Tras la tempestad viene la calma
Aparentemente en el valle de Mexicali se entró en una etapa de tranquilidad, a una semana de una efervescencia de especulaciones de parte de actores políticos que se han convertido en “chiles de todos los moles”.
Invariablemente, siempre traen propuestas y gestoría, ante funcionarios y legisladores, para promover nuevos cultivos, su comercialización en el extranjero, dicen tener el contacto comercial y el respaldo o simpatía de funcionarios ajenos al sector primario.
Son férreos defensores de los usuarios del agua, pero se declaran fuera de la actividad agrícola y aseguran estar preocupados, por las reducciones de volúmenes, en las entregas de agua de los Estados Unidos a México y los ajustes en la superficie de siembra de los diferentes cultivos que se establecen en el valle de Mexicali.
Esta situación del agua es aprovechada por agitadores y estudiosos que, teóricamente presenta cifras y datos para demostrar deficiente manejo en el agua de riego, situación que aprovechan algunos pretensos lideres de agrupaciones fantasmas nacidas de la ocurrencia, pero sin ninguna personalidad jurídica, llevan más interés político, muchas veces, no de ellos, sino de quienes les manipulan, tirando la piedra y escondiendo la mano.
Pero todo esto es producto de la ausencia de rectoría oficial por parte de los responsables, estatales y federales, de planear, promover y crear condiciones para el desarrollo agropecuario, en especial del valle de Mexicali, en el caso de la agricultura y la ganadería, en la zona serrana y costa.
En el caso del estado, la Secretaría del Campo y Seguridad Alimentaria atiende preferentemente acciones de la policía social que genera votos a cambio de apoyos que supuestamente les permitirá crear granjas y huertos familiares que, históricamente han sido un fracaso.
En la representación de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, ni promueve agricultura y menos el desarrollo rural, porque no hay capacidad de gestoría ni de promoción.
En el pasado, no se tenía ese tipo de incapacidades y si algo fallaba estaba la voz de mano y rectoría del gobernador del estado, quien impulsaba a los campesinos, a los funcionarios, pero sobre todo no tenían empacho en acudir con los entes del gobierno federal en busca de soluciones o apoyos.
Ahora, la gobernadora Marina del Pilar Avila Olmeda, como dicen los de San Quintín, “no se aflige, ni se acongoja” y “Ella repartiendo fotos y corazones”, pero sin resolver nada, el campo al garete.
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