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Gerardo Fernández ’La roña’.

Los nuevos dueños de México

Por Armando Ríos Ruiz ›tabloiderevista.com

Hace muchos sexenios he sostenido que los presidentes de México en turno, priístas, panistas y ahora morenistas, han creído fehacientemente que, una vez ungidos por el voto popular, los mexicanos les regalaron el país, para hacer y deshacer a discreción y aunque anteriormente se guardaban ciertas formas, los más recientes están convencidos profundamente de su propiedad absoluta.

Pero ahora se agregó otro fenómeno. Ya no es sólo el Presidente quien se siente dueño.

Ahora muchos morenistas, principalmente quienes alcanzaron en esta última elección algún cargo importante de elección popular, como el impresentable, empoderado, prepotente presidente del Senado, Gerardo Fernández ’La roña’, apodado así por periodistas por su insultante ordinariez, misoginia, vulgaridad y otros calificativos, quien no puede ocultar ese sentimiento.

Se siente inmaculado e intocable. Hace poco denunció haber sido agredido física y verbalmente, en la sala de espera de American Express, en el aeropuerto de la Ciudad de México.

Yo me pregunto: ¿quién no quisiera retarlo a un duelo a muerte, sólo por observar su comportamiento, valiente con las mujeres y cobarde con otro hombre hasta de menos peso, física y políticamente?

Además, es un hombre público que ostenta un cargo delicado, expuesto a esa clase de suerte. Si no le gusta, entonces que rente un avión particular mientras lucha por las clases más pobres del país, vestido con trajes de marca, lo mismo que zapatos demasiado caros, aunque su presencia sea la misma que cuando no tenía más que un despacho de quinta en el centro de la ciudad y no podía darse los lujos que hoy le es demasiado difícil ocultar.

Todo esto viene por la intención aprobada en la Suprema Corte, de someter a revisión la reforma judicial, por ocho votos contra tres, que permitirá a los ministros revertirla, matizarla e inclusive detenerla.

Lo anterior llenó de esperanza a millones de mexicanos, que a partir de entonces vislumbran una luz al final del túnel, que puede evitar que el país sea llevado a la dictadura, pese a los dichos de ese individuo de referencia y de otros, incluida la misma Presidenta.

Todos esos morenistas han dado en aseverar que ya está aprobada y que no puede ser revertida. Pero lo que quiere la Corte es someter a consideración la forma en que fue aprobada y lo que sabemos por haber sido testigos, es que se emplearon las maneras más burdas, malolientes, repulsivas, ventajosas, por contar con una mayoría tramposa en el Congreso.

Por lo tanto, hay argumentos suficientes, como también lo han esgrimido otros valiosos abogados. Verbigracia, Francisco Burgoa, maestro de la Facultad de Derecho y auténtico defensor de los mexicanos, cuyo propósito es detener los abusos de esos políticos que aprovechan la ignorancia y el agradecimiento de sus simpatizantes, gracias al maíz que les dan cada dos meses.

En la revisión de la propuesta, obviamente no estuvieron de acuerdo Lenia Batres, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz.

Es decir, las tres menos calificadas para desempeñar tan honroso cargo. La primera ha sido acusada de profundamente ignorante en materia jurídica. La segunda, de plagiaria de dos tesis, que la acreditan como abogada y como doctora y la tercera de mentirosa.

Las tres fueron nombradas por el ex Presidente y por ello están obligadas a responderle siempre de acuerdo con sus torcidas intenciones. Las tres han sido exhibidas como incondicionales y en el caso de las primeras —Lenia y Yasmín—, como desconocedoras de la materia que desempeñan. Desechos de profesionalismo.

Lenia afirmó que el propósito de la Corte es dar un golpe de Estado.

Esta reflexión podría ser de un policía de crucero.

¿Pero de un ministro?

También Ricardo Monreal se sumó a la descalificación de la Corte y citó el gran poder aglutinado por el Congreso que pondrían en marcha para aplastar cualquier desavenencia, por el hecho de contar con mayoría calificada ’gracias a la población’ y con el ’poder reformador’, que en realidad se adjudicaron con actos de inmundicia profunda, desvergonzada y cínica.

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