Semanario El Pionero

Expresión de Mexicali y su Valle

Así fue la muerte de Cuauhtémoc, según el historiador Salvador Guilliem Arroyo

Por Norma L. Vázquez Alanís

(Segunda y última parte)

Aunque Hernán Cortés ya había mandado a las Hibueras gente -unos adelantados, como se decía entonces- para ordenar a Cristóbal de Olid de que se sometiera a las órdenes del capitán general, éste decidió ir en persona por los motivos expuestos en la primera parte de la narración. De este viaje, tanto Cortés como Bernal Díaz del Castillo dejaron relatos y por ellos sabemos que fue un recorrido con numerosas vicisitudes.

El tema ‘Hernán Cortés camino a las Hibueras’ sirvió al maestro en Estudios Mesoamericanos por la UNAM, Salvador Guilliem Arroyo, para hablar de las peripecias afrontadas en este periplo por el conquistador y su numerosa comitiva, durante el ciclo de conferencias ‘A 500 años de la expedición a las Hibueras’, que como parte del 60 aniversario de su creación organizó el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) de la Fundación Carlos Slim.

Ninguno menciona sitios del camino de Tenochtitlan a Cholula, Puebla, pero señalan que se fueron por dos vías, unos por la parte más baja, entre los volcanes y otros por Paso de Cortés, todos ellos caminos muy conocidos por los conquistadores. Ambos grupos se encontraron, según lo que aparece en las cónicas, cuando iban pasando ya cerca de Orizaba entre Córdoba y Ciudad Mendoza, con un paisaje impresionante y montañas que alcanzan unas alturas inconmensurables; fue un trayecto a caballo o a pie con más de tres mil personas, en una gran peregrinación para ir a buscar a Olid.

Los espacios son ricos en vegetación, pero muy difíciles de transitar, y Bernal hace una descripción puntual de los lugares, lo cual permite, dijo el conferenciante, ir detectando cuántos días estuvieron fuera, cuánto viajaban; menciona puentes de un cuarto de legua, o sea un kilómetro, que ellos construyeron en los esteros entre Tabasco y Campeche para poder llegar a los sitios que iban buscando.

Fue por esos rumbos, entre Orizaba, Córdoba y Veracruz, donde Malinche, o doña Marina -la lengua, la traductora de Cortés- fue casada con Juan Jaramillo; ella siempre estuvo presente pues en todas las narraciones del recorrido es mencionada, incluso cuando llegan a Trujillo, en Honduras. En el momento que Cortés se separó definitivamente de ella, de acuerdo con lo que relata la historia, Malitzin se fue a vivir a una hacienda en Trujillo que el conquistador les obsequió.

En todo el itinerario tuvieron muchísimos percances. De Córdoba llegaron a Coatzacoalcos, de ahí se fueron prácticamente por toda la costa, pero empezaron a pasar sitios muy difíciles, llenos de esteros donde tuvieron que hacer puentes de madera y balsas; ya pasando Villahermosa, se encontraron con los grandes ríos, como el Pánuco. Cruzaron el Grijalva en Guatemala y se topaban con el Candelaria en el Petén.

Sortearon todos los meandros de esos ríos, se les ahogaron caballos y esclavos, soportaron situaciones adversas hasta llegar a la región de Acalan; Bernal y Cortés mencionan lo ocurrido cuando pasaron Villahermosa hacia los pantanos, muy cerca de Mérida y Ciudad del Carmen y de cómo para llegar a Acalan tuvieron que hacer canoas e incluso una especie de bergantín y unas barcazas, relatan que iban pidiendo ayuda a todos, pero llegó un momento en que se quedaron sin bastimentos para atender a estos tres mil acompañantes y comenzaron a pasar hambre, comieron los cocos y zapotes que encontraban.

Dijo el maestro Guilliem Arroyo que durante esta aventura Cortés mandó a españoles e indígenas en adelantadas y él iba siempre acompañado de Malinche y Juan Jaramillo, un poco en reserva conservando lo que les quedaba de los alimentos. Ellos encontraban ciudades y poblados, muchos quemados porque ya les habían avisado que venía Cortés y le tenían mucho miedo, pero relatan que había sembradíos de cacahuate, de maíz y de frijol.

También cuentan cómo varios pueblos mandaban llamar a Cortés invitándolo a que llegara a esas estancias, ahí se encontró con que la misma gente llevaba ídolos, es decir sus dioses antiguos, que rompían y quemaban, pues comenzaban a aceptar que les hicieran la cruz; después de pasar hacia Guatemala y muy cerca de un lugar llamado Naco, a Cortés le llegaron noticias de que en Nueva España se sabía que él había muerto, entonces se encerró y empezó a llorar porque para él es algo muy trágico saber que sus bienes ya habían sido repartidos; no lo podía creer porque había ido dejando cartas en las que decía: “Ya pasó por aquí Hernán Cortés y por favor tómenlo en cuenta por si no regresa”.

Para llegar a Naco, en Honduras, Cortés y sus huestes pasaron por los Cuchumatanes, que describe perfectamente al indicar cómo las montañas se le iban cerrando, cómo llegaban a los ríos y se les ahogaban los caballos; era muy difícil el paso por lo cual Cortés se confiaba de los mercaderes que iban por veredas, hablaba con la gente, incluso mujeres, y les pedía que lo apoyaran para llegar a donde supuestamente estaba Olid.

Narra que después de numerosos problemas en este viaje de la subida a los Cuchumatanes entre Chiapas, Guatemala, Honduras, Belice y Nicaragua, haciendo un gran esfuerzo pues se le desgarretaron los caballos, se les rompieron los tendones en la subida a las montañas y al pasar los pantanos los animales se rompían las patas traseras por lo que algunos ya inútiles para el viaje los encargó con gente de los pueblos.

Cortés pasaba las regiones gracias a los gobernantes, unos lo recibían con mucha alegría, pero le pedían no decir que le han avisado que iba a ser traicionado, los aliados lo iban previniendo y él relata estas alianzas, así como la manera en que los comerciantes le abrían los caminos, pero en otras partes le era muy difícil transitar. Escribió Cortés que ya muy cerca de Naco era tal su hambre que Bernal y Sandoval se adelantaron y consiguieron varias cargas de maíz, de cacao, cacahuates y frijol, además de mujeres para que le prepararan los alimentos; entonces se sublevó su cuadrilla y le arrebató toda la comida, lo acusaron de que llevaba una carga de muchos puercos e incluso una barrica de vino y no les había invitado nada.

Bernal sofocó la rebelión y con Sandoval salieron de noche a traerle provisiones a Cortés, quien -dijo el ponente- sufrió mil calamidades. Cuando llegaron a Naco se encontró con uno de los adelantados mandado para detener a Cristóbal de Olid, Luis Marín, quien lo recibió e informó que estaban preparando algunas carabelas para irse a Cuba porque en otro de los pueblos cercanos la población española había sido aniquilada por los indígenas.

Además, le platicó cómo Gil González y otro personaje empezaron a discutir con Cristóbal de Olid, quien los invitó a beber, aceptaron ya con la decisión de degollarlo; Cortés se entera así que Gil González y Gonzalo Hernández le son incondicionales, entonces casi da por terminado su viaje. Lo llevan de Naco a Trujillo, uno de los puertos ya cerca de Nicaragua y ahí esos barcos que habían preparado para irse a Cuba lo llevarán de regreso a lo que iba a ser la capital de Nueva España.

En el epílogo de este dificultoso viaje, Bernal le dice a Cortés que, si sus servicios, esfuerzos y trabajos en esa expedición hacia Honduras, Nicaragua y Guatemala le habían sido útiles, lo llevara de regreso con él; la respuesta de Cortés fue: “sí te voy a llevar, pero quién se va a hacer cargo de Sandoval”. Por último, el maestro Guilliem Arroyo aclaró que Cortés viajó por un lado en los barcos y Cristóbal del Castillo se hizo cargo de regresar con toda la comitiva por tierra.