
Por Roberto Abe Camil
A los amigos de V Centenario.
Hace días, tuve un intercambio de impresiones con los Doctores Alejandro González Acosta y Román Sánchez Fernández, en un grupo de mensajería electrónica donde además de mantenernos en contacto, compartimos los temas más diversos. Alejandro y Román no solo son eruditos, sino que afortunadamente son dueños también, de un envidiable sentido del humor. Comentamos la absurda decisión de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, de acotar la Fiesta Brava, paso previo a su muy probable extinción en el valle de México, después de aproximadamente quinientos años de arraigo y permanencia en la identidad que surgió tras la conquista.
Las opiniones partieron desde juicios certeros tales como que primero se debería prohibir el nepotismo y la impunidad en vez de una corrida de toros a otros más chuscos como el que ahora las competencias de tiro deportivo serán con cartuchos de salva o bien las funciones de box sin golpes. También surgió la pregunta sobre qué pasará en Estados de la República de fuerte tradición taurina como lo son Aguascalientes y Tlaxcala. Aquí fue inevitable referirnos en particular al orgulloso mestizaje tlaxcalteca, en el cual la tauromaquia es un referente de primer orden. Tlaxcala es una muestra ineludible del México que se ha conformado a lo largo de medio milenio.
Sus habitantes originarios fueron una de las siete tribus que emigró del mítico Aztlán al centro de México, a diferencia de los mexicas y otras tribus nahuatlacas no se consolidaron como una monarquía o una autocracia, sino que conformaron una suerte de república o confederación con cuatro señoríos: Tizatlán, Ocotelulco, Quiahuiztlan y Tepetlixpa. Durante el México precortesiano, los tlaxcaltecas adquirieron fama de guerreros legendarios, los mexicas jamás pudieron vencerlos, la historia de Tlahuicole, aquel Hércules mesoamericano, es la más clara manifestación de las prendas de los guerreros tlaxcaltecas.
Es de sobra conocida la relevante participación de los tlaxcaltecas en la conquista de México, la historia oficial exalta a Xicohténcatl el joven por haberse rebelado contra Cortés, pero también ha sepultado la memoria de su valerosa hermana Tecuelhuetzin, esposa de Pedro de Alvarado y una de las mujeres más relevantes del siglo XVI mexicano. La alianza de los tlaxcaltecas con los conquistadores les valió en versiones oficiales de la historia al igual que a la Malinche, el absurdo mote de traidores, cuando fueron precisamente todo lo contrario: forjadores del mestizaje y de la nación mexicana.
Tlaxcala no solo fue tierra fértil para la unión de europeos con mesoamericanas, sino también de la evangelización, no en vano la primera capilla de México se construyó en Tepetlixpa en jornadas previas a la caída de Tenochtitlán, afortunadamente sus muros aún están en pie. De igual forma, del convento de Nuestra Señora de las Nieves, ubicado en las orillas de la ciudad de Tlaxcala, partió la diáspora de 400 familias que colonizaron y evangelizaron el norte de la Nueva España, ciudades como Saltillo fueron fundadas por tlaxcaltecas. El haber sido aliada de Cortés, supuso para Tlaxcala, privilegios y reconocimientos a lo largo del virreinato. Pero el histórico territorio supo también estar a la altura de las circunstancias en el México independiente. El coronel Felipe Santiago Xicohtencatl, comandante del Batallón Activo de San Blas, quien sucumbió junto a sus tropas en la Batalla de Chapultepec en 1847, fue originario de Contla en Tlaxcala.
Lo mencionado viene a colación, porque los tlaxcaltecas no solo han sabido resistir aislamientos a lo largo de su historia, sino son una estirpe orgullosa, es muy emotivo ver a tlaxcaltecas hoy en día, muy orgullosos de la combinación de sus apellidos hispanos con aquellos de raíz náhuatl. Las corridas de toros en México se remontan a 1526, a instancias de Hernán Cortés, fueron recurrentes en las fiestas de San Hipólito o para celebrar la llegada de un virrey. Los detractores del carismático Bernardo de Gálvez 49 virrey, lo acusaron de querer ganarse al pueblo precisamente celebrando corridas de toros. Lo que bien es cierto, es que a partir de entonces los toros llegaron para quedarse y no hay festejo patronal en México sin un espectáculo taurino.
Volviendo a Tlaxcala, la tauromaquia no solo es una afición arraigada, sino como ya se mencionó, es un elemento de identidad. También forma parte importante de la vida en el campo regional, las haciendas ganaderas son a Tlaxcala, lo que alguna vez fueron las haciendas azucareras en Morelos. Incluso el gobierno de Tlaxcala ve a la tauromaquia no solo como una tradición sino como un motor de turismo, generación de empleos y desarrollo económico y cuenta entre sus dependencias con él Instituto Tlaxcalteca de Desarrollo Taurino. Todo lo anterior constituye a Tlaxcala en un referente de centenaria identidad y memoria histórica y como bien lo mencionó Alejandro González Acosta, en la Numancia taurina de México
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