Por Víctor M. Toledo
Los mexicanos ¿estamos mejor, igual o peor que hace seis años?
Esta pregunta es la que se harán los ciudadanos al ir a votar el próximo 2 de junio. Cada votante sufragará de acuerdo con lo que su situación, percepción, experiencia, valores y vivencias le indiquen. Sin embargo, más allá de la propaganda en favor o en contra de cada una de las tres opciones visibles, de las opiniones de periodistas, comentaristas, conductores, opinadores, etcétera, y de las encuestadoras e ideologías, existe un conjunto de criterios o indicadores de utilidad para normar una opinión lo menos subjetiva posible. La realidad es mucho más compleja de lo que las opiniones esquemáticas, superficiales, banales y finalmente absurdas que hoy dominan la mayor parte de los medios expresan (prensa, radio y televisión). La realidad no es blanca o negra, sino una extensa gama de grises. De entrada, los indicadores aparecen de manera jerárquica.
Es decir, como conjuntos y subconjuntos (primarios) que son a su vez conjuntos de otros subconjuntos (secundarios) y así sucesivamente. Los mayores temas de toda política pública lo representan, al menos, los siguientes: economía, gobernanza, seguridad, educación, salud, bienestar, política exterior, comunicaciones, urbanismo, ciencia y tecnología, cultura, vivienda y ambiente. Todo ciudadano debería revisar cada uno de estos 14 temas.
Abordemos solamente el tema ambiental. Un análisis de lo ocurrido obliga a revisar las llamadas “agenda verde” (recursos naturales y conservación) y “agenda gris” (ciudades e industria), lo cual se logra mediante la exploración de los siguientes 12 temas: energía, agua, alimentos, suelos, biodiversidad, bosques y selvas, costas, mares, ciudades, industria, educación ambiental y cambio climático. Aun entre éstos hay conexiones y sinergias. Una primera mirada revela estancamiento en los temas de energía y agua y un avance muy notable en el de los alimentos (por los programas Sembrando Vida y Agricultura para el Bienestar). Similarmente no se avanzó nada en costas y mares y la frase “cambio climático” estuvo ausente del discurso del Presidente del país, no obstante que el huracán Otis fue considerado el mayor desastre climático del planeta de 2023 por la Organización Meteorológica Mundial, debido a que alcanzó categoría máxima de 5 en cuestión de horas. Otis causó pérdidas económicas en Acapulco estimadas en 15 mil millones de dólares y dejó al menos 47 personas fallecidas y 32 desaparecidas.
La democracia electoral, representativa o formal, que es sin duda un aporte de la modernidad, es, sin embargo, una ficción inventada por las minorías explotadoras del trabajo humano y de la naturaleza para mantener a los ciudadanos creyendo que son “sujetos libres” de elegir. Constituye un avance respecto de las autocracias (compárese China con India), pero es una fórmula limitada ante la democracia participativa, comunitaria o radical, como fue magistralmente demostrado por Luis Villoro en su libro El poder y el valor (1997). En las democracias radicales, la “comunidad” concreta y ubicada en su territorio, toma sus decisiones con base en la fraternidad, el “mandar obedeciendo” y el “bien común del todo”. En México tenemos varios ejemplos de lo anterior en Chiapas (los caracoles zapatistas), Michoacán y Guerrero (varios municipios encabezados por Cherán), Puebla (donde 450 comunidades de 25 municipios de la Sierra Norte han realizado 32 asambleas regionales en defensa de sus territorios) y, sobre todo, Oaxaca (donde 417 de los 570 municipios nombran a sus ayuntamientos por el sistema electoral de usos y costumbres, es decir, 72 por ciento). El futuro de la gobernanza en el mundo será cuando la democracia comunitaria sustituya a la democracia electoral, y eso significa la desaparición de los partidos políticos.
Cuando los poderes económicos, cognitivos, religiosos, etcétera, nacionales o globales representados por los partidos de la derecha pierden en la democracia electoral, la dinamitan de inmediato. Esta ha sido la historia de siempre, como en Chile, Perú, Grecia y el mismo Estados Unidos con el caso de Donald Trump.
Hoy el INE, que maneja un presupuesto descomunal, debería organizar foros ilustradores con la participación de investigadores científicos objetivos y neutros, que ofrezcan datos duros y estadísticas confiables acerca de la situación del país en los 14 rubros arriba señalados. La difusión de evidencias con fundamento científico debería ser una tarea obligada. Con ello los ciudadanos tendríamos información objetiva al votar.
La democracia, cualquiera que sea, sin conocimiento no es democracia.
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