Editorial La Jornada
En un nuevo anuncio en torno a la conformación de su gabinete, la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, informó que fusionará Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex) con Diconsa para crear Alimentos para el Bienestar, cuya primera titular será María Luisa Albores, actual secretaria de Medio Ambiente. La nueva entidad estará adscrita a la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), y también establecerá vínculos con el programa Sembrando Vida a fin de aportar a los beneficiarios un canal de comercialización de sus productos.
La nueva dependencia formará parte de los esfuerzos de la futura mandataria para eliminar la duplicidad de funciones, aumentar la eficiencia de la administración pública federal y profundizará el énfasis en la política alimentaria, la cual es sinónima de la política hacia el campo y la población campesina, caracterizada por su fuerte componente indígena.
Cuando se observan los propósitos de Segalmex, Diconsa y Sembrando Vida (promover la seguridad alimentaria y la nutrición, contribuir a la superación de la pobreza alimentaria y atender la doble problemática de la pobreza rural y la degradación ambiental, respectivamente), se entiende la pertinencia y la virtud de fusionar las dos primeras, así como de vincularlas con la tercera. Está claro que juntas tienen la posibilidad de potenciar sus recursos materiales y humanos para propiciar el bienestar de las comunidades más vulnerables, rescatar el campo, reactivar la economía local y regenerar el tejido social a través de la organización y la participación comunitaria.
Sin embargo, la secretaria Albores tiene sobre sí la enorme responsabilidad de vigilar que el círculo virtuoso planteado por la presidenta electa no se vea descarrilado o empañado por los malos manejos que en distintos momentos afectaron a Segalmex y Diconsa. Las dos estructuras administrativas que se integrarán bajo su mando arrastran una cauda de escándalos de desvío de recursos que resultan especialmente deplorables por ocurrir en dependencias cuya función es atender a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, aquellos históricamente olvidados y para los cuales el neoliberalismo fue un golpe directo a su ya precaria subsistencia.
Alimentos para el Desarrollo está llamada a desarrollar un papel crucial en un contexto en que, junto con el combate al hambre y a la pobreza, se impulsa el logro de la soberanía alimentaria como palanca del desarrollo y la autonomía nacional. Cabe desear el éxito de este proyecto, así como llamar a una estrecha supervisión gubernamental y ciudadana sobre la entidad que concentrará tareas tan relevantes como las señaladas.
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