos que nos cerraban los espacios tú nos dabas oportunidad de expresarnos”, a Ricardo Rocha lo echaron, literalmente, del que había sido su último gran proyecto periodístico al que le había apostado todo. 

Volví a ver a Ricardo en un restaurante japonés. Estaba dolido, triste, decepcionado del trato que había recibido del nuevo gobierno y de quienes se decían sus amigos. No volvió a ser el mismo, aunque siguió haciendo diario, profesional y entregado como siempre fue: su noticiero de las 5 de la mañana en Radio Fórmula y su columna de cada semana en EL UNIVERSAL. Ayer por la noche volví a ver a mi entrañable amigo, maestro, jefe. Pero su sonrisa carismática ya no la pude ver en su rostro y me faltó su abrazo cálido y sus grandes historia y anécdotas del largo camino que recorrió desde que un día salió, muy joven y con muchos sueños, del Barrio Bravo de Tepito.

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