En lo aparente
Por Gladys Villalobos*
Vivo en la Ciudad de México, en Coyoacán, frente a un parque pequeño o andador ancho con árboles que se asoman muy por encima de las casas de dos pisos. Hay una pequeña plaza que la viste una asta bandera con el lábaro patrio ya descolorido pero que le otorga honorabilidad a la colonia. Todo el día transitan personas en su quehacer cotidiano y cuando cae la tarde abundan los perritos paseados por sus dueños. Todos los días, 15 para las 6 de la mañana llega un joven con su mobiliario y coloca su puesto donde vende tamales y atole. Sumamente socorrido por sus clientes habituales quienes incluso lo están ya esperando.
Los domingos en la plaza se instalan dos puestos de comida para el alma: quesadillas, tlacoyos, gorditas, tacos de guisado y elotes. Haya sol, nubes o lluvias torrenciales como las acostumbradas en esta época del año, permanecen hasta que el sol se mete porque saben, que las décadas que han mantenido su venta de domingo se lo deben a sus leales clientes que llegan porque llegan cada semana.
En la forma, en lo aparente, nada ha cambiado desde marzo del año pasado que se declaró oficialmente el inicio de la pandemia en nuestro país. No es así. En esta colonia alguien ha desaparecido: las ardillas. La casa en la que vivo es de dos pisos. Justo frente a mi ventana, además de unos árboles que emanan vida, sabiduría e inspiración, también se ubican una decena de cables de diferentes servicios. Algunos ya en desuso, al menos para los humanos, porque hasta el año pasado era la vía de transito de hermosas, regordetas ardillas con arrogantes colas y otras medias flacuchas.
Uno de los primeros lugares donde hizo notar la ausencia de ardillas fue en la extensa zona que ocupa la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) “La pandemia de COVID ha acabado con la plaga de ardillas que tenía en graves apuros a la UNAM, el campus en español más grande del mundo. Y no han hecho falta escopetas ni modificaciones genéticas para cortar su reproducción. El coronavirus se ha encargado por vía indirecta.”, publico el diario “El País” el pasado 16 de mayo. Hecho que se atribuye a la ausencia de personas que entre poco y poco, dejaban restos de alimento el cual era tomado por estos roedores. Las ardillas han muerto de inanición, concluye personal de la UNAM.
Desconozco si en El Rosedal, colonia en la que vivo, las ardillas eran consideradas una plaga. Hasta el día de hoy no he escuchado una queja al respecto. Este hecho real trae a mi mente preguntas que me han acompañado desde meses atrás: ¿Cuál es el impacto de la pandemia de forma y fondo en los seres vivos: ser humano, flora, fauna? ¿Cuánto tiempo nos llevara reconocer y contabilizar los cambios que se están gestando y que tal vez, aún no nos percatemos? ¿Cómo se verá reflejado este tiempo de aislamiento en el desarrollo de los niños? ¿Cuál será el impacto social? Al principio se decía que al concluir la pandemia seriamos personas “mejores personas” ¿Será?
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* Cachanilla de nacimiento, comunicóloga de profesión, amante del cuerpo por vocación. Crecí análoga, me convertí digital. Asesora en Comunicación, Redactora de Contenidos, Fotógrafa. Mi sitio: gladysvillalobos.wordpress.com/
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