
Gerardo Fernández Noroña, diputado del PT, participó en la Cuarta Reunión Plenaria del Grupo Parlamentario del PVEM realizada en el salón Legisladores de la República de la Cámara de Diputados.
El triste papel de Noroña
Por Carlos Zúñiga
Recordado será el primer año de la actual legislatura por la forma en la que fueron procesadas las reformas más trascendentales de la llamada Cuarta Transformación -hechas al vapor, con la aplanadora morenista, controvertidas- y por la forma en la cual los presidentes de la mesa directiva condujeron los trabajos, en particular, Gerardo Fernández Noroña en el Senado de la República.
Llegó a la cámara alta por las listas de Morena, sin ser electo por el voto directo, como parte de los acuerdos que repartieron premios de consolación entre las “corcholatas”. Su deseo de ser presidente de la república prevalece, aunque también su imagen de bravucón, misógino y ahora poco honesto.
Cuentan quienes lo conocían la década pasada que su actuación como político rebelde era solo un papel que representaba. Que en realidad era un hombre “muy culto y preparado” buscando atención y quedar bien con los dirigentes del movimiento que ahora gobierna. Son célebres sus desplantes a Felipe Calderón, su activismo contra Peña Nieto que incluía plantones, bloqueos carreteros, protestas, enfrentamientos contra fuerzas de seguridad e intervenciones teatrales en la Cámara de Diputados.
Pero al convertirse en senador, dio muestras que aquel refrán que dice “no es lo mismo ser borracho que cantinero” es muy real. Como presidente de la mesa directiva, fue intolerante con acciones como las que él protagonizaba cuando era un legislador más.
Su actitud pendenciera, provocadora a la ligera, llena de insultos, tuvo su punto álgido el miércoles, cuando se llegó a la agresión física de Alejandro “Alito” Moreno hacia él, con empujones y golpes. El espacio para el debate y diálogo se desvaneció.
Pasamos de un Noroña austerísimo y que vivía al día, según él en una vecindad, a uno que apenas se sentó en la presidencia de la Cámara Alta, se acostumbró a viajes en primera clase, de camionetas de lujo, compras en tiendas departamentales, cenas en buenos y costosos restaurantes.
Y ahora, la compra de una casa con valor superior a 12 millones de pesos en el municipio de Tepoztlán, que, si bien no es nueva, no queda claro como accedió al crédito para adquirirla y con qué recursos cubre las mensualidades. Mal envejecieron las palabras de Noroña que se vanagloriaba que como “hijo del pueblo” se hizo senador de la República, convencido que “un plebeyo como yo no habría podido nunca aspirar a encabezar la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores.”
Un plebeyo que con un enorme complejo de inferioridad se atreve a concluir entrevistas abruptamente, señalar y agredir periodistas que lo confrontan y peor aún, hacer que un ciudadano le pidiera disculpas públicas por haberlo increpado en una sala VIP del aeropuerto capitalino. Adoptó hipócritamente el precepto de austeridad de Andrés Manuel López Obrador y engaño a sus seguidores, que increíblemente, no son pocos. Y que haya quien lo admire en medio de todo esto, es lo más desmoralizante.
COLABORADOR @CARLOSZUP
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