Por Gonzalo Soto
Con la fiebre electoral en el espejo retrovisor y la resaca política de salida, adquieren una nueva perspectiva varios temas que durante la grilla pasaron de largo en el foco de la atención pública. Sin embargo, tienen un impacto significativo en el futuro inmediato de un país que se sacude la propaganda, los debates y los votos.
La gráfica es alarmante y la nueva presidenta de México, sin duda, ha perdido algunas horas de sueño junto con su equipo económico al encontrar que el déficit presupuestario del país está en niveles históricamente elevados. El déficit se da cuando los gastos del gobierno exceden los ingresos y, en el caso del primer trimestre de este año, el monto fue de 452,371 millones de pesos, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Hacienda. En el mismo periodo de 2018, dicha cifra sumaba 158,343 millones. La deuda total del país, medida como el Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público (SHRFSP) se espera rebase nuevamente el 50% del PIB, en uno de los picos más altos de la historia. Las manos de la administración federal entrante se encuentran atadas a unas finanzas públicas más endebles de lo que en campaña se quiso reconocer, pero ya con los libros y cuentas abiertas, la terca realidad podría limitar una parte de los planes de gobierno con los que se ganó votantes. Escuchar que la propia Secretaría de Comunicaciones y Transportes ha valuado en 400,000 millones de dólares hacia 2032 la inversión necesaria en infraestructura para aprovechar el nearshoring hace que muchos planes tiemblen ante nuestras finanzas. El 8 de abril, mientras millones mirábamos al cielo asombrados por el eclipse solar, en el sistema energético mexicano y en el estadounidense se aparecía un serio recordatorio de su fragilidad. A medida que el sol se ocultaba sobre una parte de Texas, por ejemplo, la generación eléctrica por gas natural se incrementó de 18.7 a 27.5 gigawatts, de acuerdo con información del Electric Reliability Council of Texas, para garantizar la demanda eléctrica. Las energías renovables, lamentablemente, no están ni cerca de asegurar el abasto en ninguna región del mundo, mientras que en México las alertas sobre el sistema eléctrico y los apagones evidencian los retrasos en infraestructura y capacidades para hacer frente a una demanda creciente empujada por el cambio climático y el propio impulso industrial. Por más que el Banco de México lo intenta, la inflación se obstina en mantenerse fuera de su rango objetivo del 3%, con una banda de tolerancia de +/- el 1%. En abril, el dato más reciente al cierre de esta edición, el Índice de Precios al Consumidor se ubicó en 4.65%, ligeramente por arriba de la expectativa de los analistas económicos. Los productos agropecuarios lideraron entonces esa escalada en la inflación, que desde la pandemia golpea los bolsillos de los mexicanos de menores ingresos, principalmente.
En las conversaciones entre empresarios e inversionistas, cuando quedaba superado el tema electoral, aparecía con frecuencia la crisis de extorsión que atraviesa el país. Según datos del gobierno federal, de 2018 a 2023, ese delito se incrementó a una tasa media anual del 26%. Tan solo en la capital del país, la extorsión subió 38.9% en 2023, mientras que en todo el territorio nacional el incremento se mantiene a doble dígito. Ningún sector está a salvo y el hartazgo dibuja ideas radicales para hacer frente a esta crisis que la política y las autoridades han dejado de lado. Ya con la certidumbre del futuro presidencial del país, vale la pena retomar algunos temas que urgen y que ponen en entredicho la viabilidad de los planes de la administración entrante. Los mítines terminaron, los aplausos escasean, la celebración quedó atrás, los problemas permanecen o, más bien, nunca se fueron. ___
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Nota del editor:
Gonzalo Soto es director
editorial de Expansión.
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