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Huertos y granjas familiares

Por César Villalobos López

Sin duda, la idea de quien impulso el programa de huertos y granjas familiares, fue excelente, en su concepción, pero un desastre en su aplicación, porque no fue sustentado sobre un esquema operativo y de seguimiento, fácil de comprobar la materialización del propósito inicial, proporcionar a las familias un apoyo seguro al sustento de su alimentación. 

Y, no hacemos referencia concreta a un programa específico, del estado, de la federación, del DIF, o de algún diputado o funcionario gubernamental.

Todos los programas de huertos y granjas familiares han resultado un rotundo fracaso, a nivel de beneficiarios.

En el pasado, los huertos familiares tuvieron el acompañamiento de literatura e instructivo en cada variedad o tipo de semilla entregada, se proporcionaba asistencia técnica profesional, orientando a miembros de la familia sobre cuidados y desarrollo de las plantas, hasta llevarlas a cosecha.

En el caso de las granjas ocurría lo mismo y logramos observar la multiplicación de aves o ganado menor en criaderos de tras patio, especialmente en comunidades rurales y la periferia de Mexicali.

En los últimos años, funcionarios y legisladores han dado difusión a la entrega de animales y plantas, promocionando los huertos y granjas familiares, pero a la vuelta de un año, ni rastro queda de ellos, salvo contadas excepciones que, ni los mismos promotores logran identificar, porque no tuvieron control de sus donativos.

Una funcionaria federal encargada de ese programa, en la desaparecida Secretaría de Agricultura, presumió trabajo y mucho esfuerzo para la creación de una granja avícola, la cual, luego buscó la forma de ocultarla y nada comercial se sabe de ella.

Ese programa, a la Secretaría del Campo y Seguridad Alimentaria de Don Héctor Haros Encinas fue muy positivo para la recuperación de algunos pasivos del Fogabc, con la reciba de ovinos, sin características claras de su raza, que fueron entregados como pie de cría, entregados por un deudor y pagados a un precio muy superior a los de salida en las subastas de la UABC, con ganado de registro.

Sobre el programa ejecutado en colonias urbanas de la periferia, así como en instituciones de beneficencia, como la Casa Hogar Buen Pastor, para poner un ejemplo, estamos seguros, fue desarrollado con toda la buena fe del diputado Juan Melendrez Espinoza, lamentablemente no tuvo quien le diera seguimiento.

Para evitar nuevos fracasos y el dispendio de recursos económicos, quienes vuelvan a pensar en este tipo de promociones deberá de fijar las bases solidas y sobre todo, que la entrega no sea con fines de promoción política, sino a personas que tengan interés en dar vida a un huerto o a una granja.

Además del interés de quienes reciban, deberá de comprobarse que tienen espacio mínimo para los animales -aves o ganado menor-, cuentan con recursos económicos para su alimentación y en el caso de las plantas, agua asegura para su riego.

Mientras no se tengan estos elementos, los anuncios como los del secretario del campo, el economista Héctor Haros Encinas sobre el destino de 9. 2 millones de pesos en la administración del gobernador Jaime Bonilla Valdez, serán meramente publicitarios, al destacar:    

“Para residentes de las comunidades rurales del Estado resultó un éxito; la idea fue retomar las prácticas de antaño donde las familias contaban con animales y producían sus propios alimentos en los traspatios; buscamos apoyar a que ciudadanos puedan convertirse en pequeños productores del campo y generar empleos, autoempleo y por ende ingresos extras para mejorar sus condiciones de vida”, resaltó el funcionario. 

“Es importante señalar que se hizo la revisión en los domicilios de los solicitantes, ya que debemos cerciorarnos que cuentan con áreas para colocar a los animales, que cumplen con los requerimientos y sobre todo que realmente cuenten con la vocación de desarrollar proyectos de este tipo”, finalizó el titular de la SCSA.

Insistimos, el objetivo del programa es excelente, lo malo es que los resultados no son medibles, porque la misma autoridad conoce del fracaso, por ello la constante resistencia a proporcionar información sobre la ubicación y nombre de beneficiarios.

Distinto sería que, la opinión pública, por conducto de algún medio escrito o electrónico, ponderara la experiencia positiva del programa, pero como el Monge Loco: ¡Nadie sabe, nadie supo!