Mis vidas pasadas
Por Gladys Villalobos*
“El nombre nos acompaña hasta la muerte y más allá, inscrito para siempre en la piedra de nuestra sepultura. El nombre es nuestro sello de identidad, es un tatuaje invisible y omnipresente con el que nos relacionamos para bien o para mal” del Manual “Secretos, Leyendas y Susurros”
El personaje de una radionovela que se transmitía en Estados Unidos motivo a mi madre a llamarme Gladys. El Consuelo fue inspirado por mi abuela paterna, mujer de la que solo tengo recuerdos llenos de amor, empatía y un optimismo admirable. Durante muchos años me parecía que ambos nombres no armonizaban. Con el paso del tiempo sentí que armonizaban conmigo y eso era lo valioso para ellos y para mí.
La gran mayoría de las personas me llaman Gladys, un grupo reducido me nombra Consuelo. Disfruto quienes me llaman Gladys Consuelo, mi amiga Valeria es una de ellas. Me gusta la extensión de mi nombre, como se escucha en la boca de otros, como suena cuando sale de mí. Me reconozco cuando lo veo escrito.
A los 8 años mi mamá me regalo una taza que decía “Gladys significa Princesa”. Con eso me quedé durante muchos años y así me viví, sin entender que significaba. Tiempo después la curiosidad me llevo a la búsqueda de otros significados. Nombre de origen galés que significa “la que es alegre”. Sí, es un rasgo de mi personalidad, aunque ya no siento la presión de sostenerme ahí cuando no puedo o no quiero.
“Tu nombre no corresponde a tu edad. Es el nombre de una mujer de la tercera edad” escuche en varias ocasiones durante mi estancia de estudio de un año en Nueva York a los 20 años. Ahí fue que me enteré qué mi nombre en Estados Unidos lo consideran un nombre antiguo. Era el nombre de algunas abuelas de mis compañeros de clase. Esta frase a los 20 años alimentaba mi mente fantasiosa y convicción de la existencia de vidas pasadas, de que soy un alma vieja. Lo sigue logrando.
“Eres la primera o eres la segunda Gladys que conozco en toda mi vida” expresión que es habitual escuchar y que me da la sensación de exclusividad. “Gladys con i griega” es otra frase común de mi parte hacia al mundo. Claudia, Graciela, Rosana, Greta, Grecia, Deborah son algunos de los nombres que he escuchado de personas que no lo recuerdan pero que, en un gesto de cortesía, hacen el esfuerzo por decirlo.
Glad, Glades, Conny, Viviana, Luciérnaga, Pilar, Bonita, Mija, son algunas de las formas como me llaman mis seres queridos. Chata, como me dice mi padre, me evoca la infancia y bien recibo como un gesto de amor.
Luciana es un nombre imaginario que usaba en mis juegos infantiles. Hasta la fecha me identifico con él. Al pensar cual sería el nombre elegido por mí, descubrí hace muchos años que así se llamaba la bisabuela de mi mamá. Yo no lo sabía hasta que un día lo compartí con ella. Era su segunda opción de nombre para mí, Luciana Consuelo. “Me parecía un nombre muy fuerte para una bebé, hoy sé que ese nombre también te habría quedado a la medida”.
Hoy me identifico con mi nombre y me reconozco en él, me arropa, me gusta escucharlo en la boca de los seres que amo y me aman. Me gusta recordar como sonaba mi nombre en la boca de mi madre, hacerlo es un bálsamo para mi corazón.
“La historia de tu nombre” se titula mi ejercicio número dos de Talladora de Palabras de DEMAC. Un fabuloso e íntimo viaje al interior.
*Cachanilla de nacimiento, comunicóloga de profesión, amante del cuerpo por vocación. Crecí análoga, me convertí digital. Asesora en Comunicación, Redactora de Contenidos, Fotógrafa. Instructora 450PMA Pilates/ 200RYT Yoga. Mi sitio: gladysvillalobos.wordpress.com/ Contacto: [email protected]
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