Los lazos a prueba
Por Gladys Villalobos*
En un evento internacional, en uno de los centros de convenciones más grandes de la Ciudad de México, un grupo de compañeras de trabajo provenientes de diferentes estados de la República y yo disfrutábamos de un ánimo festivo por coincidir un par de días en la Ciudad de los Palacios y en la antesala de días de aprendizaje profesional.
Ese era el escenario inicial, como esa primera escena de una película. La cámara abierta nos deja ver la inmensidad del lugar, muchas personas en movimiento y va cerrando poco a poco su enfoque a un grupo de mujeres sonrientes en ascenso por la escalera eléctrica. Una escena común de una película comercial.
Una hora después íbamos atrás de una ambulancia con rumbo desconocido. Una de mis compañeras sufrió lo que resumiré como un preinfarto. No recuerdo el termino médico, solo que tenía que ver con su corazón. Y creo que no lo recuerdo por decisión dado que lo escuche infinidad de veces durante los siete días posterior que estuvimos en el hospital.
Unas horas llenas de caos adentro y afuera de nosotros, en la confusión, en el temor, la espera. Ver al equipo de paramédicos en maniobras de reanimación nos daba mucho margen a nuestra imaginación. Una lucha entre la fe y la emoción. Lograron estabilizar sus signos vitales. En el resto de nosotras impero la tranquilidad eventual y el silencio ¿en qué momento sucedió eso?
Los días transcurrieron en medio de estudios, análisis, médicos, especialistas. Ella estable, pálida y conmovida con la vida. Su vida saludable y su corazón ejercitado habían claudicado por un instante. Nosotras nos avocamos a ella. El evento internacional paso a segundo y nos asignamos turnos para acompañarla. El aprendizaje resulto más profundo que el esperando, ya no era profesional, sino el de vida, ese que es más importante, que nos invita a la evolución como seres humanos.
Siete días después le dieron alta médica y la acompañaba a ella en sillas de ruedas y a un familiar al aeropuerto. En su ciudad natal terminaría su recuperación y empezaría su tratamiento.
A la distancia, pienso el día que la ingresamos y me da ternura el recuerdo. Una de ellas rezaba, la otra lloraba y fumaba al mismo tiempo, otra no respiraba y solo decía “todo va a estar bien”. Una más quería hablarle no sé para qué a “no se quien” que era primo de “no se quién” que fue Presidente Municipal de un pueblo que no se ni pronunciar. Me recuerdo a mí como una caricatura en unas sandalias de baño número 3 prestadas, con los talones de fuera dado que mis pies de princesa calzan del 6, esto posterior a retirarme los zapatos de tacón que estrangulaban mis pies. De un lado al otro del hospital, haciendo uso de mi habilidad verbal y diplomacia para obtener información al momento del estado de nuestra compañera. Fui un fastidio para enfermeras y doctores.
“Las tormentas ponen a prueba los lazos, los amarran o diluyen para siempre” esa frase vino a mi mente una noche que pase en el hospital. Ella dormía, yo la veía. La habitación era linda, el sofá era decorativo, su cualidad no era ser confortable. Frase que será tema de otra semana.
“Lo Extraordinario de lo Cotidiano”, un espacio donde cada día es un motivo. Valoro tu tiempo.
* Cachanilla de nacimiento, comunicóloga de profesión, amante del cuerpo por vocación. Crecí análoga, me convertí digital. Asesora en Comunicación, Redactora de Contenidos, Fotógrafa. Instructora 450PMA Pilates/ 200RYT Yoga. Mi sitio: gladysvillalobos.wordpress.com/ Contacto: [email protected]
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