Dejarme arropar
Por Gladys Villalobos*
“No pienses que no pasa nada, simplemente porque no ves tu crecimiento. Las grandes cosas crecen en silencio” Frase Budista. El año pasado, la pandemia me encontró con el macramé. Anteriormente he compartido un poco de cómo fue este encuentro. En la última década he vivido con más conciencia el hecho de como la cotidianidad está llena de aprendizaje, de la sabiduría de la naturaleza, de cómo nuestra evolución va de la mano de nuestra capacidad de estar abiertos a la reflexión y nuestra humildad para vivir la vida y a nosotros como un milagro. Aceptar el cambio, de gobernar al ego y fomentar el desapego.
Mi camino por el macramé me brinda más aprendizaje del que podría imaginar. Primero y visible es el manual, el producto terminado. Todo el proceso: una idea, o una solicitud específica, escoger materiales, establecer medidas, hacer un dibujo, sacar números sobre cantidad de material, horas, costo y ganancia. Una ficha técnica de cada pieza.
Luego viene el otro aprendizaje, el personal, la reflexión, las analogías con la vida. Ese aprendizaje que no contemple al iniciar. Una de ellas, trabajar en el equilibrio de la suave firmeza; aprender a mediar la fuerza para obtener el resultado deseado, sin asfixiar (el nudo y la existencia) o soltar demasiado y con ello, perder la armonía en un diseño y el rumbo en la vida. Una analogía de la forma como nos relacionamos con nosotros mismos, con los demás y con nuestros sueños.
Otro más, poner todos los sentidos en lo que estamos haciendo, cuidar los detalles, resolver antes de avanzar. De lo contrario varias cosas se pueden presentar: dar por sentado que lo éstas haciendo bien, cuando tal vez estés actuando de forma automática. Avanzar y avanzar que cuando hagas una pausa y detectes un detalle a corregir, hayas avanzado tanto, que tengas que deshacer gran parte de lo avanzado para corregir y peor aún, que ya no se logre corregir o tenga una alteración considerable. Estoy hablando de un tapiz de macramé. Imagínate estos escenarios en las relaciones humanas, esas relaciones afectivas que nutren nuestra vida, que nos importan y su existencia hace una diferencia. Resolver los detalles antes de avanzar. Siempre he dicho que no hay perdida pequeña. Sumaria que por más pequeño que sea, todo detalle merece una pausa.
Hoy 15 de abril, mi madre cumpliría años. Se llamaba Rosa. Le decían Rosita. Por elección y gozo, sus cumpleaños los pasaba con su marido y su marido, o sea mi papá, la complacía en sus deseos tal cual lo hizo en sus casi 50 años de casados. Mi madre era una gran conversadora, otras veces silenciosa. Asocio su silencio a una posterior reflexión, pensamiento e inquietud que llegaba a su mente. Siempre dispuesta a aprender y hacer las preguntas necesarias que calmaran su mente inquieta. Sus últimos meses de vida me dio como regalo una gran elección que considero salvo mí existencia: reconocer mi debilidad, aceptar mi fragilidad, hablar de ello, permitírmelo y dejarme arropar. Reconocer mis debilidades es una de mis fortalezas, hoy así lo traduzco y será tema de otra ocasión.
A mi mamá no le gustaría esta foto porque no trae los labios pintados. A mi encanta su sonrisa y su mirada. “Lo Extraordinario de lo Cotidiano”, un espacio donde cada día es un motivo. Valoro tu tiempo.
*Cachanilla de nacimiento, comunicóloga de profesión, amante del cuerpo por vocación. Crecí análoga, me convertí digital. Asesora en Comunicación, Redactora de Contenidos, Fotógrafa. Mi sitio: gladysvillalobos.wordpress.com/
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