Semanario El Pionero

Expresión de Mexicali y su Valle

#ColumnaInvitada…

La lluvia

Por  Rafael Mendoza Madrid

En medio de una noche nublada y oscura, logre escuchar voces perdidas en el espacio que decían: “Afuera está Lloviendo.”. Un aire fresco y bañado por la lluvia lograba filtrarse hacia el interior de las chozas algunas hechas a base de horcones y de tablas de madera de cuyas rendijas se dejaba escapar un agradable olor a ocote, a tierra mojada… La lluvia arreciaba y los techos de lámina rezumbaban al caer los fuertes chorros de agua acompañada de granizo. El Pueblo ya dormía y solo se alcanzaba a distinguir por una de las ventanas del jacal la débil luz de alguna lámpara o cachimba de aceite de petróleo cuya mecha o pabilo prendido se medio apagaba por momentos, quizá por alguna leve ráfaga de viento… La fuerte caída de la lluvia lograba hacer menos escuchable el tropel de los caballos que subían de la milpa o bajaban de la Sierra montados por vaqueros o jinetes a quienes la noche los había sorprendido en el camino o trabajando en la labor. En medio de la inmensa oscuridad y debido a la tupida y pertinaz lluvia, era imposible observar a cabalidad a las bestias y a quienes las montaban por lo que solo se escuchaba su fuerte e impresionante tropel. Era a finales de un mes de diciembre, ya entrado el invierno por lo que el tremendo frío serrano también se dejaba sentir de manera congelante y brutal por lo que, en los fogones o chimeneas de las casas, amanecían ardiendo gruesos troncos de leña de mezquite o de palo de fierro. Era la única calefacción de pobres y ricos. El ruido provocado por el caer de la lluvia como que servía de arrullo para los pobladores, cuyos corazones les latían fuerte de gozo porque estaba lloviendo en el pueblo y sus alrededores, por lo que se dormían a pierna tendida dándole gracias a Tata Dios, en tanto la lluvia continuaba dejando caer sobre la tierra su bendito regalo.     El mañana sería otro día, diferente o igual al anterior, quien sabe. En tanto la lluvia no cesaba y la gente dormía y soñaba. Y no era para menos: Porque por fin estaba lloviendo, luego de una larga y angustiosa sequía.

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