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AMLO superior a expresidentes

Por Armando Ríos Ruiz › tabloiderevista.com

El descubrimiento del campo de exterminio de Techiutlán, Jalisco, es indudablemente el peor de los peores referentes de maldad encontrado a todo lo largo de la historia mexicana, prohijado por gobierno alguno que haya dejado memoria similar, salvo el caso Ayotzinapa, rebasado con creces en los anales de participación de las mismas autoridades coludidas con el crimen.

Lo peor es esto. Que sea la misma autoridad la que lo inspiró con la sesuda estrategia de Abrazos, no balazos, que acabó por desnudar las verdaderas intenciones ruines de un presidente mal nacido. Mal formado. Que desplegó una vida moldeada en sus propios traumas, que le inculcaron que el mejor camino para triunfar, es utilizar las acciones más viles, miserables, abyectas, para someter al pueblo, que engañó y aún engaña con su fingida dedicación a servirlo.

Tan bien le funcionó, que aún las clases desinformadas, desprotegidas y algunos que inclusive gozan de educación en escuelas superiores, lo veneran tal vez más o por lo menos, a la par que a Dios mismo. Así es como funcionan esas estrategias engañosas que convencen a los más débiles mentalmente, para enquistarse en el poder y para transformarlo conforme su fuerza se agiganta, sin que éstos lo capten. Y cuando les cae el veinte, ya no pueden hacer nada.

Pero el caso Ayotzinapa, ocurrido hace más de 10 años, también es obra suya. La desaparición de 43 estudiantes de esa escuela fue la primera revelación de colusión del político y el llamado crimen organizado. Las investigaciones señalaron al que fungía como presidente municipal de Iguala, impuesto por él,

inmiscuido en las ejecuciones y los indicios dicen que tal vez es uno de sus remotos eslabones de la muy larga cadena que lo ha unido con la delincuencia.

Este tabasqueño supo superar a todos los gobiernos anteriores. Corruptos y desviados de la verdadera vocación de servicio al pueblo. Criticó todo el tiempo, principalmente a Felipe Calderón, porque supuestamente le robó la elección. Nunca pudo demostrarlo. Inclusive, su alumna y sucesora tiene la consigna de continuar con los denuestos al ex mandatario, que sigue al pie de la letra.

Aquél Presidente inició una guerra contra los criminales, como quiera que haya sido y resultado. Pero jamás tuvo una ocurrencia tan llena de bajeza y de inteligencia, de pregonar que con abrazos los obligaría a dejar el mal camino. O con acusarlos con sus mamacitas, porque estas estrategias eran las mejores para retirarlos de delinquir. Según él, ambas se referían a las causas. Seguramente se necesita algún grado de retraso mental para creer que funcionarían. Lo cierto es que sostuvo esta ofensa a los mexicanos, hasta el final de su gobierno.

Durante la siguiente administración de Enrique Peña Nieto, otro corruptazo sin sesos y ávido de dinero, que hacía como que gobernaba y dejaba ese difícil y espinoso asunto en manos de otro funcionario, fue urdida la llamada estafa maestra, que involucró muchas universidades y que dejó un desfalco superior a los siete mil millones de pesos, con desvío de dinero a empresas fantasmas.

El Presidente de Tabasco no iba a quedarse atrás. El director de la empresa denominada Seguridad Alimentaria de México (SEGALMEX), Ignacio Ovalle, su paisano y amigo de jóvenes, quien otorgó el primer trabajo al futuro presidente, desapareció casi 20 mil millones de pesos. ¿Sólo? Seguramente lo invitó al gran negocio, lo urdieron juntos o se le ocurrió al Presidente. El caso es que fue exonerado inmediatamente y puesto en otra función.

Y respecto a las sucesivas olas de violencia ocurridas desde el siglo pasado, fueron in crescendo hasta desbordarse. Nadie podría jactarse de ser el mejor. El que más permitió. En 1993 fue asesinado a tiros, el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, obispo de Guadalajara, en el estacionamiento del aeropuerto de esta ciudad. Supuestamente lo confundieron con el Chapo Guzmán.

Hoy, los asesinatos son por docenas y todos los días. No existe autoridad que los pare. Pero sí que los fomenta con su tolerancia.

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