Avanzan en el planeta la desertificación y la sequía
Por Norma L. Vázquez Alanís
“Resurgiendo juntos de la sequía”, es el tema elegido en 2022 para destacar en este 17 de junio, Día de la Desertificación y la Sequía, declarado oficialmente por la Asamblea General de la ONU en 1997 con el propósito de informar y buscar soluciones prácticas y aplicables que tuvieran en cuenta todos los factores que influyen de una u otra manera esta problemática, causada por la debilidad del medio ambiente de las zonas secas que sufren escasez de agua, lo que supone alrededor de un tercio de la superficie del planeta.
A fin de poder adoptar las estrategias adecuadas para combatir la desertificación, fue necesario que la convención especializada de Naciones Unidas (UNCCD) precisara que este fenómeno no se refiere a la expansión de los desiertos, sino a la degradación de la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, principalmente como resultado de actividades humanas y variaciones climáticas; sus consecuencias directas son la pérdida de suelos fértiles e incapacidad de los ecosistemas de cumplir con su función reguladora para suministrar bienes y servicios.
Lo que sucede, explican científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), creado en 1988 por la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), es que las áreas de suelo seco son extremadamente vulnerables a la sobreexplotación y a su uso inapropiado. Los agentes capaces de socavar la productividad de la tierra son la pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el pastoreo excesivo y las malas prácticas de riego, advierten.
En consecuencia, la sequía no es sólo la ausencia de lluvia, sino que va acompañada por la degradación de la superficie terrestre y el cambio climático, señala el secretario ejecutivo de la UNCCD, Ibrahim Thiaw; las sequias han sido parte de los sistemas humanos y naturales, pero lo que se experimenta hoy día es mucho peor y apunta hacia un futuro precario para el mundo, pues si bien entre 1900 y 2019 el agostamiento afectó a dos mil 700 millones de personas en el orbe y causó 11.7 millones de muertes, las previsiones actuales calculan que para 2050 esta situación puede damnificar a más de las tres cuartas partes de la población planetaria.
Las evaluaciones científicas más recientes proyectan sequias más frecuentes y severas en el futuro cercano, especialmente como consecuencia de la escasez de alimentos y agua, así como por la intensificación de los incendios forestales en los últimos años, apunta Thiaw. El especialista en técnicas forestales apunta que la evidencia de los crecientes impactos de este fenómeno llevó a los gobiernos a enfocarse en un compromiso y acción internacional sólido y predecible, de manera que desde 2017 la UNCCD ha apoyado a unos 70 países propensos a la sequía para desarrollar planes nacionales de acción tendientes a reducir sus secuelas.
El equipo de científicos que trabaja para la convención especializada de la ONU indica que el menoscabo de tierras cultivables alcanza los 12 millones de hectáreas al año, es decir, unas 23 hectáreas cada minuto, y el 40 por ciento de las superficies degradadas del planeta están ubicadas en zonas vulnerables con una alta incidencia de pobreza.
Así, en el último medio siglo la desertificación ha avanzado uno por ciento anual e irá en aumento progresivo en especial en el sur de Europa, zonas específicas de Centroamérica, Asia y África, por lo cual las regiones secas que cuentan con tierras fértiles cada vez son menos productivas y ello genera graves consecuencias como la muerte de numerosas especies de animales y vegetales, inseguridad alimentaria, más pobreza, migraciones forzadas de millones de personas, además de mayor frecuencia de alteraciones climáticas como inundaciones y huracanes.
Tal señala el investigador español Víctor Resco de Dios, doctor en Ecología de Pastizales y Gestión de Cuencas Hidrográficas por la Universidad de Wyoming, Estados Unidos, y agrega que la desertificación afecta mayormente superficies del África subsahariana, el centro y este de Asia, en especial los desiertos de China, y Arabia Saudita, pero también Europa se ve aquejada, con el sur de España en primer término, así como Moldavia y Ucrania que presentan un riesgo superior de sequia a nivel global con un índice por encima de 0.8 (el nivel máximo es de 1.0).
En tanto que Miguel Pacheco, especialista en Producción Forestal y coordinador de Recursos Naturales y Medios del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en Colombia, asegura que de los 24 frentes de deforestación que la organización no gubernamental identificó en el orbe, nueve están en Latinoamérica. Del otro lado del océano Atlántico, dijo, España y Portugal son las naciones de Europa que sufrirán al máximo sus efectos.
Datos del Programa de Acción Nacional de Lucha contra la Desertificación de España revelan que el 74 por ciento del territorio de ese país es susceptible de ser perjudicado por este proceso y nueve millones de hectáreas están catalogadas como zonas con muy alto riesgo de desertificación, por ello la UNCCD seleccionó a Madrid como sede de la celebración mundial del Día de la Desertificación y la Sequía en este 2022.
Acciones para proteger la degradación del suelo
Entre los objetivos de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible de la ONU destaca la importancia de garantizar que los suelos estén bien administrados y establece la urgencia de proteger el planeta contra la degradación mediante el consumo y la producción sostenibles, la gestión razonable de sus recursos naturales y medidas apremiantes para enfrentar el cambio climático, de manera que pueda satisfacer las necesidades de las generaciones presentes y venideras.
De lo que se trata es de “restaurar y proteger la frágil capa de tierra que sólo cubre un tercio del globo, pero que puede aliviar o acelerar la crisis de doble filo que enfrenta la biodiversidad y el clima”, precisa esta agenda de la ONU que tiene como meta 2030.
Por su parte, la ONG Acción contra el Hambre considera que también debe fomentarse la reforestación y regeneración de distintas especies de árboles, trabajar para evitar la escasez de agua a través de una mejor administración, ahorro y reutilización; además es esencial emplear métodos agrícolas para el enriquecimiento y la fertilización del suelo, también promover una agricultura prudencial que se adapte al clima seco, típico de las tierras degradadas, a fin de asegurar el acceso hídrico.
En este momento los avances en la tecnología ya están a disposición de la lucha contra la desertificación y la sequía, pues un cumulo de satélites de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) de Estados Unidos se utiliza ya para medir los signos vitales de la Tierra, y mediante el uso de algoritmos con herramientas del programa “machine learning” puede buscar soluciones basadas en la inteligencia artificial a problemas que amenazan al medio ambiente en ámbitos como la agricultura, la biodiversidad o el cambio climático mediante programas para una mejor gestión de los recursos hídricos y ha desarrollado el primer índice del mundo para evaluar los efectos de la sequía, que a corto plazo podrá evitar la degradación de los suelos.
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