Por Andrés Actis
Zapatos cerrados, pantalones hasta las rodillas, protección para el sol y una botella de agua reutilizable para evitar residuos. De esta guisa más de 1.000 vecinos de la ciudad estadounidense de Portland se pusieron manos a la obra el verano pasado para quitar losetas de cemento del parking de la iglesia Morning Star. Se trata de una de las últimas intervenciones del movimiento Depave, una organización ciudadana dedicada a combatir el efecto letal de las islas de calor en las ciudades levantando hormigón del suelo.
El cambio climático obliga a repensar el arbolado urbano: necesitamos más árboles, pero de otro tipo.
Portland tiene 635.000 habitantes. Hasta hace poco, las fuertes y frecuentes precipitaciones eran la única preocupación climática de vecinos y autoridades. Sin embargo, en los últimos años, a esta recurrente intranquilidad social se le ha sumado las intensas olas de calor inducidas por el cambio climático.
En estos días, por ejemplo, en medio de temperaturas extremas en gran parte del país, la ciudad superó los 39 grados, batiendo el récord de 37 grados de 1952, según ha confirmado el Servicio Meteorológico Nacional. El abrasante calor ha dejado un balance de 16 personas fallecidas en todo el Estado, la mayoría de ellos en el área metropolitana de Portland. En total, más de 150 millones de personas, de costa a costa (el 45% de la población de Estados Unidos), han estado bajo alerta, según los datos difundidos por el Sistema Nacional Integrado de Información sobre Salud y Calor.
La isla de calor y la alta mortalidad
La alta mortalidad, explican científicos y expertos, es consecuencia directa del efecto ‘isla de calor urbana’, es decir, del acusado aumento de la temperatura en entornos urbanos respecto a las áreas rurales o verdes circundantes. De hecho, el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) publicó de forma reciente una investigación en The Lancet sobre la estrecha relación entre muertes prematuras y el fenómeno ‘isla de calor’, un concepto científico abstracto pero fácil de percibir: los días de altas temperaturas el hormigón atrapa el calor durante el día y lo expulsa por la noche, lo que genera que los entornos urbanos sean mucho más cálidos que los espacios más verdes.
A nivel estructural, Portland tiene los cuatros factores que agudizan este efecto: pavimentos y materiales de construcción densos y oscuros; densidad y proximidad de los edificios; vegetación reducida y mucho calor residual de fuentes antropogénicas.
El sociólogo Jan Voelkel investigó la conexión entre poblaciones minoritarias y el calor urbano en Portland. Su conclusión fue que las comunidades de bajos ingresos están “desproporcionadamente” expuestas a los efectos del cambio climático, en este caso, al calor extremo. ¿El motivo? Viven en áreas con menos cobertura de copas de árboles, más pavimento y menos acceso al aire acondicionado.
Otro investigador, Vivek Shandas, profesor de estudios urbanos en la Universidad Estatal de Portland, dirigió en 2019 un proyecto de mapeo de calor en todo el país. De las 108 ciudades de EEUU investigadas, Portland tuvo la diferencia más drástica entre los vecindarios marginados y los mejor calificados.
Ante esta realidad, en 2008 un grupo de vecinos decidió activarse. Palas, picos y carretillas en mano, salieron a la calle para transformar aquellos lugares con exceso de pavimento en espacios verdes comunitarios. Con el paso del tiempo, la iniciativa se ha transformado en un exitoso movimiento ciudadano que empieza a replicarse en otras partes del mundo.
Depave calcula que de 2008 ha logrado levantar unos 33.000 metros cuadrados de pavimento, lo que equivale a cuatro campos y medio de fútbol. Otra cifra que enorgullece a sus creadores: los 83 millones de litros de agua de lluvia absorbidos por la nueva vegetación que no entraron al sistema de drenaje de la ciudad.
Actualmente, la organización tiene convenios con escuelas, comunidades religiosas, organizaciones sociales y pequeñas empresas para implantar proyectos de ecología urbana en toda la región metropolitana, que van desde la construcción de un parque natural de grandes dimensiones hasta la incorporación de algunos alcorques para árboles en el patio de un colegio para crear más sombra.
“Todo es trabajo en equipo. No se puede despavimentar solo, siempre se necesita a otra persona al lado. El esfuerzo comunitario es nuestro principal orgullo”, resume ante cada consulta periodística Katya Reyna, directora de Depave.
La ayuda de la NASA
En el verano de 2023, Depave se asoció con la NASA a través de su programa de Ciencias Aplicadas (Develop) para dimensionar el impacto del trabajo realizado. Las imágenes por satélite confirmaron que en las zonas donde se eliminó el pavimento la temperatura bajó un grado Farenheit de media en los seis casos analizados.
Los científicos desarrollaron un mapa de calor urbano utilizando un sensor infrarrojo térmico de última tecnología para capturar la temperatura de la superficie terrestre y otro mapa de vulnerabilidad al calor.
La mayor variación de temperatura ocurrió en una escuela primaria, donde la temperatura había bajado más de 7,7°F.
A juicio del investigador principal del trabajo, Keegan Kessler, los datos recogidos mediante teledetección y herramientas geoespaciales validan “los esfuerzos de Depave para mitigar el calor urbano local”. El estudio también confirma que “el calor se experimenta de manera desigual en Portland”, según el entorno físico y los factores sociodemográficos.
A medida que estos nuevos espacios verdes “sigan madurando”, su efecto refrescante aumentará, plantea Keesler como hipótesis. “Lo más interesante de este estudio es que ha dado a Depave un respaldo cuantitativo para comunicar el impacto de su trabajo en la mitigación del calor a escala local. Los datos son un aval científico para inspirar a las personas de todo el mundo a involucrarse en los esfuerzos locales de reverdecimiento urbano y justicia climática”, subraya el investigador.
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