Pa’ ingenio… el mexicano
Por Ramón Durón Ruíz (†)
El mexicano es un ser excepcional, vibra con el espíritu de amor a la vida, transpira el humor a raudales, será porque sabe que es una de las maneras más fáciles de conectar cuerpo y alma.
El humor nos conduce inevitablemente a una percepción positiva del universo, trasluce los milagros que diariamente tiene la vida, nos lleva a salir airosos ante la enfermedad, aportándonos múltiples beneficios a la salud, y entregándonos a la vez un profundo “proceso de renovación material y espiritual”.
Cuando tenemos el privilegio de reír, al margen del estado físico y emocional de nuestra salud, enviamos el mensaje a la mente y con ella al universo de que todo está bien, y éstos a su vez devuelven a nuestro cuerpo el mensaje de que estamos vibrando en un ambiente de armonía positiva, el cual nos conduce a un estado de bienestar. Permítame presentarle amable lector, dos muestras de ingenio del mexicano sobre un mismo tema:
“Estando el general revolucionario Cándido Aguilar Vargas, a la sazón secretario de Relaciones Exteriores en el periodo presidencial de su suegro, Don Venustiano Carranza, cierto día llegó al Ministerio Don Cándido, de un genio de los mil demonios y malhumorado, su secretario particular, al verlo, discretamente se le acercó diciéndole:
–– Señor secretario, el embajador de Estados Unidos solicita audiencia, dice que le urge verlo.
–– Dígale que ‘inge a su madre mil veces –le contestó el general–, que no lo voy a recibir, así dígale, si no el que va a ‘ingar a su madre es usted.
El atildado secretario se dirigió hacia donde lo esperaba el embajador, nervioso y apesadumbrado, no sabía qué hacer, no podía atender de mala manera al representante del país más poderoso del mundo, pero tampoco quería desobedecer a su jefe y en consecuencia perder su empleo; así es que inteligentemente le dijo:
–– Señor embajador, el señor ministro no está en disposición de recibirlo… SE “LAMENTÓ” MUCHO.”
“El otro ejemplo sucedió en uno de los ataques de Israel a los palestinos, resulta que muere un alemán, un gringo y un mexicano, como su comportamiento no había sido del todo bueno, llegan al infierno, en donde inmediatamente se topan con el diablo mayor:
–– Les voy a dar una oportunidad –les dice burlonamente–, al que me miente la madre sin que yo me dé cuenta, como premio lo envío al cielo.
El alemán discretamente levanta su diestra como si fuera a acomodarse el pelo.
–– No, ésa es una mentada muy conocida y vieja, ¡por ‘endejo te toca el asador de carne!
El gringo, con los ojos desorbitados, sólo alcanzó a murmurar entre dientes:
–– Fuck your mother!
–– Estúpido –replica el diablo mayor–, acuérdate que yo escucho todo en este infierno, así es que ¡serás enviado a la caldera de aceite ardiendo de por vida!
El mexicano, todo asustado y no sabiendo qué hacer, se acerca al diablo y le dice:
–– Mira, yo sé que tú eres muy chingón, que no me atrevo ni siquiera a pensar en hacer algo en contra tuya, te hago una propuesta, vamos a hacer negocio.
–– ¿Negocio?, no entiendo, ¿cómo?
–– Mira, acuérdate que el mundo está lleno de ‘endejos, y aquí no es la excepción, te vendo una secadora para el pelo.
–– ¿Y para qué quiero yo una secadora de pelo?
Para que se la vendas a tu mamá.
–– ¿A mi mamá, y para qué?, ¿qué gano yo?
–– Mira, en China me cuesta $50, te la vendo en $55, tú se la vendes a tu mamá en $100 y tu mamá se la vende a todos en $200; como es tu madre todos la van a comprar. Así el negocio es muy simple:
¡‘INGO YO!, ¡‘INGAS TÚ! y ¡‘INGA TU MADRE!”
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