Valle de Guadalupe
Desde la presencia de Enrique Pelayo Torres al frete del Ayuntamiento de Ensenada, y posiblemente desde antes, algunos empresarios vieron la opción -unos de abandonar la actividad frutícola y otros la compra de terrenos- de crear nuevo polos de desarrollo habitacional en el valle de Guadalupe.
Quienes decidieron vender y abandonar la producción de aceituna y vid, lo hicieron porque desde hace tiempo han tenido problemas para el riego de sus plantaciones y aún así, ninguna autoridad ha detenido el incremento en la superficie destinada a la vitivinicultura, por el contrario, la han promocionado y apoyado.
Si bien las grandes empresas han continuado sus proyectos, la presencia de medianos y pequeños productores de uva incursionan en la vinicultura, desarrollando vinos con marcas propias que son degustados en espacios acondicionados para ello, junto con platillos típicos o gourmet, según sea el caso.
A lo largo y ancho del valle de Guadalupe, donde aún se siente la herencia de las familias rusas que llegaron a la zona en el año de 1905, encuentra una serie de viñedos con instalaciones de primer nivel, en donde los platillos elaborados por reconocidos chefs y el maridaje con los vinos de la casa resultan excelentes.
Las autoridades federales, estatales y del municipio de Ensenada, tienen la obligación y la responsabilidad de evitar que el valle de Guadalupe, ahora convertido en un atractivo gastronómico y de producción vinícola de clase mundial, tenga serios tropiezos para conservar ese estatus.
El principal problema para atender las necesidades de las instalaciones hoteleras en proceso y de los proyectos habitacionales, es el suministro de agua y las autoridades de los tres niveles de gobierno lo saben, al igual que lo conocen quienes pretenden fraccionar, pero no podemos soslayar que Marco Antonio Novelo Osuna, alcalde de Ensenada, es hotelero, promotor de turismo.
Se menciona que se tiene un “Programa Sectorial de Desarrollo Urbano-Turístico de los Valles Vitivinícolas de la Zona Norte del Municipio de Ensenada”, mismo que ha permitido a las actuales autoridades municipales abrir unos 100 expedientes derivados de inspecciones de catastro y control urbano en el Valle de Guadalupe.
César Cuevas Ceseña, director de Ecología y Administración Urbana, de Ensenada ha dicho que, para el valle de Guadalupe, “el objetivo es conservar la imagen urbana del valle, privilegiando en tema del cultivo y de las actividades alrededor de la vid y el olivo”.
Independientemente del monto de las inversiones que se pudieran hacer para vivienda de descanso, nuevos hoteles o espacios habitacionales, las autoridades de Ensenada no pueden ignorar que el limitante es el agua y que el vital líquido ha sido muy demandado, desde hace años por los agricultores con plantaciones de olivo y vid.
El gobierno de Baja California, junto con la Comisión Nacional del Agua y la Secretaria del Medio Ambiente, deberá de trabajar conjuntamente con las autoridades municipales para evitar que en un futuro no muy lejano se pierda el encanto del valle de Guadalupe como un emporio turístico de atracción mundial.
Si bien en el valle de Guadalupe ya se tienen avances en un mejor aprovechamiento del agua mediante sistemas presurizados para el riego de los olivos y de la vid, el incremento de la superficie, con vid principalmente debe de ser supervisada para no caer en la sobre explotación del raquítico acuífero.
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