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Juntos, pero jamás revueltos

Por Francisco Ruiz*

“Unión transitoria de personas, grupos políticos o países con un interés determinado”, así define el Diccionario de la lengua española a una coalición. Es decir, coaligarse en terrenos electorales significa unirse temporalmente para ganar elecciones. No debemos confundirlo con los gobiernos de coalición, el cual, en términos generales, es un modelo de gobierno “compartido”. Lo cual se traduce en la incorporación de ideas, proyectos y causas en un programa de trabajo público. Modelo que existe gracias a la reforma constitucional en materia político-electoral de 2014.

De igual manera, existe la posibilidad de que dos o más partidos políticos se integren momentáneamente para sumar fuerzas que les permitan ser competitivos frente a sus oponentes. La Ley General de Partidos Políticos amplía las concesiones y responsabilidades que la Constitución Política otorga a los partidos políticos, específicamente a través de su artículo 41. De tal suerte que, desde su primer artículo, contempla: “Las formas de participación electoral a través de la figura de coaliciones”.

Comúnmente conocidas como “alianzas”, las coaliciones brindan la oportunidad a los partidos de enfrentarse a su competencia con más probabilidades de luchar. En nuestra historia reciente hemos atestiguado coaliciones que, en su momento, se dijeron improbables. El Frente Democrático Nacional (FDN) es ejemplo de ello a finales de los 80. A inicio del siglo XXI, el PAN y el PVEM conformaron la “Alianza para el cambio” que llevó a Vicente Fox al triunfo. La “Alianza por México”, integrada por PRD, el PT, Convergencia (hoy Movimiento Ciudadano, MC), el Partido Alianza Social y el Partido de la Sociedad Nacionalista, postuló a Cuauhtémoc Cárdenas.

Para 2006, el PVEM dejó solo al PAN y prefirió coaligarse con el PRI bajo la “Alianza por México”, encabezada por Roberto Madrazo. La coalición “Por el bien de todos”, fue abanderada por Andrés Manuel López Obrador y formada por el PRD, PT y Convergencia. Durante la elección de 2012 se mantuvo la fórmula PRI-PVEM, con la coalición “Compromiso por México”, mientras el PRD, PT y MC conformaron el “Movimiento Progresista”.

“Por México al frente”, consiguió lo que se consideraba impensable: unir a la izquierda y derecha: PAN, PRD y MC de la mano con Ricardo Anaya como candidato. Al PRI y PVEM se le sumó Nueva Alianza para crear la coalición “Todos por México”, con José Antonio Meade al frente. Por su parte, “Juntos haremos historia”, llevó al poder a López Obrador con el PT, MORENA y el Partido Encuentro Social (PES). En la competencia actual, el PAN, PRI y PRD dan origen a “Fuerza y Corazón por México”. En el otro bando están PT, PVEM y MORENA, con la alianza “Sigamos haciendo historia”. Por primera vez en este siglo, la competencia real se dará entre fuerzas compiladas y no partidos en solitario. También, por primera ocasión, las posibilidades de que una mujer se convierta en presidente de México son demasiado elevadas.

El desarrollo de las coaliciones además de ser variada en cuanto a ideologías, colores y causas, lo es en modalidades. Y es que, a la par, la legislación ha evolucionado. Por ejemplo, actualmente la Ley General de Partidos Políticos considera la posibilidad de integrar coaliciones totales, parciales o flexibles. La primera resulta obvia, la segunda se refiere a cuando los partidos postulan en conjunto “al menos al cincuenta por ciento de sus candidatos a puestos de elección popular”; en tanto, las flexibles consisten en postular por lo menos a 25%. De ahí que, los partidos políticos dejan muy en claro que pueden ir juntos, pero jamás revueltos.

Post scriptum: “En materia de gobierno todo cambio es sospechoso, aunque sea para mejorar”, Sir Francis Bacon.

* El autor es escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).

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