Escuchemos a nuestra gente
Por Francisco Ruiz*
En la arena del Coliseo romano, inaugurado en el año 80 d. C., se llevaron a cabo espectáculos sangrientos cuyo propósito era el entretenimiento de la sociedad de aquella época. Era el emperador quien tomaba la decisión final: un pulgar apuntando arriba significaba que se le concedía vivir al contendiente; un pulgar hacia un lado sentenciaba al participante a la pena capital. Existen diversas teorías al respecto, cada una depende del historiador que la propone, sin embargo, lo importante es el simbolismo que encierra un solo dedo.
Los vestigios del Coliseo romano se mantienen en pie, miles de personas lo visitan cada año para atestiguar una de las estrategias políticas más útiles y utilizadas de todos los tiempos: el circo. Muchos años más tarde, no precisamente en una “arena”, más sí en un “circo”, el presidente de México decidió recurrir a su dedo índice para dar respuesta a los periodistas que lo entrevistaban. “Lo que diga mi dedito”, se ha escuchado decir varias veces al primer mandatario mexicano.
Del dedo pulgar al dedo índice y también se ha jugado con los dedos: el índice y el anular formando una “V”, caracterizaron al movimiento de Vicente Fox, y las palmas extendidas fueron las “manos limpias” de Calderón. Cuatro dedos levantados son la señal de la 4T. El dedo anular flanqueado por sus dos acompañantes distingue a Jorge Hank y todos sus simpatizantes. Tampoco ha faltado quien quiera “mochar” la mano, como Jaime Rodríguez Calderón, mejor conocido como “El Bronco”.
n todos los anfiteatros del Imperio romano la autoridad tenía la última palabra. Sin embargo, también se debe de reconocer que los gobernantes estaban moralmente obligados a escuchar a los ciudadanos. Al “pueblo bueno y sabio”, diría el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Por eso, es justo y realmente muy necesario escuchar a la sociedad. Ajeno a que el próximo mes de septiembre (si no me equivoco), estará arrancando el proceso electoral federal y local 2023-2024, escucharnos y dialogar entre nosotros, desde la trinchera ciudadana, es fundamental para el desarrollo humano. Bien lo señala el Rogelio Hernández Rodríguez en su obra “El oficio político” (Colmex, 2021): “Mientras exista sociedad, existirá la política”. Dado que “La política surge de la sociedad misma, de su desarrollo cotidiano. La política sirve para resolver problemas de la sociedad, lo que supone estar al frente de las soluciones y de su aplicación”.
La solidaridad, entendida como una adhesión circunstancial a una causa que se considera adecuada, es un valor esencial para los seres humanos. Por eso, la política es un instrumento que requiere de nuestros cinco sentidos para escuchar, ver, palpar, saborear y, sobre todo, actuar. De tal suerte que, como lo menciona Julien Freund, la política “es el único medio para regular los conflictos y civilizar las sociedades”.
Pero escuchar enserio, no simplemente oír, como diría María Elena Velasco (“La india María”): “no se trata de que me entiendan lo que hablo, ni de que entiendan lo que hablas tu. Más bien, lo que tenemos que hacer es parar las orejas, para oír las quejas de la gente, sí, pa´ que se desahoguen”. Es precisamente ello lo que me motiva a ponerme a las órdenes del amable lector, para fungir como un gestor o un mero desahogo que nos permita a todos organizarnos y lograr así, el buen funcionamiento de la sociedad en la que nos encontramos inmersos. ¡Seamos solidarios! ¡Escuchemos a nuestra gente!
Post scriptum: «Un Hombre de Estado debe de tener el corazón en la cabeza», Napoleón I (Bonaparte).
* El autor es escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).
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