Por Yazmín Alessandrini *
Todos los seres humanos (hombres y mujeres por igual) a lo largo de nuestras vidas vamos acumulando distintos tipos de vivencias que, para bien o para mal, van formando nuestro carácter y nuestra personalidad. Se trata de un proceso permanente e ineludible, el cual se acelera cuando tomamos conciencia de la importancia de eso que llamamos “toma de decisiones” y el cual va adquiriendo matices positivos y negativos en la medida que vamos cometiendo aciertos y errores.
Cuando tomamos decisiones y llevamos acciones que redundan en situaciones y circunstancias favorables (tanto para nosotros como para aquellos que nos rodean) ya sabemos que todo es miel sobre hojuelas. Sin embargo, cuando erramos o fallamos irremediablemente tendremos que afrontar consecuencias que nos serán desfavorables e incluso dolorosas.
Es parte del aprendizaje…
Bajo este contexto, habrá ocasiones en que el daño que le provocaremos a los demás y a nosotros mismos será considerable y muy difícilmente podremos resarcir todo lo malo que hicimos, sin importar que nuestro arrepentimiento y nuestras ganas por redimirnos sean genuinos. Y aquí es cuando muchos individuos empiezan a acumular y a arrastrar culpas innecesarias, las cuales les impedirán vivir a plenitud porque consciente o inconscientemente desarrollarán una conciencia atormentada e intranquila.
Y aquí es donde se presenta uno de los desafíos emocionales más importantes para todos nosotros: Aprender a perdonarnos. Y esto, definitivamente, es algo que no podemos evadir ni postergar, porque de no hacerlo estaremos supeditando nuestro presente y nuestro futuro a un sinfín de nubarrones que nos impedirán vivir a plenitud.
Pero perdonarnos a nosotros mismos no es una tarea fácil, porque por principio de cuentas no se trata de olvidar las malas decisiones que tomamos y que nos condujeron a causar daños probablemente irremediables. Perdonarnos a nosotros mismos es asumir y reconocer que obramos de mala manera y afrontar con madurez los hechos… y este auto perdón también debe ir acompañado de un compromiso y una responsabilidad. Tenemos que dejar de juzgarnos tan severamente y aceptar que todos en algún momento vamos a cometer errores y que estos yerros son parte fundamental de nuestro crecimiento.
De acuerdo a los especialistas, sentir culpa y arrepentimiento es sano, pero cuando estos dos “primos hermanos” nos acompañan durante un periodo prolongado de tiempo esto nos puede generar entornos demasiado tóxicos que nos impedirán relacionarnos apropiadamente con aquellos que nos rodean. Por lo mismo, si nos logras deshacerte de la culpa y la negatividad que viene aparejada con ésta, lo más adecuado es que acudas a terapia, porque lo más seguro es que tus códigos éticos y morales ya estén afectados y comprometidos.
El remordimiento es un buen indicativo, porque se trata de una “red flag” (bandera roja) que nos está avisando de que la moralidad está operando positivamente y buscando reconciliarse con nuestra alma. Además, se trata nada menos que del primer paso hacia el auto perdón, porque estamos reconociendo con honestidad que hemos hecho algo malo y que estamos dispuestos a enmendarnos.
Si eres capaz de hacer las paces contigo mismo entonces también podrás hacerlo con aquellos a quienes has lastimado u ofendido.
*Publicado y tomado del portal https://www.publimetro.com.
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