Semanario El Pionero

Expresión de Mexicali y su Valle

Incongruencias del lema: “Sin Maíz no hay País”

Por Guadalupe Villalobos Guerrero

Visión Agropecuaria 1120am.

El pasado 29 de septiembre, en la ceremonia del Día Nacional del Maíz, la presidenta Claudia Sheinbaum repitió lo que ya se ha vuelto costumbre en la narrativa oficial: frases cargadas de simbolismo, discursos nacionalistas y promesas de apoyo al campo que contrastan profundamente con la realidad que enfrentan los productores.

Se habló de preservar 64 especies nativas de maíz, de generar bienestar a los campesinos, de mantener el Precio de Garantía en 5 mil pesos por tonelada y de reafirmar la prohibición de sembrar maíz transgénico en México. Además, se recordó con orgullo que este grano fue domesticado en Mesoamérica hace 9 mil años.

Pero las cifras, que nunca mienten, dibujan otro escenario:

* México apenas aporta el 2% de la producción mundial de maíz, con 23.1 millones de toneladas.

* Somos, en cambio, el quinto consumidor mundial con alrededor de 49 millones de toneladas.

* Para este 2025 se espera que el país importe 25 millones de toneladas, una cifra superior a lo que producimos, y casi en su totalidad provenientes de Estados Unidos… todas transgénicas. Y se espera que 1 millón, si leyó bien 1 millón de maíz blanco para consumo humano transgénico.

La contradicción es evidente: presumimos ser la cuna del maíz, pero dependemos del extranjero para abastecer a nuestra población y a la industria pecuaria.

Hipocresía, mentiras e ilusiones

En el discurso oficial hay más incongruencias que certezas:

* Hipocresía: rechazamos la siembra de transgénicos, pero consumimos millones de toneladas importadas.

* Mentiras: se asegura que hay apoyo al productor, mientras el campo entero denuncia abandono y falta de estímulos reales.

* Ilusiones: con un precio de garantía de 5 mil pesos, se dice que habrá bienestar para los campesinos. Pero un productor de 2 a 5 hectáreas apenas logra sobrevivir con esos ingresos.

* Demagogia: se promete soberanía alimentaria apoyando solo a productores de subsistencia, cuando es evidente que sin fortalecer al mediano y al comercial, nunca será posible.

* Nacionalismo barato: se exaltan las 65 variedades nativas, mientras seguimos importando más del 50% del maíz que consumimos.

La pregunta de fondo

¿Cómo puede ser que un país que domesticó el maíz hace 9 mil años dependa hoy de los graneros extranjeros?

La respuesta está en la falta de políticas coherentes. México necesita más que discursos y ceremonias: requiere inversión en infraestructura hídrica, acceso a créditos blandos, apoyo a la tecnificación del riego, impulso a la investigación genética y apertura de nuevos mercados.

Mientras sigamos alimentando ilusiones con discursos y manteniendo la dependencia del maíz importado, la frase “Sin Maíz no hay País” será más un eslogan vacío que una política de Estado.

El reto es claro: producir más, producir mejor y apoyar a todos los productores, sin excluir al pequeño ni marginar al comercial. Solo así México podrá aspirar verdaderamente a la soberanía alimentaria.