La ley para Sheinbaum
Por Armando Ríos Ruiz › tabloiderevista.com
Claudia Sheinbaum, la presidenta de todos los mexicanos. La misma que juró respetar la Constitución General de la República cuando tomó posesión del cargo. La que, con su respeto a la misma debería poner el ejemplo de que en México vivimos en un Estado de Derecho, simplemente se niega porque le da la gana. Porque ella está por encima de la ley, principalmente de la que dicta cualquier miembro del Poder Judicial. Porque su poder es superior.
Aquella expresión burda hecha por el ex presidente. El maestro y guía de la actual mandataria.
Uno de los más ignorantes de la historia mexicana y más autoritario. Acomplejado, vengativo y con muchos defectos más, incluido el que se refiere a no importarle exhibirlos diariamente o el cinismo: ¡’no me vengan con que la ley es la ley!’ Fue expuesta hoy nuevamente, por la Presidenta que abrevó de sus enseñanzas como la mejor alumna.
No fue la mejor cuando en las aulas universitarias abrevaba el aprendizaje que la convertiría en la supuesta científica que hoy presume ser y no se le conoce un solo mérito que le de ese crédito, salvo haber participado en un trabajo de ese género que en la realidad no le otorga esa calificación. Pero sí supo destacarse como la mejor política para el de Macuspana, por saber callar muchos de sus secretos. Esta conducta le valió ser hoy la Presidenta de México.
Pero, así como no ha demostrado ser científica, menos ha demostrado ser conocedora de las leyes del país y mucho menos una buena política. Lo único que ha demostrado es que fue una pésima servidora pública, tanto en la delegación Tlalpan, como en la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. En ambos cargos quedó ampliamente en deuda por los percances mortales que ocurrieron y que no la hicieron siquiera ruborizarse.
Y resulta criticable, aunque su decisión le haya redituado con la Presidencia de México, que se haya sometido a las enseñanzas de un ignorante y no le haya permitido descubrirlo. Tampoco hasta hoy le permite elucidar que tiene obligación de acatar las resoluciones de un juez, pues aún funciona la Suprema Corte, aunque le pese. Aún no está a su servicio.
La jueza Nancy Juárez, del Décimo Noveno Distrito en Veracruz, le ordenó bajar del Diario Oficial de la Federación la reforma constitucional al Poder Judicial, que promulgó el 15 de septiembre el anterior mandatario. Estableció un plazo de 24 horas para la Presidenta o de lo contrario, ’afrontar una pena de tres a nueve años de prisión, una multa y la destitución e inhabilitación de tres a nueve años para desempeñar otro cargo’.
La señora respondió que ’la jueza no tiene ninguna atribución para solicitar que se quite del Diario Oficial de la Federación esta publicación’, que instaura a partir de 2025 la elección popular de todos los jueces, magistrados y la Suprema Corte. ’Primero, porque no tiene ninguna atribución, porque una jueza no está por encima del pueblo de México y, segundo, porque jurídicamente no tiene ningún sustento lo que está haciendo’.
La señora insiste en que es el pueblo el que demanda la desaparición de la Suprema Corte e imponer un aparato al servicio completo de la Presidencia, con jueces, magistrados, ministros y con todo el personal responsable de la procuración de justicia sometido. Pero nadie sabe que el pueblo haya tenido esa ocurrencia. Lo que se conoce es que el anterior mandatario la ideó como venganza y que ahora, ella tiene la obligación de completar el capricho.
Ahora, la Presidenta va a demandar a la jueza, en lugar de someterse al mandato. El problema es ¿quién va a hacer cumplir el castigo por desacato?
Ni modo que la Fiscalía General de la República, que está, igual que el Poder Legislativo, al servicio entero de la Presidencia de México. Sólo le falta el Judicial, para entonces sí, hacer también realidad aquella expresión hecha hace muchos años por su mentor: ¡al diablo con las instituciones!
Dice que el pueblo de México eligió a sus gobernantes, a sus diputados, a sus senadores y ahora quiere elegir a jueces, magistrados y ministros y esto es una mentira de su tamaño.
Porque en última instancia, todos los anteriores fueron impuestos. Yo no voto por representantes dizque populares porque no lo son. En realidad, el pueblo elige lacayos del primer mandatario, que en el Congreso no representan a nadie, sino los intereses del que manda.
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